¿Qué es el antiimperialismo? El mundo en el siglo de la revolución o la destrucción

 


Por Frank García Hernández

Recientemente el filósofo marxista Alex Callinicos publicaba un enjundioso artículo titulado Entendiendo la crisis del imperialismo. Durante su reciente visita a Argentina, Callinicos se refirió en no pocas ocasiones al tema del imperialismo y sin vacilar calificó a China como imperialista. Es llamativo que una parte de la izquierda, incluso trotskista, niega que China sea no ya imperialista: incluso no aceptan, o evitan decir que es capitalista. Pareciera que inconscientemente existe cierta transferencia positiva hacia una burocracia la cual todavía se asume nominalmente comunista ¿Cómo no puede ser capitalista un país donde más del 60% del PIB proviene del sector privado y el 90% de las empresas son de la burguesía? Esa es la China de hoy. Quienes no lo entienden o es por una cuestión de fe o de conveniencia política (sea cual fuere el arreglo). 

Con la llegada de Trump a la presidencia hay que tener este asunto muy claro. Un probable enfrentamiento entre el imperialismo yanqui y China puede provocar que algunas izquierdas se sientan obligadas -e incluso atraídas- a defender Pekín. Toca entonces también aclarar: ¿es China imperialista? Aquí es necesario ir a otra pregunta ¿qué es el imperialismo? Básicamente, Lenin resumía al imperialismo como una potencia que exporta capitales. Para llegar a ese punto ya la potencia previamente se expandió de manera territorial. Lenin califica a la Guerra Hispanoamericana como la primera guerra imperialista donde básicamente el imperialismo moderno derrotó al viejo sistema colonial. No en vano Lenin usa este término: imperialismo moderno. El adjetivo no sobra: José Martí utiliza el término imperialismo antes que el líder bolchevique ¿Pero se refería Martí al mismo imperialismo que Lenin? No. Martí se refería al imperialismo decadente que muere en el siglo XX: la gran potencia que dueña de amplios territorios sometiendo naciones. En cambio, Lenin se refería al imperialismo moderno donde la potencia ya se expandió territorialmente y se dedica a la exportación de capitales. Esto es tan acertado -y útil para la potencia imperialista- que Estados Unidos nunca se expandió territorialmente como lo hicieron sus pares europeos, y sin embargo ha llegado a tener más poder efectivo que ellos. 

Si continuáramos viendo al imperialismo como el dominio territorial de una potencia sobre naciones, entonces ya Reino Unido habría dejado de ser imperialismo. Desde la segunda mitad del siglo XX Gran Bretaña no solo perdió la mayoría de sus colonias, sino que el pragmatismo neoliberal de Margaret Tatcher estimulaba la separación de sus pequeños territorios del Caribe. Tan es así que cuando Anguila obtuvo su breve independencia estalló una rebelión popular donde se exigía el retorno a Reino Unido. Londres había forzado la separación de Anguila. Lo había hecho porque los pequeños y empobrecidos países del Caribe Oriental le causaban a Londres grandes gastos públicos enviando militares, funcionarios y un mínimo de ayuda financiera. Sin embargo, Londres a través de la exportación de capital -el imperialismo moderno- logró seguir controlando a los pequeños Estados insulares del Caribe Oriental. 

En consecuencia, nos encontramos con un imperialismo ya extinto (el que se limitaba a la expansión territorial) y el imperialismo moderno, tal lo conocemos hoy. En el primer ejemplo la lucha contra el imperialismo era, de cierta manera, más sencilla: con expulsar al ocupante del país y constituir un Estado nación se derrotaba al viejo imperialismo. Sin embargo, regresando al tema Cuba, esta isla fue el primer ejemplo de cómo el imperialismo moderno controlaba igual -o más- a una nación sin ocuparla militarmente: nacía el neocolonialismo. Los bancos y las empresas estadounidenses eran quienes controlaban no solo la economía cubana sino también los gobiernos. No hacía falta militares que representaran los intereses de la metrópoli en cada cuartel. De ello se encargaba la sujeción económica de la burguesía criolla a la gran potencia. El neocolonialismo crea países subdesarrollados donde la burguesía inevitablemente tiende a orbitar en torno al imperialismo. No existe -ni existirá- ningún caso de nacionalismo burgués que no termine claudicando al gran capital imperialista. Todos, llegado el momento de crisis, se encuentran con que el imperialismo no acepta más su independencia, ellos necesitan del apoyo imperialista y la clase trabajadora exige radicalización, no por testarudez comunista, sino porque simplemente quiere vivir mejor. Razón tienen los neoliberales cuando dicen que es necesario recortar para tener una buena economía: la parte que no aclaran es a cuál sistema económico se refieren. Quieren salvar al capitalismo y llega el momento en que la misma crisis del capitalismo hace que este se vea obligado a recortar medidas de bienestar social para poder salvarse como sistema. Obviamente, quien sale beneficiada es la gran burguesía y esta, con mucho amor a la patria que tenga, no dudará en económicamente someterse más a cualquier imperialismo. De hecho, el gran sueño de las burguesías nacionalistas no es destruir a los imperialismos, sino mantener excelentes relaciones con ellos. Esto lo vemos incluso en la crisis política y económica que genera la construcción del socialismo en un solo país y la burocratización del proceso una vez revolucionario. Uno de los grandes sueños del gobierno cubano no es, como lo fue a inicios de revolución, destruir el imperialismo sino tener excelentes relaciones con cada uno de ellos. 

China es tan imperialista que su exportación de capitales va acompañada de una política de rapiña. África sufre el extractivismo chino, pulpo que extiende sus tentáculos a Venezuela, Argentina, Bolivia y Chile vaciando sus minas -sobre todo del imprescindible litio-. China es una potencia imperialista que se opone a la expansión del imperialismo estadounidense porque chocan sus intereses económicos. Desde hace años, el principal banco del mundo es chino: el ICBC y entre los principales motivos porque se ha ganado ese galardón es por exportar capital en grandes volúmenes y con sedes en 49 países. La exportación de capital chino es de tal magnitud que el mismo presidente Milei, tan feliz en la toma de posesión de Trump, meses antes agradeció personalmente al embajador de China en Buenos Aires por la continuidad de un multimillonario préstamo. 

Entonces ¿cómo ser antiimperialista hoy si no se es anticapitalista? Oponerse a la expansión territorial e injerencia de una potencia no es necesariamente ser antimperialista. Eso es algo del pasado: los patriotas de la burguesía criolla contra la metrópoli. Después, los líderes de esos patriotas llegaban al poder reprimiendo a la clase trabajadora y tarde o temprano aliándose a algún imperialismo. En América Latina no hay una sola excepción. 

Oponerse al imperialismo moderno pasa por oponerse a la exportación de capitales y básicamente esto es oponerse al capitalismo. Lo otro es un nacionalismo hipócrita o ingenuo, donde de tomar el poder se verá obligado finalmente a claudicar, lo cual implica reprimir al pueblo. La misma Cuba lo demostró tristemente: tras la caída de la URSS, Fidel Castro se refugió en el nacionalismo y no en darle paso a la democracia socialista, es decir, la clase trabajadora controlando las decisiones económicas y políticas del país. 

A Trump se le enfrenta desde el anticapitalismo porque se está ante un presidente que dirige una potencia imperialista. El imperialismo, tenemos que entender de una vez, tendrá el mismo comportamiento ante todos los pueblos que logre someter y la burguesía de esos países se doblegará a sus metrópolis -aunque hayan sido nacionalistas-. De lo contrario, la rabia acumulada contra Estados Unidos puede hacer ver a la China imperialista como un imperialismo bueno. 

Ya los imperialismos se alinean incluso contra las políticas progresistas civiles que algunas vez ciertas potencias apoyaron -presionadas por décadas de lucha popular desde abajo-. Si antes Hitler y Mussolini fueron contra los judíos y los comunistas, hoy Trump, Musk y Putin van contra las personas LGBTIQ y los comunistas. Putin solo manipula la simbología soviética: abiertamente se identifica con Stalin y en sus discursos ataca a Lenin y la Revolución bolchevique. Que el economista trotskista ruso Boris Kagarlitski esté preso en las cárceles putinistas no es casualidad. Xi Jinping no se queda atrás: aplica una terrible política homófoba y persigue todo intento de oposición comunista.

No hay un antimperialismo que pueda existir sin una ideología anticapitalista. Lo otro es tener una vieja  práctica nacionalista donde se termina haciendo un pacto con el imperialismo o creyendo que alguna potencia imperialista puede ser el mal menor. 

Solo los oportunistas y los tontos pueden pensar que hoy no es la hora de las revoluciones socialistas. O la clase trabajadora toma el poder o el imperialismo destruirá a la humanidad.