"Guevara nos es muy útil para enfrentar la restauración capitalista que está ocurriendo en Cuba”

La siguiente entrevista al sociólogo e historiador cubano Frank García, realizada recientemente por el periodista argentino de La Izquierda Diario, Diego Dalai forma parte del dossier dedicado al Che Guevara publicado hoy por este medio de prensa. Es necesario destacar que mientras usted lee esta entrevista, miles de estudiantes argentinos protestan frente a la sede del parlamento nacional, a la vez que se han tomado más de 30 facultades exigiendo alza del presupuesto destinado a la educación. Adjuntamos el artículo que Diego Dalai escribiera como parte del mencionado dossier dedicado al Che en homenaje al 57 aniversario de su asesinato.

¿Cómo se ve hoy al Che en Cuba, desde la burocracia/gobierno y desde el pueblo trabajador y la juventud?

El gobierno cubano ha ido, incluso desde la época de Fidel, no solo burocratizando la imagen de Che Guevara, sino dándole cada vez más un carácter nacionalista. Esto parece un sinsentido ¿cómo darle un carácter nacionalista al Che Guevara? Simplemente presentándolo como un héroe que luchó por una revolución nacionalista, o, empleando términos más cercanos al discurso cubano: patriota. No es muy difícil de asumir este discurso en Cuba: está el ejemplo de uno de los más importantes líderes de las guerras independentistas, el dominicano Máximo Gómez. Pero Gómez luchó por la independencia de Cuba, ni de lejos por el socialismo. Entonces, con el Che se hace una adecuación similar. Tras la caída de la Unión Soviética, aunque Cuba continuó vindicándose socialista, toda la simbología marxista-leninista se desplomó. Las imágenes de Marx, Lenin, incluso sus libros, fueron literalmente echados a la basura. No era una orientación de la burocracia, sino consecuencia de identificar a la Unión Soviética con Marx y Lenin. A ello se le sumó que la burocracia cubana asumió, sin negar a Marx y Lenin en el discurso, una política cada vez más nacionalista. De esa manera, la única imagen que estaba en el V Congreso del PCC -el primero realizado tras la caída de la Unión Soviética-, era la de Che Guevara, pero no era recuperando aquel Che Guevara crítico de la Unión Soviética, sino como el ejemplo de que la Revolución cubana, por sus propias características, había podido sobrevivir al colapso de la URSS. Tampoco era complicado: las críticas del Che Guevara a la burocracia soviética pasan por alto el verdadero origen de la burocratización, la falta de control obrero, la falta de democracia socialista, nacida, obviamente, con Stalin.

Esta es la imagen que prima hoy en Cuba del Che Guevara: un héroe de la revolución, matizado por haber sido argentino y que se equivocó al escoger Bolivia para iniciar la revolución continental. Ojo con esto: no es el método, sino el lugar lo que en el imaginario colectivo cubano se piensa que fue el error del Che Guevara. Y esto es algo que incluso aparece en no pocos intelectuales revolucionarios cubanos.

Respecto a la juventud, desgraciadamente ha comenzado a crecer la idea en un sector de jóvenes que ven a Che Guevara básicamente como homófobo e incluso como un asesino. Ha calado mucho la propaganda de Estados Unidos en una juventud cada vez más desideologizada y es que en los Estados obreros burocráticamente degenerados el anticomunismo es el hijo no reconocido de la burocracia. Curiosamente, cuando se revisan los discursos del Che Guevara, y recomiendo hacerlo minuciosamente, no se encuentra esa homofobia que sí está presente abiertamente en Fidel Castro -sobre todo en los años sesenta-. Sin embargo, se ha repetido hasta el cansancio que Che Guevara fue el de la idea de las terribles Unidades Militares de Apoyo a la Producción que eran campamentos de trabajo forzado donde se recluían a personas LGBTIQ -sobre todo homosexuales y trans- y religiosos. La idea era que, supuestamente, el trabajo iba a “corregirles” sus “desviaciones”, a las cuales muchas veces las identificaban como “problemas ideológicos” ¡Imagínate! ¡Ser gay era producto de “problemas ideológicos” y al mismo tiempo ser gay era un “problema ideológico”! Pero si estas barbaridades se encuentran en varios discursos de Fidel Castro, yo, en varios años de lectura, no lo he encontrado en los discursos de Che Guevara. Desgraciadamente, esas mismas corrientes contrarrevolucionarias que llamaron a votar contra el matrimonio igualitario cuando el gobierno cubano lo llevó a referendo -la ultraderecha lo enfocaba como votar en contra del gobierno, sin importarle los derechos de las personas LGBTIQ-, han lanzado una permanente campaña contra el Che Guevara, acusándolo de asesino y homófobo, sin más fuente que las falsedades y distorsiones típicas de la contrarrevolución.


Comunistas Cuba tiene al Che como uno de sus referentes, ¿cuáles son los motivos centrales?

El impacto de la difamación contra el Che en el plano de la homofobia ha sido tan fuerte que en Comunistas Cuba tuvimos un compañero gay quien nos pidió retirar la imagen de Guevara. Eso fue un largo debate y aunque le expuse estos mismos planteamientos: que encontrara al menos un solo discurso homofóbico de Che Guevara -y no lo halló- sé que nunca quedó convencido. De hecho, terminó yéndose, mascullando ese como uno de los principales argumentos. Es decir, incluso dentro de un sector de izquierda, la imagen del Che Guevara se ha visto dañada. Agrego que esto también es causa de la burocracia cubana. Se ha generado un rechazo muy grande a todo lo que venga de ella y desgraciadamente, la burocracia cubana sigue vindicando al Che -aunque se nota que es cada vez menos, y ni de lejos se rescata su discurso anticapitalista-. Precisamente por el discurso anticapitalista es que en Comunistas Cuba, desde nuestra fundación, tomamos al Che Guevara como uno de nuestros referentes. Sus discursos contra la NEP de Lenin y contra el empleo de, “las armas melladas del capitalismo” -empleando su recurrida frase-, nos es muy útil para enfrentar la restauración capitalista que está ocurriendo actualmente. Además, en el primer texto que publicamos, ya el lejano 10 de junio de 2020, titulado Nuestra línea editorial -una especie de programa político-, decíamos que adoptábamos al Che Guevara como uno de nuestros principales referentes porque nos enseñó que “el deber de todo revolucionario es hacer la Revolución esparciéndola a nivel mundial”. Y ese ha sido una de las principales características de Comunistas Cuba: el internacionalismo. Si nos limitamos a Cuba terminamos siendo un medio crítico como cualquier otro: dejaríamos de ser comunistas. En consecuencia, el Che Guevara, máxima expresión del internacionalismo que salió de la Revolución cubana, tenía y tiene que estar en Comunistas Cuba.


¿Qué comparación podés hacer entre Fidel y el Che, hablando de coincidencias y diferencias?

La principal diferencia entre Fidel Castro y Che Guevara es que -más allá de las diferencias que se puede tener con el marxismo del Che-, desde antes del triunfo de la Revolución cubana, ya Che Guevara era un comunista y Fidel Castro, todavía al triunfar la revolución, no lo era. Esto no es algo nimio. Es un desfasaje que se irá viendo en la construcción misma de la Revolución cubana, el cual, además, fue un proceso muy personalista. Siempre me gusta citar al sociólogo cubano Juan Valdéz Paz cuando decía que Fidel Castro funcionaba como un subsistema político. Además, Che Guevara contó siempre con una gran autonomía desde dentro de la revolución misma. Quizá en buena medida se le respetaba, no solo por sus méritos, sino que se le daba una condición especial por ser el único alto dirigente extranjero. Por otra parte, ten en cuenta que en realidad el Movimiento 26 de Julio no funcionaba como un partido, sino como una gran coalición la cual, incluso en los primeros meses de la revolución, era casi mayoritariamente anticomunista. Che Guevara era una figura épica, que solo vino a tener cargos importantes en 1960 y cuyo poder va creciendo según se radicaliza la revolución. Pero cuando te pones a estudiar la Revolución cubana, te das cuenta que la capacidad de decisión del Che Guevara siempre estuvo muy limitada. Era uno de los principales dirigentes, pero el estalinista PSP siempre tenía más fuerza que él. Y es que el ala izquierda del M-26 en realidad nunca llegó a agruparse como una organización. Era una organización con un programa que iba variando según la coyuntura y según el líder. Entonces ves a un máximo líder -Fidel Castro-, cuya verdadera raíz siempre fue el nacionalismo y por otra parte un dirigente épico -Che Guevara-, comunista, con una gran capacidad de convocatoria, pero firmemente disciplinado, en el cual jamás se ve un desafío público al jefe. Sin embargo, como la formación marxista del Che proviene del estalinismo, te das cuenta que también hay una alta dosis de nacionalismo en Guevara. Por eso yo digo que el Che Guevara tiene un discurso político mucho más cercano a Mao que a Stalin: tanto Mao como Che propugnan la guerra de guerrillas, se oponen a la coexistencia pacífica y critican a la burocracia soviética, pero sin hacer un análisis de por qué degenera la Unión Soviética. En ambos casos no hay ninguna crítica a Stalin y esto es fundamental. Por eso ves que los dos casos escogidos por el Che Guevara para continuar la revolución, uno es básicamente nacionalista -el Congo Kinshasa- y el otro, es una organización que si bien había roto con la Unión Soviética, seguía siendo profundamente burocrática: el PC boliviano. Léase Revolución en la revolución de Regis Debray y se encontrarán unas críticas incluso absurdas al trotskismo. Si bien Debray traiciona a Che Guevara -al menos ideológicamente- y al parecer Che Guevara no era muy admirador de Debray, el periodista francés fue parte de la guerrilla boliviana y para ello se hacían rigurosas selecciones.


¿Cómo analizas vos la salida del Che de Cuba? ¿Expresa alguna diferencia con Fidel o simplemente quería reproducir la experiencia cubana en otro país?

Personalmente veo la salida de Che Guevara como una decisión tomada desde incluso antes del triunfo de la Revolución cubana. Solo es revisar los discursos del Che y se encuentra esta decisión tomada. Lo otro es conjeturar. Yo no apoyo la idea, para nada, de que el Che decide irse de Cuba porque cuando da el herético discurso de Argel Fidel lo enfrenta en privado. Para mí, el revolucionario discurso de Argel es consecuencia de que ya Che Guevara tiene tomada la decisión de irse, ya está todo decidido y preparado, así que aprovecha esa tribuna como un último momento para lanzar una advertencia pública antiburocrática. Que además, llamo a leer ese discurso, y verán que tampoco es una ruptura tan radical como se dice.


Varios dirigentes o intelectuales trotskistas han planteado que el Che y Trotsky tienen muchos puntos de contacto, ¿qué opinás de eso?

Creo que Che Guevara y León Trotsky tienen, entre otras cosas, el punto común de haber sido los grandes líderes revolucionarios que secundaron a un gran jefe, a pesar de las diferencias que tenían. Este año se publicó un libro de Alejandro Horowicz que vamos a presentar en el 3er. Evento León Trotsky: Lenin y Trotsky. Los dragones de Marx, que, si lo vamos a resumir -y reducir- en una oración, diríamos que se centra en las polémicas y diferencias de Lenin y Trotsky sostenidas entre 1903 y 1917. Pero esas diferencias, como se ven en el libro de Horowicz, están bien documentadas. Sin embargo, cuesta trabajo encontrarlas en Che Guevara y Fidel Castro, lo cual no quiere decir que no estén escritas. Estas básicamente son polémicas indirectas, centradas, al igual que Lenin y Trotsky, antes del triunfo de la revolución. Recomiendo al respecto la lectura de Diario de un combatiente, que pudiera parecer inicialmente un libro limitado a las anécdotas del Che en la guerrilla cubana, pero cuando se lee detalladamente, ahí están las diferencias políticas entre ambos líderes: sobre todo, entre Che Guevara y el M-26 -¿Trotsky y el Partido Bolchevique antes de 1917?-. Ambos -Trotsky y Che- tuvieron el gran mérito de sobreponer las diferencias por encima de la revolución. Ambos, también, ideológicamente, están obsesionados con la revolución mundial porque saben que de no expandirse la revolución, al menos regionalmente, el proceso revolucionario puede morir. Ambas revoluciones murieron, no bajo las bayonetas de la burguesía, como sucedió con la Comuna de París, la Alemania de Rosa Luxemburgo o la Hungría de 1919, sino precisamente porque no se expandió la revolución. Para más, tanto Trotsky como Che supieron ver el peligro contrarrevolucionario de la degeneración burocrática: la raíz principal de una inevitable restauración capitalista -si se seguía ese rumbo-. Lo que, repito, para comprender la burocratización de una revolución siempre será mucho mejor el análisis de Trotsky que el del Che Guevara.


¿Cuál es tu opinión sobre el gran debate económico de 1963-64 y qué relación podés hacer entre aquello y la orientación económica actual de la burocracia del PCC y del gobierno cubano?

Cuando se estudia la polémica económica de 1963-1964 en la Revolución cubana, te das cuenta que el Che estaba solo. Fidel Castro nunca toma partido por él públicamente, y, por la parte estalinista, no solo está el ministro Alberto Mora defendiendo el cálculo económico, sino el gran teórico del PSP: Carlos Rafael Rodríguez, quien tiene a su vez toda la artillería de la prensa pesepista, el periódico Hoy. Por el contrario, el periódico del M-26, Revolución, no cierra filas unánimemente con Che Guevara y esto te das cuenta que es, básicamente, porque Fidel intentaba tejer sobre todo, la unidad de las fuerzas políticas. Hay muchos ejemplos a lo largo de los sesenta de cómo a Fidel no le importa tanto el planteo político, sino el hecho de lograr la unidad de las organizaciones políticas. Como el PSP es casi siempre una de las partes y como el PSP se había constituido en segunda fuerza política de la revolución, Fidel Castro termina favoreciendo, de una u otra manera, a los estalinistas. En medio de esta soledad, Che trae a Mandel. Es toda una declaración de principios: Che sabe perfectamente que el PSP conoce muy bien quién es Mandel, básicamente, una de las principales figuras del trotskismo internacional. Sobre Mandel y Che Guevara recomiendo un excelente y novedoso artículo de Eric Toussaint publicado recientemente titulado Ernest Mandel, la Cuba revolucionaria y el Che Guevara. Aquí es necesario tener en cuenta algo: Mandel no apoya a los trotskistas cubanos. Esto es clave para tener en cuenta que cuando se trata de vincular al Che con los trotskistas, se entienda que el Che no cae en el sectarismo y sostiene relaciones con diferentes tendencias -aunque estas relaciones tuvieron matices-. Es decir, Che, más allá de si concordaba o no con los trotskistas, ya sabía que existían diferentes trotskismos. Che tendría relaciones políticas, al menos que hasta hoy se conozca, como mínimo con tres tendencias trotskistas: la de Nahuel Moreno -recordemos que incluso el Vasco Bengochea, cuadro morenista, visitó La Habana precisamente para solicitarle al Che que Cuba apoyara al revolucionario peruano Hugo Blanco, pero volvió a Argentina intentando organizar una guerrilla de corte guevarista-; la internacional de Mandel y los posadistas cubanos. Si hacemos un balance vemos que en realidad, de estos tres trotskismos, fue Mandel quien le resultó más atractivo al guerrillero argentino: Che Guevara critica en diferentes ocasiones a Hugo Blanco -y en consecuencia al naciente morenismo-; y nunca apoyó al posadismo -solo intervino en la liberación de los trotskistas cubanos y en ningún lugar aparece que estuviera de acuerdo con ellos, aunque los respetara-. No olvidemos que aunque Che tenía en su ámbito laboral a varios posadistas -entre ellos, Roberto Acosta, número dos del trotskismo cubano- y debatía con ellos, en realidad, Guevara no polemizaba con la Internacional Posadista. Los debates del Che con los trotskistas cubanos eran personalmente y como parte de las relaciones laborales del momento, pero no existía una polémica Guevara vs. Posadas o Guevara vs. el partido trotskista cubano.

O sea, al único trotskista con el que Che Guevara sostiene relaciones positivas, continuadas y promovidas por él, es con Mandel, de quien sabía a cuál organización representaba. Obvio, además del talento del economista marxista belga, tengamos en cuenta algo muy importante: en aquella época la internacional de Mandel -el Secretariado Unificado- era casi acrítico con la Revolución cubana. En cambio, los posadistas cubanos, de una manera u otra, eran la única oposición marxista en Cuba, por no hablar de las continuas críticas de Moreno al mismo Che Guevara. Vale decir que el encuentro de Moreno y Guevara en Uruguay fue a solicitud de Moreno y no promovido por el Che. Fue el primer encuentro del morenismo solicitando apoyo a Hugo Blanco, el cual, obviamente no darían porque Cuba prefirió crear su propia guerrilla en Perú: el Ejército de Liberación Nacional dirigido por Héctor Béjar. Es decir, era más cómodo sostener relaciones con una organización que concuerda con tu línea política, que con alguien que te realiza duras críticas continuamente.

En 1966 Posadas hablaba de una supuesta oposición revolucionaria guevarista dentro de la dirección cubana. Nada más lejos de ello: quienes trabajaban directamente con el Che eran acríticos con Fidel Castro -salvo los trotskistas, que para 1966 ya están fuera de toda órbita del poder-. El único caso que podemos encontrar es el ministro del Azúcar, Orlando Borrego -designado en ese cargo por el Che Guevara- quien se va a oponer a la realización de la famosa Zafra de los Diez Millones, argumentando que esta no se iba a poder cumplir -como se sabe esa zafra, supuestamente, sería la palanca para un gran salto económico pues la URSS las compraría a precios muy favorables-.

Sin embargo, Borrego no se va a oponer públicamente a Fidel Castro, ni tampoco lo hará de manera interna. Él mismo pidió la renuncia. El triunfo definitivo del modelo soviético es en 1971, precisamente cuando no se pueden hacer las 10 millones de toneladas de azúcar. Pero lo más duro es el fin de la polémica, que, en realidad no termina en 1964, sino en 1975, cuando Fidel Castro la concluye abiertamente en el 1er. Congreso del PCC. En el discurso inaugural del 1er. Congreso, bajo la supervisión directa del PC de la Unión Soviética, Fidel critica públicamente al modelo propuesto por el Che: el sistema presupuestario. Lo dice con nombre y apellido. Nunca me ha quedado claro si en realidad Fidel Castro estaba convencido de esa crítica -es un discurso terrible- o fue una movida política para cumplir con las exigencias del Kremlin a cambio de la ayuda económica. Casi diez años después, casi a la par de la perestroika, Fidel resucita al Che Guevara, empleándolo como paradigma del llamado Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas el cual, aparentemente, fue una política contra la burocratización de la revolución -ya para entonces completamente plegada a la URSS-. Sucedía que en realidad desde la llegada de Andrei Andropov al poder -1982, al fallecer Brezhnev- las relaciones políticas entre Cuba y la URSS fueron enfriándose. Para 1982 la guerra en Afganistán estaba complejizándose militarmente en contra de la URSS. Esto -sumado al pragmatismo de Andropov-, provocó que cuando Raúl Castro visita la Unión Soviética a fines de ese año para preguntar sobre el apoyo soviético en caso de agresión yanqui a la isla -pocos meses después EE.UU. invadía Granada-, el mismo Andropov le dijera a la delegación cubana que ellos no apoyarían militarmente a La Habana.

El punto más crítico en el distanciamiento de las relaciones entre Cuba y la URSS fue con la llegada de Gorbachov y Che Guevara era, precisamente, la antiperestroika. Es cuando Fidel Castro resucita al Che Guevara para rearmar políticamente al PCC ante la crisis ideológica que comenzó a darse con Gorbachov -pero rearmarlo, solamente, con el Che Guevara como ejemplo de resistencia, matizado por el nacionalismo y, en el caso de la óptica fidelista, sí planteando a un Che Guevara opuesto al empleo de las “armas melladas del capitalismo” para la construcción del socialismo-.

Por último, quería decir algo sobre el Che en la Argentina de hoy. Cuando Che falleció, Nahuel Moreno, que le había hecho fuertes críticas, dijo que Guevara era un mártir de la revolución permanente. Sin embargo, es triste ver cómo en Argentina, la imagen del Che está hegemonizada por quienes, o se opusieron a Guevara desde el reaccionario Kremlin, o por quienes traen un programa completamente nacionalista -tanto, que el Che los hubiera despreciado-. Ojalá los trotskismos argentinos se reapropien de Guevara y en las marchas contra el gobierno ultraderechista de Milei, y sobre todo contra el Estado burgués, enarbolen la imagen del Che como mismo se vio en los años sesenta. La lucha contra Milei es transicional: es un gobierno burgués, pero la caída de un gobierno no implica la caída del Estado. La lucha contra el Estado burgués es la fundamental y en esto último, Che Guevara es uno de los más grandes ejemplos a seguir.

57 aniversario de su asesinato. El Che Guevara, un joven estudiante que decidió dar su vida por la revolución

por Diego Dalai


Se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Ernesto Che Guevara a manos de un esbirro del dictador boliviano René Barrientos, bajo la supervisión de la embajada yanqui y la CIA. En estas líneas buscaremos reflexionar en torno a su figura porque si bien siguió una estrategia que no compartimos, defendió ideas clave que hoy, en un contexto de crecimiento de la ultraderecha en varios países, sirven para construir una estrategia revolucionaria con la cual enfrentarla consecuentemente, sin caer en las falsas salidas que proponen las oposiciones “nacionalistas” o “progresistas”.


De estudiante de medicina a militante por el socialismo

En primer lugar, un rescate que se impone del Che en el contexto político actual donde la ultraderecha ha llegado al poder en varios países y a la par de ajustes brutales plantea una “batalla cultural” en favor de las salidas individuales, es su opción por los sectores explotados y oprimidos y por una salida colectiva. Ernesto Guevara provenía de una familia que pudo garantizarle un buen nivel de vida a lo largo de toda su infancia y juventud, por lo que no tuvo mayores problemas que el asma que lo acompañó toda la vida. Siendo estudiante de medicina pudo alternar sus estudios con viajes a distintas partes del país, en algún caso contratado por trabajo y otras a su propia costa, con los que saciaba su espíritu aventurero.

Con 23 años hizo su primer viaje por Latinoamérica, pero este también sería un viaje interno, porque alteraría su vida tras toparse con la situación social de miseria y explotación que sufrían los obreros mineros en Chile, los campesinos en Bolivia y en Perú, o los pueblos originarios de la Amazonia. Al mismo tiempo, iba cayendo en la cuenta de que la responsabilidad correspondía a los empresarios yanquis y de otros países imperialistas y de los gobiernos locales que los avalan.

Decidió no mantenerse al margen y poner sus conocimientos de medicina al servicio de esos sectores desposeídos, influenciado en parte también por el doctor y militante comunista peruano Hugo Pesce. Regresó a terminar la carrera lo más pronto posible y así poder emprender su segundo viaje, pero esta vez con otros objetivos. Él mismo lo expresó en uno de sus diarios: “la persona que escribe estas líneas murió (…) vagabundear a través de nuestra América me ha cambiado más de lo que yo pensaba” (citado en Che. La vida por un mundo mejor, Pacho O’Donnell, 2003).

Esta vez su periplo lo llevó hasta Centroamérica, a la Guatemala de Jacobo Árbens, un gobierno democrático (electo en 1950) que entre otras medidas populares osó intentar una reforma agraria que afectaba los intereses del monopolio yanqui United Fruit Company (algo así como la Monsanto de nuestros días) y que en 1954 provocó un golpe de estado/invasión dirigido directamente por la Casa Blanca.

Guevara se ofreció como voluntario para atender a los heridos, y se sumó a la muchedumbre que esperaba armas en los cuarteles del ejército. Árbens, militar y político progresista pero capitalista, se negó rotundamente a semejante cosa (parecido a cómo Perón enfrentó el golpe reaccionario de 1955), y capituló rápidamente frente a la derecha y el imperialismo que impusieron una férrea dictadura. Durante su estadía, Guevara entró en contacto con exiliados cubanos que habían peleado en el asalto al cuartel Moncada junto a Fidel Castro. Uno de ellos lo cargaba por su forma de hablar: había nacido “el Che”.

Perseguido, logró exiliarse en México, donde lejos de proponerse regresar a la Argentina y llevar una vida tranquila y acomodada ejerciendo como médico, redobló la apuesta sumándose a la expedición que preparaba Fidel Castro a Cuba para enfrentar a la dictadura de Fulgencio Batista. Para este momento, ya había adoptado ideas fundamentales del marxismo leninismo (aunque a través de fuentes stalinistas) y se había hecho consciente de que no alcanzaba con la caridad o la ayuda social; era indispensable un cambio de raíz, revolucionario, que liberara a los pueblos de la opresión imperialista y de los capitalistas que explotan el trabajo de millones.


Cuba: sin dormirse en los laureles

Esta actitud de poner por delante el interés común al interés individual y jugarse por entero a un proyecto de cambio social colectivo es uno de sus aspectos más revolucionarios que lo acompañó hasta el final de su vida. Tras la revolución cubana, en la que jugó un papel central convirtiéndose en uno de sus principales dirigentes, fue uno de los pocos (sino el único) que rechazó los privilegios materiales que implicaban los puestos de dirección estatal, y uno de los pocos que hacía trabajo voluntario los domingos para convencer y motivar con el ejemplo.

El Che Guevara fue sin dudas el ala izquierda de la Revolución cubana. No solo por oponerse a las tendencias burocráticas, sobre las que volveremos luego. De su participación en el proceso revolucionario cubano, hay que destacar su acción al frente del ministerio de Industrias entre 1963 y 1964. Allí dio una fuerte lucha política contra el ala stalinista del gobierno (que respondía a la burocracia del Kremlin), que quería mantener a Cuba como monoproductora de azúcar (para subordinarla a la URSS) y organizar la economía en base a la descentralización, autofinanciación y competencia entre las empresas estatales y entre los trabajadores mediante premios por productividad.

A esta orientación que introducía fuertes mecanismos capitalistas en la economía nacionalizada, el Che le opuso una centralización basada en las necesidades sociales y la planificación económica. En este sistema el dinero solo funcionaba como herramienta contable (no como medio de acumulación), y el aumento de la productividad y calidad del trabajo se buscaba mediante la concientización y motivación de los trabajadores de que estaban construyendo una nueva sociedad infinitamente superior en todos los aspectos a la capitalista.

En esto que se conoció como el Gran Debate Económico y que constituye uno de los mayores aportes de Guevara a las discusiones marxistas sobre el período de transición al socialismo, el Che, además de estudiar en pocos meses la gran obra de Marx y Engels, El Capital, se apoyó en la corriente trotskista encabezada por Ernest Mandel. Un hecho interesante teniendo en cuenta que sus opositores estaban apoyados por los mejores intelectuales solidarios de la burocracia stalinista del Kremlin como Charles Bettelheim.

Guervara salió derrotado de la polémica y se impuso la línea stalinista que explica en buena parte el desastre económico que luego sufrirá Cuba con la desaparición del llamado bloque socialista a fines de los años 80. No vamos a analizar acá los varios factores que llevaron a esa derrota política del Che, pero señalemos el que, a criterio de quien escribe, fue el principal: el sistema que proponía no podía llevarse adelante sin la organización democrática de los trabajadores, empezando por cada unidad de producción, en cada rama de la economía, en cada ciudad y región, y a nivel nacional. Solo las masas autoorganizadas y autodeterminadas pueden desarrollar un sistema como el que proponía el Che que ―más allá de tener innegables elementos voluntaristas y de proponerse objetivos muy acelerados para una economía atrasada y dependiente como la cubana―, en trazos generales seguía el programa marxista para la época de transición al socialismo.

Sin esa organización en consejos obreros, campesinos y populares, donde las masas sean verdaderamente sujetos del cambio social y puedan desarrollar toda su iniciativa y creatividad, las tendencias burocráticas y el peso de la estructura económica dependiente del mercado internacional, se terminarán imponiendo. En última instancia, sin el “auxilio” de la revolución internacional la transición al socialismo no es posible, mucho menos en un país subdesarrollado. Pero la autoorganización de las masas resulta una condición imprescindible para reorganizar el país sobre bases socialistas, una condición que el Che no vio jamás, preso como estaba de una concepción de la revolución basada en un partido-ejército que dirige el proceso y las masas se limitan a acompañar las decisiones de los dirigentes.

Volviendo al punto de su actitud desprendida de intereses y ambiciones individuales, digamos por fin que podría haber elegido ser simplemente un burócrata más dentro del nuevo Estado cubano en el que para mediados de los años 60 avanzaba a paso firme un proceso de burocratización en el gobierno y en los distintos estratos de dirección del partido (entonces PURSC, luego PCC), de los sindicatos, los CDR, milicias, etc. Muy por el contrario, el Che renunció a sus cargos para desarrollar la lucha antimperialista, primero en el Congo junto al movimiento lumumbista y luego en Bolivia contra la dictadura de Barrientos, con la idea de extender la revolución a otros países. Esto lo separó tajantemente de la burocracia castrista que se consolidaba, aunque no pudo dar una batalla de conjunto contra ella por la propia concepción que acabamos de criticar.


“Revolución socialista o caricatura de revolución”

Otro de los aspectos revolucionarios que tenemos que rescatar de Guevara es su firme convicción de que solo la revolución socialista puede resolver el problema de la independencia nacional respecto del imperialismo y el atraso al que nos condena. En uno de sus últimos escritos Crear dos, tres… muchos Vietnam. Mensaje a los pueblos a través de la Tricontinental, planteó la cuestión sin dejar lugar a dudas: “las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo y solo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución”.

Casi 60 años después (lo escribió en 1966 antes de su partida a Bolivia), esta conclusión está más vigente que nunca y resulta fundamental para orientarse políticamente en cualquier país dependiente del imperialismo. Los capitales nacionales, ya sean agrarios, industriales o de servicios, en mayor o menor proporción están asociados a los capitales extranjeros; dependen de ellos para acceder a insumos o maquinarias, o para vender la producción; o quedan subordinados indirectamente por la creciente incidencia que tienen sobre el conjunto de la economía nacional.

En el caso del campo, en la actualidad es indiscutible la hegemonía de Monsanto y algunos otros gigantes extranjeros que se llevan el grueso de la producción cerealera y dejan millones de toneladas de agrotóxicos regados en nuestros suelos. En la industria automotriz la situación es similar, con una miríada de autopartistas, muchas veces PYMES, que deben producir para las grandes marcas imperialistas. Lo mismo electrodomésticos o máquinas-herramientas que son importadas o en el mejor de los casos ensambladas. La industria alimenticia, también la encontramos mayormente en manos extranjeras o asociados a ellas.

Por eso la burguesía nacional no puede romper con el imperialismo, porque sus propios intereses están ligados a los imperialistas, aunque se lleven las migajas. La historia está repleta de casos donde los partidos y políticos que representan directamente o indirectamente a estos sectores capitalistas, han gobernado cediendo algunos derechos a los trabajadores y disputando porciones de la riqueza nacional a los monopolios imperialistas, pero siempre garantizando las bases del estado burgués: la defensa de la gran propiedad local y extranjera, la defensa de las ganancias de estos capitales, y el control social por distintas vías (desde la contención a la represión) para impedir la revolución.

El peronismo (en sus versiones progresistas), el chavismo (en su versión original) y otras corrientes similares, siempre se mantuvieron dentro de esas coordenadas. Toda vez que utilizaron la figura del Che, no fue más que para engañar a quienes quieren luchar por un cambio social a favor del pueblo trabajador. Atraerlos con una simbología de izquierda para llevarlos detrás de un programa burgués “nacional” o “progresista” que no cambia nada fundamental. El caso del kirchnerismo es muy claro, al tiempo que pusieron al Che en la Galería de los Patriotas Latinoamericanos en la Casa Rosada, pagaban miles de millones de dólares al FMI y otros acreedores internacionales de una deuda claramente ilegítima y garantizaban las ganancias de los monopolios extranjeros como Monsanto, grandes mineras o Chevron en Vaca Muerta.


¿Qué aporta la vida revolucionaria de Guevara a la juventud de hoy?

Hace 57 años la consigna del Che se chocaba con los postulados stalinistas de la conciliación de clases, la vía pacífica al socialismo y la coexistencia con el imperialismo. Hoy sigue chocando con los falsos discursos de que el Estado (capitalista) puede regular al mercado o asistir y mitigar la pobreza sin tocar los intereses de los grandes capitales. Lo único que han conseguido las corrientes que pregonan esas utopías es fortalecer a la derecha. Y ni hace falta decir que sus ideas han quedado definitivamente opuestas por el vértice a la burocracia gobernante del Partido Comunista de Cuba que está avanzando abiertamente en la restauración del capitalismo haciéndole pagar los costos al pueblo trabajador con ajustes draconianos (que no tiene nada que envidiar a las recetas neoliberales) y represión.

El espíritu revolucionario de Guevara quedó limitado por su teoría del foco guerrillero y su concepción de la revolución dirigida por un partido-ejército, ideas que se oponen a la insurrección de las masas autoorganizadas y dirigidas por un partido revolucionario como concibieron Marx y Engels, Lenin y Trotsky. Nunca comprendió que en la época imperialista la clase obrera es la única que puede encabezar la revolución porque es la que tiene los medios de producción al alcance de la mano, y quedó encerrado en la utopía de un sujeto-campesino. Sin embargo, queremos rescatar su legado revolucionario porque apunta en el sentido correcto de que para resolver los grandes problemas sociales tenemos que enfrentar a los capitalistas, extranjeros y nacionales, que en esa lucha habrá que enfrentar la represión de las clases dominantes y sus gobiernos ―incluso apelando a dictaduras genocidas como vimos en los años 70 en el Cono sur latinoamericano―, y que esta lucha tiene que ser a nivel internacional y por el socialismo.