Seguidilla de protestas conmueven a Cuba

 La izquierda internacional no es homogénea. Mientras una se ubica en la defensa incondicional a la burocracia cubana, otra se solidariza siempre -como marxistas revolucionarios que son- con la clase trabajadora cubana. Reproducimos aquí el siguiente artículo que publicó en Prensa Obrera Luis Brunetto, el director de la revista digital argentina Estación Finlandia, colaborador de Comunistas y corealizador con el sociólogo e historiador cubano, Frank García de nuestro podcast Estación Habana Buenos Aires.



Sucesivas marchas marchas de protesta conmueve a Cuba

Por Luis Brunetto 

La explosión de la desigualdad


Aunque se inició hace varias décadas, el proceso de empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora cubana se agudizó notablemente a partir de la pandemia y de la implementación de la llamada “Tarea de Ordenamiento”. Así, del racionamiento más o menos igualitario de las primeras décadas de la revolución se ha pasado a un contraste cada vez más notable entre la escasez a la que se ven sometidas las masas trabajadoras y el acceso privilegiado de los burócratas y los neoburgueses a bienes de lujo.

La penuria económica que enfrentó el país en 2020 obligó a recortar el acceso de las masas a derechos que estaban garantizados, como el acceso universal a una salud de alta calidad, y en esas condiciones quedaron abiertamente expuestos los escandalosos niveles de desigualdad que separan a la clase trabajadora de la burocracia y el empresariado surgido del proceso de restauración capitalista que aquella comanda.

La “Tarea de Ordenamiento”, un plan económico abiertamente restauracionista apoyado en la unificación cambiaria e implementado desde principios de 2021, produjo un brusco salto inflacionario. La difusión en el marco de ese programa de las llamadas Tiendas “MLC” (por moneda libremente convertible), multiplicó la desigualdad y la escasez porque además la oferta de mercancías pasó a concentrarse en esos establecimientos, a los que no tiene acceso el pueblo trabajador que está excluido del acceso a las divisas.

Los faltantes, sin embargo, no se explican sólo por esta distribución desigual, sino fundamentalmente por la apuesta de la burocracia a la salida restauradora que, dadas las características de la economía cubana, no puede apoyarse más que en el desarrollo del turismo. Efectivamente, a diferencia de los ex estados obreros del este europeo, o de China y Vietnam, Cuba carece de recursos naturales o de condiciones infraestructurales en las que apoyar su definitiva incorporación al mercado mundial.

Las escasas divisas a las que accede la isla se destinan entonces, fundamentalmente, a alimentar el desarrollo de la infraestructura turística. En lugar de responder a la escasez invirtiendo recursos en la compra y, a más largo plazo, en la producción de alimentos y bienes de consumo masivo, la burocracia pretende solucionar el problema profundizando el proceso de restauración. Así, por ejemplo, el gobierno de Miguel Díaz-Canel acaba de autorizar la inversión de capital extranjero en el comercio minorista, lo que provocará la liquidación de lo que queda del comercio minorista estatal, la progresiva pérdida de control estatal sobre la fijación de los precios, y que representa un paso más hacia la todavía resistida abolición del monopolio estatal sobre el comercio exterior.

Pero a las privaciones redobladas a las que el proceso restauracionista somete a las masas, hay que agregar los problemas de primer orden que se derivan de la decadencia y la vetustez de la infraestructura, cuya más notoria expresión son los apagones que, por motivos políticos, la burocracia ha pretendido restringir a las provincias, pero que han empezado a frecuentar La Habana. Esa obsolescencia, sumada a la negligencia de un aparato estatal cada vez más defectuoso y corroído por la corrupción, ha sido además causa de las recientes tragedias del Hotel Saratoga en La Habana y del estallido de varios tanques de almacenamiento de petróleo en el puerto de Matanzas, que dejaron 45 y 14 muertos respectivamente.


Marchas: ¿llegaron para quedarse?

Aunque no haya habido protestas que conmemoraran el aniversario del 11 de julio, desde el 15 de julio una seguidilla de manifestaciones, cuyas causas se encuentran en la situación que acabamos de describir, se sucedieron a lo largo del país. Fuentes de la isla señalan que se trata de un fenómeno inédito. Hubo marchas de protesta el 15 de julio en Los Palacios, provincia de Pinar del Río; el 22 en central Australia, Matanzas; el 1 de agosto en barrio Altamira en Santiago de Cuba y el 9 en Holguín. A ellas hay que sumar las recientes y masivas movilizaciones en Nuevitas.

Las marchas en el Barrio de Nuevitas, en Camagüey, se produjeron el 19 y 20 en protesta por los cortes de energía, que llegan a durar 16 horas desde hace semanas. Las protestas se produjeron durante la noche, de modo de dificultar la posibilidad de que la policía identifique a los manifestantes. El sábado 20 por la tarde, hubo también una manifestación en apoyo al gobierno.

Según puede verse en numerosos videos subidos a las redes sociales, las marchas fueron reprimidas, hubo niños golpeados y choques con los manifestantes que, incluso, afirman haber dado vuelta un vehículo policial. Se trataría, en ese caso, de una elevación del nivel de combatividad de los manifestantes en relación a las protestas del 11 de julio, relativamente pacíficas. Se habla, incluso, de un desaparecido.


En qué medida estas protestas pueden abrir el curso a una lucha por la democracia obrera en la isla es el enigma que sólo el desarrollo de los acontecimientos y la capacidad de la izquierda crítica para intervenir y ponerse a la cabeza del proceso podrán develar. En cualquier caso, este proceso de marchas parece anunciar la adopción definitiva por franjas del pueblo trabajador cubano, del método de la movilización callejera.

Algo que para la burocracia restauracionista implica un desafío sin precedentes.

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