Dogmatismo vs. Revolución o Cuba: el silencio como norma


 Por Frank García Hernández

El pasado 22 de octubre, en un acto público realizado en Buenos Aires se anunció el nacimiento de una nueva organización socialista argentina: Poder Popular. La conformaron tres grupos políticos: Democracia Socialista, Diciembre Colectivo Militante y Organización Revolucionaria Guevarista, los cuales se fusionaron por completo en el nuevo partido Poder Popular.

También en el pasado octubre, pero el día cinco, se cumplió el aniversario 67 de la fundación del Partido Comunista de Cuba dirigido desde sus inicios por Fidel Castro. Aunque en 1925 se había fundado el primer Partido Comunista de Cuba, esta organización había terminado siendo incapaz de conducir cualquier proceso revolucionario. Sin embargo, al triunfo de la Revolución cubana, el PC fundado en 1925 -llamado Partido Socialista Popular desde 1943 y alineado hasta sus finales con el estalinismo- fue una de las tres organizaciones que detentaron el poder político, siempre bajo la hegemonía del Movimiento 26 de Julio - conducido por Fidel Castro-.

Tras el triunfo revolucionario en enero de 1959, solo después de profundos enfrentamientos políticos resultaron alejados del gobierno los sectores anticomunistas. Una vez consolidado en el gobierno, para 1960 Fidel Castro decidía constituir el frente político Organizaciones Revolucionarias Integradas que funcionaría como el partido en el poder. No sin fricciones, las tres organizaciones políticas que habían detentado el poder continuaban existiendo dentro de las ORI, es decir, el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el PSP. Un grupo estalinista, que había ocupado la función organizacional de las ORI, pues, según Fidel Castro, estos eran por su experiencia cómo se construía un partido, intentó apartar del poder a los dirigentes del Movimiento 26 de Julio, calificándolos de pequeñoburgueses. Aníbal Escalante, quien encabezaba esta fracción estalinista, llegaría mucho más lejos en sus intenciones cuando en 1968 conspiró para deponer al mismo Fidel Castro.

Una vez que en abril de 1961 se proclama el carácter socialista de la Revolución, el discurso comunista se hizo cada vez más presente y con él la idea de orientarse hacia la construcción de un partido marxista. De esa manera, en 1963, las ORI se disolverían para constituirse el efímero Partido Unido de la Revolución Socialista Cubana el cual en su primer congreso -1965- pasaría a llamarse Partido Comunista de Cuba.

Sin embargo, para poder constituir el nuevo Partido Comunista de Cuba sin tener ninguna otra organización marxista que le cuestionara, a pocos meses de la fundación del nuevo PC, los estalinistas del PSP -quienes controlaban el Departamento de la Seguridad del Estado- lanzaron una ofensiva contra el Partido Obrero Revolucionario (trotskista). Si bien en 1964 ya la detención de los militantes trotskistas había tenido lugar en varias ocasiones, ahora la ola de arrestos y presiones provocó tal debilitamiento del POR (t) que no pocos historiadores erróneamente han dado por finalizada la existencia del trotskismo cubano organizado en 1965.

Sin embargo, a pesar de estas actitudes, el nuevo PC cubano nació siendo un partido crítico con la Unión Soviética. Al evento fundacional no fue invitado ningún representante del PC soviético y a duras penas se recibió un escueto telegrama de Brezhnev quien hacía meses había derrocado a Jrushchov en un golpe palaciego. Fidel Castro en el discurso inaugural enfatizaba que el proceso revolucionario cubano no se orientaría bajo ningún poder hegemónico: “labraremos nuestro camino hacia el comunismo”, afirmaba en el discurso fundacional del PCC.

El desafío de cierta manera indirecto a la Unión Soviética -pues no se le mencionaba- aumentaba según avanzaba Fidel Castro en su discurso: “podemos discrepar en cualquier punto de cualquier partido. Es imposible aspirar a que en la heterogeneidad de este mundo contemporáneo (…) podamos concebir el marxismo como (…) una iglesia, como una doctrina religiosa, con su Roma, su Papa y su Concilio Ecuménico”. Contradictoriamente, en el citado discurso, Fidel Castro anunciaba que la única propaganda política que circularía en Cuba sería la orientada por el nuevo PC.

A su vez, el solo hecho de anunciar que Cuba construía el socialismo y el comunismo al mismo tiempo, era un desafío a la coexistencia pacífica de la Unión Soviética y agravaba el quiebre de la ya muy agrietada hegemonía del PCUS sobre el movimiento comunista internacional. Con Cuba construyendo el socialismo fuera de la égida soviética, y disputando la presencia política de la URSS en el llamado Tercer Mundo, no pocos partidos comunistas latinoamericanos vieron cómo su joven militancia se escindía para construir organizaciones revolucionarias alineadas con La Habana. Mientras tanto, los debilitados trotskistas cubanos continuarían un lento proceso de reorganización, para finalmente ser disueltos por la represión en 1973 siendo condenados a largas condenas de prisión.

La severa crisis económica que sufrió Cuba en 1970 tras la imposibilidad del triunfo de la revolución en América Latina y el resto del mundo, más la asfixia económica lanzada por Brezhnev desde el mismo 1965 reduciendo a tal punto el envío de petróleo a la isla que -según el mismo Fidel Castro- provocaba casi otro bloqueo -comparándolo con el hostigamiento de Estados Unidos-; más la desastrosa zafra azucarera de 1969-1970 y las consecuencias de paralizar la economía nacional en aras de lograr diez millones de toneladas de azúcar, provocó que en 1971 Fidel Castro decidiera ingresar al Consejo de Ayuda Mutua Económica regido por la Unión Soviética.

El primer congreso del PCC tuvo lugar diez años después de fundado, fecha en la cual ya había desaparecido todo intento de discrepancia con Fidel Castro al interior del partido y plegándose por completo a la Unión Soviética. En dicho cónclave, Fidel Castro pediría disculpas a los representantes soviéticos -esta vez sí presentes en el congreso-, argumentando que la dirección revolucionaria cubana debió haber tenido más en cuenta las experiencias de otros países socialistas: o sea, aceptar la orientación de Moscú. Si en 1965 los miembros del difunto PSP no tomaron la palabra en el evento fundacional, esta vez Fidel Castro era anunciado por una de las figuras del PCC más alineadas con Moscú: el estalinista Fabio Grobart quien también había sido fundador del primer partido comunista cubano en 1925.

Grobart, quien entonces dirigía el Instituto de Historia del Movimiento Obrero y de la Revolución Socialista en Cuba, había eliminado de la historiografía oficial toda referencia al trotskismo cubano. En ninguno de los volúmenes del libro El movimiento obrero cubano. Documentos y artículos -revisado y aprobado por Grobart- no existe siquiera una mención distorsionada estalinista contra las organizaciones trotskistas, las cuales tuvieron un papel decisivo en la revolución que depuso al dictador Machado en 1933. La historia misma de la Revolución del 33 era narrada omitiendo al trotskismo cubano. A duras penas, Ladislao Carvajal en la historia del Ala Izquierda Estudiantil mencionaba a golpe de distorsiones y descalificativos políticos a la escisión trotskista dirigida por Marcos García Villareal en 1932. Por su parte, en 1975, mientras sesionaba el 1er. Congreso del PCC, la mayor parte de los militantes trotskistas cubanos se encontraban presos, cumpliendo largas condenas por el solo hecho de organizar un partido marxista. El secretario general del ya para entonces extinto POR (t), Idalberto Ferrera detenido en la ola represiva de 1973 cumplió nueve años de prisión.

Con el denominador común del acatamiento incuestionable a Fidel Castro, durante décadas continuó el enfrentamiento de facciones dentro del PCC. Si bien las facciones estaban -y están- prohibidas en el PCC, so pena de expulsión, los viejos dirigentes del PSP se enfrentaban con los representantes del ala revolucionaria del Movimiento 26 de Julio. Las luchas por el control del partido se daban principalmente en terrenos tan ideológicos como la cultura: intelectuales censores -la mayor parte de las veces mediocres- versus creadores revolucionarios -tanto en la técnica, como en la política-. No era solo imponer una política cultural, sino ocupar posiciones tanto en la alta dirección del gobierno, como del PCC.

Aunque en 1986 Fidel Castro dio inicio al llamado Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas -una especie de contraperestroika- donde el pensamiento herético del Che Guevara regresó junto a decenas de intelectuales castigados entre 1970 y 1976, en realidad las bases del PCC no podían decidir el rumbo a seguir. Los giros políticos -ya fuese hacia la Unión Soviética o el regreso a las prácticas revolucionarias- se tomaban de manera verticalista, donde muchas veces la consulta con la militancia era una mera formalidad. Al mismo tiempo, la legitimidad política de Fidel Castro se mantenía y las decisiones eran acatadas con un gran apoyo popular, lo cual aumentaba el halo de infalibilidad del PCC. 

La caída de la Unión Soviética, si bien inició una profunda crisis de los paradigmas marxistas y evidenció la debilidad del dogma soviético, provocó que el gobierno cubano hiciera énfasis en construir el socialismo por sus propias vías. Esto se tradujo en un potenciamiento del nacionalismo y la llamada integración regional con los gobiernos burgueses y organizaciones políticas de centroizquierda. Al mismo tiempo, a pesar del establecimiento de nuevas instituciones e instrumentos democráticos, junto a la renovación de más del 60% de la Constitución, esto no tradujo un real empoderamiento de la clase trabajadora. La consigna de la unidad política era en realidad la supresión de toda tendencia al interior del partido o disidencia marxista al exterior de él. Sin embargo, ante la grave crisis política, el gobierno cubano estimuló en cierta medida el debate en la intelectualidad, apareciendo profundas polémicas en revistas como El Caimán Barbudo o La Gaceta de Cuba, floreciendo además la crítica en las artes plásticas, el cine y la literatura.

La caída de la Unión Soviética había provocado que los censores quedaran sin un respaldo político. La historia había destrozado los argumentos estalinistas. Los viejos estalinistas del PCC, además de fallecer, iban en retroceso. Paradójicamente, las iniciativas intelectuales que se realizaban por fuera de las instituciones tendían a ser violentamente reprimidas, como sucedió con el colectivo Paideia o ya más orientado a la política, el grupo Tercera Opción.

Bajo el aura del 30 aniversario del fallecimiento de Che Guevara y la llegada a Cuba de sus restos mortales, en 1997 se celebró el V Congreso del PCC y no tuvo lugar otro cónclave partidista hasta cinco años después de la salida del poder de Fidel Castro; es decir, 2011. Durante 15 años la militancia comunista no tuvo la oportunidad de debatir los cambios de la política nacional. Sin embargo, de 1999 a 2006 fue un periodo de una alta participación popular en lo que Fidel Castro dio en llamar la Batalla de Ideas. Tras el triunfo de Hugo Chávez en 1999 y el consiguiente fortalecimiento de la economía cubana, Fidel Castro detuvo el incipiente relanzamiento del sector privado. La legitimidad política de Fidel Castro y la toma de sus decisiones eran incuestionables: Fidel Castro funcionaba como un partido político.

Ya con Fidel Castro fuera de la dirección del partido y el gobierno, dirigiendo Raúl Castro ambas instancias, se convocó al VI Congreso del PCC. Este fue precedido por un largo debate a nivel nacional en torno al documento Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución donde se pretendía trazar la línea a seguir por los próximos 30 años. El VI Congreso del PCC terminó siendo el inicio de las reformas económicas en Cuba.

Las tres organizaciones que en 1965 constituyeron el PCC hoy existen únicamente en las narrativas oficiales, donde pareciera que solo el Movimiento 26 de Julio hubiese librado la lucha contra la dictadura de Batista. A duras penas, la actual juventud cubana conoce del Directorio Revolucionario 13 de Marzo debido a la conmemoración anual del asalto al Palacio Presidencial -acción que dicho grupo armado dirigiera en 1957-, limitándolo a lo anecdótico. Por su parte, paradójicamente, el PSP ha caído en un olvido peor: su fantasma existe entre la intelectualidad ya sea visto como el demonio estalinista o intentos de recanonización donde siempre el trotskismo cubano es silenciado; y todavía hoy, vilipendiado. 

El discurso de la unidad del Partido y la nación impulsado durante décadas por la burocracia cubana estaba dirigido a suprimir toda alternativa marxista fuera del PCC. Se evitaba así que se pudiera organizar otra propuesta socialista, enfocada en la construcción de la democracia socialista, donde la clase trabajadora cubana -controlando de manera directa los medios de producción- decidiera, regulara y orientara las decisiones de su gobierno.

 

La constitución de la organización política argentina Poder Popular es todo un reto a sus militantes. La unificación de las tres mencionadas organizaciones en una nueva entidad política -y por tanto su disolución para construir Poder Popular- fue un largo proceso de años. Sin embargo, las ideas no se fusionan por decreto, ni por la buena disposición de sus militantes a construir la unidad del partido: las líneas de pensamiento correspondiente a las antiguas organizaciones continuarán existiendo durante mucho tiempo. La coexistencia de las mismas solo podrá ser útil si son mediadas por un pluralismo revolucionario. El grado de democracia dentro de una organización socialista también determina el carácter revolucionario de esta organización.

La imposición del dogmatismo en una organización socialista, la asfixia de sus debates internos, la prohibición o satanización de la crítica, la censura y la instauración de una camarilla conlleva inexorablemente a que un partido con estas características pierda su carácter revolucionario. Finalmente, estas organizaciones desaparecen -con la variante de convertirse a la más confesa e insulsa socialdemocracia como sucedió con la mayoría de los ex partidos comunistas del Este europeo o la trágica desaparición del inmenso PC italiano-. En otras ocasiones, estas organizaciones terminan dividiéndose una y otra vez, al punto de terminar siendo grupos políticamente marginales y desarrollando delirantes discursos completamente ajenos a la realidad.

Desgraciadamente, en la abrumadora mayoría de los países donde una organización socialista en el poder ha pretendido construir del socialismo, la democracia obrera ha terminado siendo aplastada por la dictadura de la burocracia. Al pasar el tiempo, esta burocracia termina alejándose de tal modo de las mayorías, ignorando a tal punto la decisión de sus militantes que ante una inesperada crisis se derrumba. Días antes de ser fusilado, el secretario general del Partido Comunista de Rumanía, Nicolae Ceacescu convocó a un masivo acto político, donde los propios manifestantes -hasta ese momento sus seguidores- se lanzaron a ocupar la tribuna, intentando derrocar a Ceacescu con sus propias manos. Paradójicamente, los partidos comunistas de China y Vietnam han logrado sobrevivir restaurando ellos mismos el capitalismo y manteniendo el discurso marxista solo nominalmente.

En medio de la crisis política y económica por la cual atraviesa, la clase trabajadora cubana tiene mucho que aprender de la lucha de clases en Argentina. La fuerza del plural movimiento piquetero es un ejemplo impactante, pero al mismo tiempo duele la división de las organizaciones socialistas. Quien único pierde con la división del movimiento obrero argentino es la clase trabajadora. Quien único gana con la división del movimiento obrero argentino es la burguesía. Esto no es una interpretación de los hechos, ni una exclusividad del actual escenario político argentino, sino los hechos en sí y la historia misma de la lucha de clases.

Las décadas de imposición de la burocracia cubana provocaron la desmovilización de la clase trabajadora en el primer país latinoamericano donde se intentó construir el socialismo. El control de la prensa en Cuba funcionó estrictamente hasta bien avanzado el siglo XXI. Durante décadas, salvo limitadas fisuras, la clase trabajadora cubana consumía abrumadoramente la prensa orientada por el PCC porque no existían medios de información fuera de los oficiales. Este es uno de los principales factores por lo cual la burocracia cubana se ha visto en crisis tras la introducción del internet; aún más después de diciembre de 2018 cuando por primera vez la empresa telefónica cubana ofertó el uso de internet en los celulares. Con este nuevo escenario tecnológico ha sido mucho menos complejo la constitución de medios de prensa ajenos al gobierno cubano, siempre críticos en mayor o menor grado; pero, desgraciadamente, en su mayoría con un discurso lejos de ubicarse al menos en cualquier variante de las izquierdas.

Paradójicamente, la clase trabajadora argentina está mucho más organizada que la cubana. En cambio, la apatía política avanza en Cuba, acompañada por un crecimiento de la derecha y una propaganda burocrática cada vez más aislada de las mayorías. Tanto en Cuba, como en Argentina, cada organización socialista tiene el deber de hacer la revolución o verá pasar por su puerta el cadáver non nato de la revolución ¡Que la fuerza del movimiento obrero argentino sirva como ejemplo a la clase trabajadora cubana!