¿Qué debe hacer la izquierda con Maduro?

 



Hace más de 72 horas que el presidente del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, Elvis Amoroso, anunció que Nicolás Maduro había sido reelecto como presidente y, todavía, no se ha dicho cuántos votos obtuvo la alianza oficialista en cada estado, municipio y parroquia. Si el gobierno venezolano hubiese presentado -como siempre hizo- las cifras detalladas de los resultados electorales, aunque la oposición no los hubiera aceptado, las denuncias de María Corina Machado habrían terminado reducidas a deseos y no hechos. Algunos cerrados defensores de Maduro han llegado a decir que el sistema electoral venezolano no contempla la presentación de las actas electorales, pero si estos especialistas en el tema no sufren de enfermedades neurodegenerativas, seguro recuerdan que tanto cuando Chávez, como en las elecciones presidenciales bajo Maduro, el CNE informaba -tal es su obligación- de los números obtenidos en cada división territorial. 

Si era imposible de esconder que el gobierno de Maduro había tomado una deriva completamente no solo autoritaria, sino también políticamente fraudulenta -en especial contra la izquierda marxista-, ahora el mundo está ante un nuevo tipo de gobierno: en Venezuela las elecciones presidenciales no tienen ninguna garantía y no existen pruebas que fundamenten el triunfo electoral de Maduro. Las próximas elecciones presidenciales serán una total incógnita. Maduro comenzará a gobernar con la única evidencia de que lo apoyan sus militantes y los militares.

“Evidentemente Maduro no preparó el fraude”, comentaba recientemente un seguidor de Hugo Chávez en redes sociales, quien ahora ha roto por completo con el presidente de facto venezolano. Tal cual: Maduro, en su prepotencia política, seguro consideró que ganaría las elecciones, como mismo Díaz-Canel el 11 de julio de 2021 pensó que los manifestantes de San Antonio de los Baños lo iban a recibir gritando consignas del PCC y lo único que obtuvo fue abucheos. 

Pero, aunque parezca ingenua la pregunta ¿Por qué Maduro se aferra tan obtusamente al poder? Si bien es cierto que, como decía un exmandatario italiano: el poder no desgasta, lo que desgasta es no tener poder, el caso del oficialismo venezolano va más allá de disfrutar los placeres burgueses de gobernar. Sucede que los políticos oficialistas venezolanos si pierden las elecciones no podrán ir a sus casas y continuar sus vidas en la oposición hasta que quizá vuelvan a ganar. La derecha no les ha dado ninguna garantía de transición y a muchos de ellos les aparecería más de un cargo por corrupción. Como dijera un periodista argentino: si el chavismo pierde sus representantes se tendrán que ir o “morirse de aburrimiento en Cuba o a morirse de frío en Bielorrusia”: lo cual es cierto, solo les esperaría exilio o cárcel. Tal vez no: tal vez si el madurismo hubiera sabido negociar una jugosa transición todo pudiera pasar como el juego del gato y el ratón que hace la derecha argentina con los altos políticos peronistas. Sin embargo, Maduro y su equipo no supieron garantizarse ninguna transición salva: si en algún momento lo hubieran podido hacer, ahora han enterrado toda posibilidad de ello. En consecuencia, el madurismo ha demostrado que hará cualquier cosa por librarse de juicios y persecuciones. Sin embargo, el fraude nunca es la respuesta, sino una traición a la clase trabajadora.

Hablando de clase trabajadora, es necesario recordar que desde las elecciones parlamentarias pasadas, Maduro venía combatiendo con más fuerza a la izquierda opositora que a la oposición derechista ¿Por qué reprimir organizaciones que en realidad tienen poco impacto entre el electorado? Sucede que tanto las disidencias chavistas, como el Partido Comunista de Venezuela y las organizaciones trotskistas venezolanas son un verdadero peligro político para Maduro: esas organizaciones son las que en realidad hablan sobre los derechos de la clase trabajadora o que incluso rescatan el discurso originalmente radical de Hugo Chávez. El falso discurso izquierdista de Maduro caería ante una sólida oposición marxista. En el encuentro de partidos comunistas que tuvo lugar en La Habana hace dos años, el PCV calificó al gobierno madurista de neoliberal. Poco después, Maduro se “inventó” un Partido Comunista falso y le prohibió al verdadero PCV participar en las elecciones ¿Qué temía Maduro?: el hoy presidente de facto venezolano quería evitar que una organización comunista le dijera que él no es de izquierda. No fue una conducta novedosa: la prensa oficialista venezolana tenía prohibido hablar del bloque opositor de izquierda, Alternativa Popular Revolucionaria, que se presentó en las elecciones parlamentarias pasadas. El prestigioso periodista uruguayo radicado en Venezuela, Walter Martínez, que conducía el programa televisivo de análisis político Dossier, fue excluido de la prensa oficial venezolana por oponerse a Maduro…desde la izquierda.

La principal bandera de Maduro: presentarse como el representante máximo del pueblo humilde venezolano. Para Maduro recibir los ataques de la derecha tiene lógica e incluso refuerzan su -falsa- imagen del líder socialista que se enfrenta a la oligarquía; pero recibir ataques desde la izquierda solo lo hacen quedar como el rey desnudo que es. Sin embargo, ningún medio de prensa burgués va a hablar de la persecución contra la oposición de izquierda venezolana simplemente porque prefieren ayudar a la construcción de una salida más neoliberal que el mismo gobierno madurista. 

Un gobierno que defienda las libertades ciudadanas no necesariamente tiene por qué defender la igualdad social. Un gobierno que defienda la igualdad social no necesariamente tiene por qué defender las libertades ciudadanas. El siglo XX y lo que va del XXI están plagados de estos ejemplos. Es innegable el alto nivel de vida que tenía la clase trabajadora de la República Democrática Alemana, pero también es imposible de negar que era uno de los países con más represión y censura. Es necesario tener esto en cuenta para recordar quién es María Corina Machado: una liberal que llevará a la clase trabajadora venezolana a situaciones de mayor desigualdad social. 

Ante ello hay dos preguntas que o hacen los hipócritas o quienes no tienen conocimiento del asunto: ¿acaso la clase trabajadora venezolana puede estar peor? Sí, siempre se puede estar peor. Siempre un gobierno puede aumentar los precios de los servicios públicos, siempre puede privatizar y despedir. El segundo planteo, hipócrita o tonto, es que si María Corina Machado representa una salida igual o peor, entonces hay que apoyar a Maduro: completamente falso. Ese es un punto fundamental que no debemos olvidar: bajo un falso discurso de izquierda, Nicolás Maduro representa ante todo los intereses de un amplio sector de la burguesía venezolana y las transnacionales capitalistas. Que nadie caiga en la trampa de pensar que Maduro hoy es un revolucionario. No es casual que Estados Unidos no haya levantado tanto la voz: Nicolás Maduro está colaborando con Washington y no dudará en venderse al mejor postor para garantizar su débil gobierno. La salida es construir una oposición que sea la clase trabajadora organizada. 

¿Qué hacer entonces ahora que no existe una fuerte oposición de izquierda venezolana? Las calles venezolanas están llenas de marchas convocadas por opositores derechistas y no pocas acciones violentas ¿entonces la oposición venezolana de izquierda debe guardarse en la casa esperando a que la clase trabajadora le vaya a tocar la puerta? No: ahora es el momento exacto para que la pequeña oposición de izquierda, sobre todo la trotskista, salga a conquistar la calle. Venezuela atraviesa hoy por una crisis política y social que puede terminar derivando en una revolución. La lucha de clases dirá.