¿Por qué votaré SÍ al Código de las Familias?


Frank García Hernández

La única vez que Jesús ejerció la violencia fue contra los mercaderes. Coherente con su discurso, a quienes único Jesús puso obstáculo para que entraran al reino de los cielos fue a los ricos. En ningún lugar del Nuevo Testamento hay algún versículo donde Jesús ataque a lesbianas, travestis u homosexuales.

Traidoras al discurso de Jesús, las iglesias que llaman a votar contra el Código de las Familias acogen sin ninguna reserva a los ricos y demonizan a la comunidad LGBTQI+. Incluso, no pocas reciben ayudas financieras de instituciones plegadas a la ultraderecha estadounidense. Sobra explicar que la derecha es la expresión política de la burguesía, es decir, los ricos.

Quienes luchamos por el Código de las Familias lo hacemos porque queremos expandir los derechos ciudadanos para todas, todes y todos. Quienes se oponen pretenden restringir los derechos de una supuesta minoría.

La contrarrevolución son aquellas organizaciones, instituciones, grupos, individuos y clases sociales que se oponen a todo tipo de revolución. Las revoluciones son los fenómenos sociopolíticos donde las mayorías derrocan el orden existente y crean uno nuevo a su favor. La derecha siempre se opondrá a toda revolución porque lucha para el triunfo de un sistema donde, los capitalistas, o sea los ricos, sean quienes tengan el poder. Por tanto, quienes voten en contra del Código de las Familias están votando con la contrarrevolución y contra Jesús, o sea, junto a quienes se oponen a los derechos de las mayorías.

El Código de las Familias no es revolucionario, sino reformista. Pudo ser revolucionario si hubieran modificado las estructuras político sociales del sistema cubano, pero ninguna revolución sucede en los marcos de un sistema ya establecido. Por el contrario, en el debate del Código de las Familias no se estimuló la auto organización de la supuesta minoría que es la comunidad LGBTQI y sí se amparó y protegió a las instituciones reaccionarias que abogan por la derrota del Código de las Familias.

Los argumentos que esgrimen quienes llaman a votar contra el Código de las Familias va de la irracionalidad a la mezquindad, pasando todos por la traición: unos por la traición a Jesús, otros a la traición de su discurso en nombre de la democracia liberal. Las iglesias fundamentalistas echan mano de aspectos tan risibles como que si el Código de las Familias triunfa habrá triunfado Satanás y este se apoderará de Cuba, destruyendo a la falsa familia original.

La derecha llama a votar en contra para enfrentar al gobierno cubano. Es útil que esa derecha sea sincera. Así las mayorías ven claramente quiénes quieren sustituir al gobierno cubano. No es defender al gobierno cubano, es saber quién pretende sustituirlo. Y quienes desde las oposiciones guardan un oportunista silencio para no verse en el compromiso de “apoyar a la dictadura” o enfrentar a la comunidad LGBTQ son tan cómplices del NO como quienes emitan la boleta en blanco o se queden en la casa el 25 de septiembre.

Tras la posible victoria del SÍ es probable que las iglesias traidoras al discurso de Jesús organicen protestas. Estas instituciones tienen fuerte representación en los barrios empobrecidos. Como muchas veces sucede, no pocas personas que atraviesan una situación de precariedad económica o profunda pobreza encuentran refugio en la fe. No sería la primera vez que instituciones religiosas convoquen a protestas masivas. El hambre y la fe son una peligrosa combinación irracional.

La burocracia cubana -quien por métodos antidemocráticos intenta hacer callar a los medios de prensa críticos con su gestión- decidió hacer un referendo donde un resultado negativo iría mucho más allá del postergamiento de derechos plenos a la comunidad LGBTQ y el triunfo de las iglesias fundamentalistas. La soberbia del gobierno cubano le anuló ver que existía la posibilidad de que el Código de Familias no fuera aprobado en las urnas: una derrota que sería la expresión de un mayoritario falta de apoyo político.

Sería la primera vez que el Partido Comunista caería derrotado en las urnas. El llamado voto de castigo es un hecho que desconoce la burocracia cubana acostumbrada a ganar siempre los comicios con más del 90% de los votos emitidos.

Esta semana el gobierno mantuvo y en algunas provincias aumentó los cortes de electricidad, provocando el crecimiento del descontento. Si el Código de Familias es derrotado no será porque las iglesias fundamentalistas lograron movilizar a millones de personas. La posible derrota habrá tenido el peso mayoritario del voto de castigo, tanto de quienes no les importa el Código de Familias y votarán NO para protestar contra el gobierno, como quienes aunque votarían SÍ ya no les importa ni siquiera ir a las urnas.

La posible derrota no será porque las iglesias fundamentalistas lograron imponerse, sino porque el gobierno cae cada vez más en una profunda crisis de legitimidad política.

La oposición derechista sabe todo esto y -incoherente con su discurso de luchar por los derechos de todos- llama a votar contra el Código de Familias. Quienes decidan votar contra el Código de las Familias debieran ver a quiénes tienen de aliados.

Quienes desde la ignorancia intentan manipular el discurso de Fidel Castro, debieran saber que en 2010, en entrevista al periódico mexicano La Jornada, el máximo líder de la Revolución cubana pidió disculpas por la implementación de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción, las aborrecibles UMAP.

Las cristianas y cristianos que llaman a votar contra el Código de las Familias también debieran recordar que sus compañeros de trabajo forzado en las UMAP eran, entre otros, miembros de la comunidad LGBTQ.

Sobre quienes voten NO al Código de Familias caerá la vergüenza de la historia. Sus nietos y toda su descendencia leerán en los libros de historia la actitud mezquina de los abuelos que lucharon contra expandir los derechos ciudadanos. Como mismo hoy habrá jóvenes avergonzados quienes confiesen a sus amistades que algún abuelo fue un militar de las UMAP, como mismo en el futuro otros jóvenes avergonzados de sus abuelos confesarán que en su familia votaron e incluso hicieron campaña contra el Código de las Familias. La historia no olvida.