Dos años después, el 11 de Julio sigue siendo una herida abierta en la clase trabajadora cubana. No en la burguesía, que aquel domingo luminoso solo se dedicó a proteger sus negocios. No en la burocracia dirigente cubana, que tiembla cuando llega la fecha, llenando la ciudad de policías y militares, para después mentir en sus medios de prensa, diciendo que los “revolucionarios” salieron a enfrentar a los “contrarrevolucionarios”. Díaz-Canel, los voceros del gobierno cubano y sus amigos en el extranjero -entre los cuales se encuentra alguna triste excepción seudotrotskista, cuando el 11 de Julio todos los trotskistas revolucionarios estuvieron con la clase trabajadora-, alaban a los "revolucionarios" que fueron a defender la "revolución". Hace años la verdadera Revolución cubana murió asfixiada por la misma burocracia que ordenó la represión del 11 de Julio. Los "revolucionarios" de la antirrevolucionaria burocracia cubana fueron en su mayoría civiles quienes, sintiéndose impunes, salieron con palos gruesos de un metro de largo para golpear hasta hacer sangrar a trabajadores, trabajadoras y estudiantes que gritaban "¡Queremos alimentos y medicamentos!".
Mientras decenas de trabajadoras y trabajadores cumplen desproporcionadas sentencias en las cárceles cubanas, ninguno de los “revolucionarios” que golpearon a manifestantes pacíficos han sido llevados a juicio. Salvo los contrarrevolucionarios que tenían el respaldo de Estados Unidos, los presos del 11 de Julio son trabajadoras y trabajadores que solo tenían la ira como instrumento para hacer sentir su criterio.
La propaganda de la burocracia dirigente cubana ha centrado sus baterías en los violentos sucesos de la Esquina de Toyo y el barrio La Güinera. Sin embargo, los medios oficiales y sus voceros no hablan de la marcha encabezada por miles de personas que pacíficamente partieron desde el Capitolio y, cada vez la policía cortaba una calle, los manifestantes zigzagueaban por diferentes rutas porque no querían enfrentamientos. La burocracia dirigente cubana no puede hablar de ello porque tendría que reconocer cómo cientos de vecinos se fueron uniendo a la inédita marcha obrera desafiando a la burocracia represora. No pueden hablar de esa marcha nacida frente al Capitolio y reprimida en los alrededores de la Plaza de la Revolución porque fue la policía quien cargó contra los miles de manifestantes pacíficos y no los manifestantes quienes iniciaron la violencia. Después vino la sangre. Centenas de presos políticos, la burocracia aterrada, la clase trabajadora herida. Después ha venido la ira obrera que se expresa incluso en las urnas, con niveles de abstención hasta el momento nunca vistos.
La burocracia dirigente cubana ha borrado todo vestigio de democracia obrera, imponiendo un sistema represor, como solo puede suceder cuando se transita hacia el capitalismo. Las mayorías populares, al no tener la posibilidad de hacerse oír por las vías que instrumentara una verdadera democracia socialista, toman las calles, como sucedió el 11 de Julio y a lo largo del 2022.
Ni la sangrienta represión del 11 de Julio, ni un reforzado Código Penal, ni el despliegue de una terrible censura contra la intelectualidad crítica, logró evitar que el 2022 se caracterizara por pequeñas protestas populares en el interior del país, hasta alcanzar a La Habana durante finales de septiembre y principios de octubre. Entonces las obreras y los obreros hambreados cortaron rutas -incluso evitando la entrada de un tren a la capital-, pero desgraciadamente sin constituir asambleas populares; es decir, careciendo de un programa político con el cual lanzarse revolucionariamente contra la burocracia dirigente.
Sin saber el 11 de Julio que más del 50% del presupuesto el gobierno cubano lo destinaba a la construcción de hoteles -hoy ocupados solamente en un 15%-, las y los manifestantes sí intuían que la burocracia dirigente repartía muy injustamente la riqueza creada por la clase trabajadora. El gobierno cubano, como toda burocracia que alguna vez intentó construir el socialismo pero degeneró políticamente, subestima a las mayorías populares y se asombra cuando una bomba social les explota en la cara. Ve en los manifestantes del 11 de Julio al hijo desagradecido el cual le debe rendir culto toda la vida. Pero la clase trabajadora nunca ha sido un hijo mantenido, como los mismos burócratas contrarrevolucionarios quieren hacer ver para recortar el presupuesto destinado a las políticas sociales. La clase trabajadora es la que ha mantenido a la inepta burocracia dirigente, cada vez más degenerada políticamente: una burocracia que no recorta las prebendas de sus ministros, viceministros y la cúpula militar.
Sin alcanzar los niveles sangrientos y de organización que tuvieron las protestas en China en junio de 1989, la rebelión del 11 de Julio fue el Tianamen cubano. Como en la China de 1989, después de reprimir e imponer el terror el 11 de Julio, la burocracia cubana pasó a aplicar con una fuerza hasta el momento no vista el proceso de privatización, aplaudiendo desde sus medios de prensa el crecimiento de las "Mipymes" -eufemismo que usa para nombrar a la nueva burguesía-. Esta nueva burguesía muchas veces está vinculada directamente con el gobierno, teniendo los burócratas a sus familiares como testaferros.
Debido a la ausencia de una oposición comunista, la caída del Muro de Berlín en octubre de 1989, la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia un mes después, la rebelión cívico-militar rumana que en la Navidad de ese año concluyó con el fusilamiento de Nicolae Ceacescu, incluso las huelgas de los obreros polacos dirigidos por el sindicato Solidaridad, dieron paso a Estados burgueses implantándose gobiernos neoliberales. En buena medida esa es la consecuencia política de una burocracia dirigente que hasta su muerte habló de socialismo, reprimiendo a la clase trabajadora, la cual decía representar. Sin una oposición comunista, la clase trabajadora, desarticulada por décadas de represión, agobiada de una propaganda la cual paradójicamente le hizo creer que el desastroso sistema represor era socialismo, tiende a apoyar inicialmente cualquier propuesta no socialista.
Es aquí cuando nosotros proponemos la constitución de un frente comunista que encabece una revolución política. Ese es el deber de cada comunista en Cuba: luchar por la creación de una organización revolucionaria, que sirva como instrumento efectivo para el combate contra el proceso de restauración capitalista burocrático y toda posibilidad de triunfo de la contrarrevolución pro imperialista.
Por tanto, provisionalmente, desde Comunistas Cuba exigimos:
-Alza salarial y de pensiones, acorde con la inflación.
-Reducción de los precios de todos los servicios públicos -transporte, electricidad, agua, teléfono, internet- y los alimentos ofertados por el gobierno.
-Supresión de las prebendas de la burocracia dirigente cubana.
-Expropiación de los negocios propiedad de burócratas dirigentes o sus testaferros.
-Eliminación de la censura contra la intelectualidad crítica y los medios de prensa no oficialistas.
-Cese de la persecución contra quienes han sido acosados, detenidos y multados por manifestar desde las redes sociales su oposición al gobierno.
-Permitir la creación de sindicatos autónomos, organizaciones políticas no derechistas, colectivos LGBTIQ+, afrodescendientes y feministas.
-Juicio a los represores del 11 de Julio.
-Liberación a los prisioneros del 11 de Julio que no formaban parte de organizaciones derechistas.
-Ley de Género y de disidencias sexuales.
¡Viva la clase trabajadora cubana!
Algún lugar de Cuba, 11 de Julio, 2023
Nota: Cuando publicábamos este comunicado, hemos sabido de la asquerosa declaración del fascista español Santiago Abascal, que hipócritamente dice solidarizarse con las protestas del 11 de Julio. Como con el fascismo no se debate, a Abascal le deseamos el final de Benito Mussolini.