¿Quién se beneficia con la toma de Brasilia por los protofascistas?

 

Por Alejandro Acosta. Tomado de la revista argentina Estación Finlandia


Foto: La Izquierda Diario 

Comunistas condena los hechos neofascistas que tuvieron lugar en Brasilia el pasado 8 de enero. Al mismo tiempo recordamos que no existe la democracia en abstracto.  Defender la “democracia” en Brasil -y cualquier país capitalista- es defender la democracia burguesa, o sea, el Estado que no dudará en reprimir a toda izquierda, incluso reformista, si esta representa algún peligro. Luchemos, sí, contra la ultraderecha, pero no nos limitemos a ello: vayamos también -como meta principal- contra el Estado burgués y por el comunismo.

 

El recién asumido gobierno de Lula y Gerardo Alckmin ganó las elecciones con el apoyo del «ala Biden» del imperialismo yanqui. La rebelión de la extensa base social del bolsonarismo que se lanzó sobre Brasilia habilita ahora, luego del fracaso del putsch ultraderechista, despeja el panorama para la aplicación del plan económico de Lula al servicio del gran capital y el imperialismo.

Estación Finlandia

¿Quién se beneficia con la toma de Brasilia por los protofascistas?

Por Alejandro Acosta.

El domingo 8 de enero de 2023, decenas de miles de bolsonaristas tomaron Brasilia, ocuparon el Congreso Nacional, el Tribunal Supremo Federal (STF) y el Palacio del Planalto.

La repercusión en Brasil y en el mundo fue enorme.

Dominaron las comparaciones con la invasión del Capitolio, que tuvo lugar al final de la administración Trump.

A cierto estupor por la facilidad con la que los manifestantes tomaron edificios públicos, se sumó la campaña de prensa que los calificaba de actos terroristas o de intento de golpe de Estado al estilo del Euromaidán, en referencia a Ucrania en 2014.

La Guardia Nacional no tardó en recuperar el control de los edificios.

Siguieron los arrestos.

Aparecieron los chivos expiatorios.

El secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Anderson Torres, quien es bolsonarista, fue despedido por el gobernador Ibaneis Rocha (MDB).

El nuevo ministro de Defensa de Lula, José Múcio, él mismo un bolsonarista encubierto, fue acusado de haber permitido estos actos que llamó «actos democráticos» en lugar de haberlos impedido desde principios de este mes, cuando asumió el nuevo presidente.

Las estrellas de la lucha contra los “ golpistas bolsonaristas ” fueron el ministro de Justicia de Lula, Flávio Dino, y el mismo Lula.

Lula decretó la intervención federal en la seguridad del Distrito Federal hasta el 31 de enero.

Dino promovió detenciones masivas, cuyo número se acerca a las 500. Se secuestraron más de 40 autobuses.

En Estados Unidos, algunos diputados demócratas pidieron la extradición a Brasil de Jair Bolsonaro, quien se encuentra en Florida en la mansión de Donald Trump, a pesar de que se distanció de la intervención política brasileña, bajo amenaza de arresto por parte del STF.

Varios gobernadores importantes, que tienen vínculos con Bolsonaro, se distanciaron y se acercaron al gobierno de Lula. Son los casos de los gobernadores de los tres principales estados de la Federación: Claudio Castro (Río de Janeiro), Tarcísio de Freitas (São Paulo) y Zema (Minas Gerais).

 

¿Quién se beneficia?

El gran beneficiado de estos actos es el nuevo gobierno Lula/Alckmin.

Las acciones de los bolsonaristas han sido condenadas por la propaganda burguesa como actos terroristas.

Todo el régimen político oficial se sometió a esta propaganda.

El movimiento bolsonarista en las calles, que actúa como un protofascismo, con esta acción será controlado. Pero, al igual que sucedió con el trumpismo en Estados Unidos, estos movimientos fascistas podrían volver a ser utilizados por la burguesía en el futuro, tal como los viene utilizando desde 2013.

El fascismo en sus diversas variantes es un movimiento que tiene su base social principalmente en sectores de la pequeña burguesía y que es impulsado fundamentalmente por la gran burguesía, desde sectores de las fuerzas armadas, la burocracia estatal, la gran prensa y los sectores empresariales. El problema es mantenerlo bajo control una vez que la gran burguesía ha alcanzado sus objetivos.

En este momento, en Brasil, el principal instrumento de control de la situación política por parte del imperialismo estadounidense es el gobierno de Lula/Alckmin, cuya victoria fue promovida a través de una intensa campaña por los mismos sectores que impusieron el bolsonarismo en 2018.

El nuevo gobierno es parte de la política del gobierno de Joe Biden para América Latina de imponer gobiernos de «izquierda» muy derechistas, con el objetivo de aliviar la presión social que venía como respuesta a los anteriores gobiernos de derecha.

El control sobre el movmiento bolsonarista despeja la situación política y favorece la implementación inmediata del plan reaccionario del gobierno de Lula/Alckmin.

Pero el impacto de la profundización de la crisis capitalista mundial en América Latina impone descargar la crisis sobre los trabajadores y las masas de un modo cada vez más pesado. La política del nuevo gobierno de Lula puede contener parcialmente las tensiones sociales, pero la tendencia apunta hacia choques sociales cada vez más intensos, profundos y radicales en Brasil.


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