Este domingo -21 de septiembre- Sri Lanka escogió un nuevo presidente. Lo normal es que los comicios presidenciales de esta pequeña isla ubicada al sur de la India tiendan a pasar desapercibidos. Sin embargo, las elecciones srilankesas del domingo ahora son noticia global: el motivo es que ganó las elecciones un partido comunista, el Frente de Liberación Popular.
Las imágenes que llegan desde Sri Lanka no dejan de ser emotivas: las marchas de festejo por la victoria del FLP se realizan con gigantografías de Marx, Lenin y Engels, acompañadas por multitudes de banderas rojas con la hoz y el martillo. No faltan los retratos de Rohana Wijeweera, conocido como el Che Guevara de Sri Lanka -entre otras cosas, porque adoptó la estética del épico guerrillero argentino: boina negra con estrella, barba y pelo ligeramente largo-, líder histórico del FLP.
A simple vista pareciera que Sri Lanka pudiera comenzar entonces a convertirse en otro ejemplo de construcción del socialismo por la vía electoral y el recién electo presidente, Anura Dissanayake, pudiera ser un nuevo Allende. Sin embargo, si bien es cierto que el FLP mantiene una fraseología expresamente comunista, el discurso de Anura al anunciar el triunfo electoral no contiene ninguna alusión al marxismo, ni trae un programa socialista. En sus discursos Anura Dissanayake habla insistentemente de dos graves problemas que asolan el país: los conflictos étnicos y la corrupción. En su discurso de cierre de campaña Dissanayake resumía su programa político en la siguiente frase: “Formemos un gobierno que construya el país. Es un gobierno que detenga el robo, castigue a los políticos que robaron la riqueza del pueblo y recupere la propiedad robada del pueblo”.
Si bien la derecha ha lanzado una campaña de miedo alertando que el país se sumirá en un baño de sangre, el triunfo del comunista FLP puede ser tan insulso como otros casos de la historia. No necesariamente Dissanayake tiene que terminar siendo Allende. Ya en 2008 otro partido comunista ganó las elecciones presidenciales y terminó su mandato sin ser derrocado por un golpe militar. Entonces fue Chipre -casualmente otra isla- ubicada en el estratégico Mediterráneo. El épico partido comunista chipriota, rebautizado durante la Guerra Fría como Partido Progresista del Pueblo Obrero -AKEL por sus siglas en griego-, gobernó durante cinco años, teniendo como presidente al ya fallecido Dimítris Christófias. Venían de dos elecciones parlamentarias con triunfos abrumadores ¿Qué sucedió entonces para que Christófias pudiera concluir su mandato sin golpe militar mediante ni intervención de potencias imperialistas? En realidad la pregunta debiera ser: ¿qué no hizo el gobierno del AKEL? Pues el Partido Progresista del Pueblo Obrero se comportó como el más decente de todas las socialdemocracias. Sus cambios fueron tan ligeros, y desgraciadamente coincidieron con la crisis mundial de 2008, que perdieron el gobierno y no han vuelto al poder.
Más cerca de Sri Lanka también gobierna otro partido comunista electo por la vía electoral: igualmente desde 2008 Nepal es gobernado, casi ininterrumpidamente, por una sucesión de varios partidos comunistas -maoístas, para ser más precisos-. El país -único en el mundo cuyas provincias, estados en el caso nepalí, no tienen nombre- continúa siendo plenamente capitalista.
¿Por qué sucede esto? Nótese que tanto en el caso chipriota, como el nepalí, son partidos de origen estalinista. Los partidos comunistas orientados por Moscú, tras la disolución de la URSS -si sobrevivieron- terminaron torciendo a lineamientos cada vez más socialdemócratas. Los que una vez habían sido radicales maoístas, aún sin decirlo, también terminaban desarrollando políticas conciliadoras. Esa es la principal característica del estalinismo: la conciliación de clases y por tanto, la traición implícita al marxismo.
Alguien pudiera recordar que en el caso de Sri Lanka el FLP viene de una tradición insurgente: lideró una insurrección revolucionaria en 1971 y formó parte activa de la guerra civil de 1983 -marcada en gran medida por el separatismo tamil-. A ello se le pudiera agregar que en 2022 el gobierno de Sri Lanka cayó por fuertes protestas populares. Sin embargo, cuando los maoístas nepalíes llegaron al poder llevaban años dirigiendo guerrillas y su triunfo electoral también estuvo marcado por una gigantesca protesta popular.
Son imágenes hermosas las que llegan de Sri Lanka, pero, después de los primeros latidos, cada comunista debiera serenarse y pensar en que nada se debe esperar de los hijos del estalinismo.