Claudia C[1].
Cada año,
la dirección del Partido Comunista de Cuba escoge la provincia que
supuestamente obtuvo los mejores indicadores en el plano económico, social y
político. Se le premia designándola la provincia donde tendrá lugar el acto
político conmemorativo del 26 de julio[2].
Esta elección también se hace a nivel provincial escogiéndose el mejor
municipio de cada provincia.
Entre
otras gratificaciones, la provincia ganadora tenía la oportunidad de recibir a
Fidel Castro en su acto. Contrario a lo que la historiografía derechista
intenta presentar -principalmente la construida en Estados Unidos-, Fidel
Castro era un caudillo con una gran legitimidad política. Las mayorías
populares festejaban las visitas de Fidel Castro y era imposible ver una calle
vacía por donde transitara el máximo líder de la Revolución cubana. Aún con el
típico desgaste político de un mandatario que lleva décadas presidiendo un
país; incluso sumido en una vejez enferma, Fidel Castro falleció
victoriosamente con un alto apoyo popular a los 90 años. En Cuba ningún otro
mandatario ha tenido -y será muy difícil que vuelva a suceder- un funeral tan
masivo y sentido.
Erradamente
la propaganda del Partido Comunista de Cuba ha intentado igualar a Díaz-Canel
con Fidel Castro, lo cual ha sido desastroso. Similar a la simbología comunista
donde se veían las imágenes de perfil de Marx, Engels y Lenin, abundan hoy en
Cuba carteles con las fotografías de Fidel Castro, Raúl Castro y Miguel
Díaz-Canel.
Las
millones de personas que Fidel movilizaba nunca será posible que Díaz-Canel las
convoque. La masividad en La Habana del desfile del 1 de mayo pasado no
representa la popularidad del presidente cubano, sino la identificación de
millones de trabajadores con el ideal socialista.
Aunque
Raúl Castro tampoco lograba convocar a las masas como lo podía hacer Fidel
Castro, contrario a la propaganda de igualar a Díaz-Canel con Fidel, Raúl
siempre intentó marcar la diferencia con su hermano. Sabía que inevitablemente
iba a ser comparado y por tanto era mejor dejar por sentado que él no era émulo
de Fidel, o sea: no intentaba igualarlo, ni superarlo.
A esto se
le sumaba que Raúl Castro cargaba con el amplio capital político de haber sido
uno de los comandantes fundadores de la Revolución cubana y; algo muy
importante, durante décadas Fidel había logrado legitimar la idea de Raúl como
su único y verdadero sucesor: la persona que por sus propios méritos había
alcanzado el lugar de tener la capacidad de relevarlo -pero nunca sustituirlo-.
Por el
contrario, Díaz-Canel ha sido presentado varias veces por el mismo Raúl Castro
como el chico bueno que ha sido electo de manera paternal e incluso, más que
por su capacidad, ser electo porque no había nadie más a quien escoger. Cada
cierto tiempo Raúl tiene que hacer una presentación pública -a veces solo con
su presencia- para dejar claro que él le sigue dando su apoyo a Díaz-Canel. Sin
embargo, la clase trabajadora se percata de que el actual presidente cubano no
tiene la capacidad de decisión, ni legitimidad política que sus predecesores. A
la vez, en el imaginario popular, Díaz-Canel y su cuerpo de gobierno es
percibido como uno más, sin el halo guerrillero y con el peso de que puede
fallar en cualquier momento. A Díaz-Canel y su gobierno no les ha resultado
beneficioso que el pueblo lo sienta como un igual porque, precisamente por
ello, se cuestiona por qué motivo deben tener un alto nivel de vida, si ellos
-los dirigentes- han trabajado por el socialismo igual que nosotros -el
pueblo-. De esta manera no les perdonan sus continuos errores -muchas veces
fácil de identificar por el mismo pueblo, quien se asombra al ver cómo sus
dirigentes no logran percatarse de cosas obvias-.
Durante
el mandato de Fidel, la gestión del gobierno se legitimó al punto de que muchas
veces la clase trabajadora justificaba y validaba los errores económicos y
políticos con la frase “ellos -los dirigentes- saben lo que hacen” y una
variante más de fe “ellos sabrán por qué lo hacen”; algo muy similar al “los
caminos de Dios son inescrutables”.
La crisis
política se refleja en la clase trabajadora no porque la ideología presenta
fallas, sino porque los dirigentes, primero dejan de ser queridos y luego pasan
a no ser respetados. Mientras las ofensas contra Fidel eran “dictador” o
“asesino”, las que se lanzan contra Díaz-Canel son palabras que usa el pueblo
para denigrar a un vecino o burlarse de algún incapaz.
Con la
misma degradación de los actuales dirigentes cubanos, también han ido cayendo
las fechas simbólicas de la Revolución. La participación de la clase trabajadora
denota cómo una festividad puede continuar siendo legitimada popularmente y
cuándo otra se degrada ante las mayorías. Uno de los principales motivos por lo
que el 1 de mayo logra convocar a miles de personas es precisamente porque
-desgaste político mediante- las trabajadoras y trabajadores se hacen presentes
en la festividad, llevan sus carteles, intentan competir en originalidad,
asisten con amigos, familiares y compañeros de trabajo y pueden ver físicamente
a sus dirigentes.
En
contraste, la celebración del 26 de julio ha sido cada vez más una decisión de
la burocracia y una actividad en la que se excluye la presencia física de los
trabajadores. El acto por el 26 de julio se limitó a una pacata actividad con
invitados seleccionados por la burocracia que disciplinadamente tenían sus
asientos reservados en la plaza. El acto de masas donde Fidel hablaba horas
ante miles de personas desapareció, para ser sustituido por una actividad de
unos pocos cientos, sentados, limitados a aplaudir y corear la consigna con que
cierra el breve y apagado discurso del orador.
Este año,
mientras la provincia Cienfuegos era seleccionada para realizar el acto
nacional por el 26 de julio, en La Habana, el municipio escogido fue Marianao. Entre el pueblo se dice que el motivo de selección fue porque en Marianao no hubo protestas durante el 11 de julio. Sin embargo, Marianao es un municipio que presenta graves problemas estructurales en el alcantarillado,
las vías públicas, el alumbrado y el fondo habitacional. Salvo algunas
avenidas, lo frecuente es ver las calles destrozadas por baches, charcos
ecosistemas de mosquitos acumulados durante semanas y largos riachuelos de agua
limpia formados por roturas del sistema hidráulico. Si bien es cierto que los
cortes de luz no tienen la frecuencia de los apagones en las provincias, esto
no es porque Marianao sea un municipio selecto, sino porque el gobierno evita
que estallen protestas en La Habana. Debido a que es un municipio periférico,
el desabastecimiento en Marianao se siente con más fuerza que en las zonas
pequeñoburguesas de La Habana como El Vedado o Miramar. Por tanto las colas son
más largas y la ausencia de productos alimenticios y de aseo es mayor.
Como
parte de las festividades por haber sido electo Marianao la sede el 26 de
julio, una joven periodista del canal televisivo de La Habana realizó un
reportaje entre casuales marianenses. Entre los entrevistados escogidos al
azar, una joven presentó a Marianao como un municipio donde la comida abunda, no hay colas, los precios son bajos y la vida en general es bella y fácil. La
prensa estatal, incapaz de notar la burlona ironía de la entrevistada reprodujo
las palabras de la muchacha y Marianao se convirtió en un chiste a nivel
nacional. Mucho más que Marianao como sede del 26 de julio,el nombre del
municipio se hizo viral en redes sociales por los memes y bromas que generó las
declaraciones de la joven.
La ironía
es una herramienta que la mediocridad es incapaz de entender. Los mediocres no
saben emplearla y se ofenden cuando después de haber quedado varias veces en
ridículo, se percatan de que su ignorancia o estupidez ha sido expuesta a
través de la ironía. Este fue el caso de los burócratas de Marianao: se
convirtieron en la burla nacional.
Para
mayor incapacidad de quienes malgobiernan Marianao, los burócratas ni siquiera
realizaron el acto el 26 de julio, sino el sábado 23. Sin realizar ninguna
convocatoria para que la clase trabajadora marianense participara -y sí
previendo algunas protestas-, los burócratas del municipio se congregaron
disciplinadamente, sentados en la avenida 124, frente a la Plaza Cívica José
Martí; con aceras visiblemente reparadas los días anteriores, donde los perros
y peatones incautos dejaron sus huellas y los niños escribieron sus nombres.
Mientras el acto se preparaba, cuando llegaron los funcionarios e incluso ya
sucediendo, los marianenses que transitaban por el lugar se preguntaban qué
ocurría, porque supuestamente el 26 de julio se debe celebrar en la fecha que
le corresponde y ningún medio de prensa, ni en los centros de trabajos o
escuelas, se había convocado a participar de la conmemoración municipal y fuera
de calendario.
Vengándose
de décadas sin poder expresarse en los medios de prensa oficiales -que deben
ser la prensa de la clase trabajadora-, burlándose de quienes la han olvidado a
ella, sus familiares y vecinos, dejándoles solo la desatención y la desidia, la
joven entrevistada con la sencilla ironía del pueblo echó abajo toda la falsa
prosperidad que en nombre del 26 de julio, apresuradamente construyeron los
burócratas que malgobiernan Marianao.
[1] Psicoanalista
y trotskista argentina residente en Cuba.
[2] El 26 de julio de 1953 Fidel Castro y sus compañeros asaltaron al cuartel Moncada, segundo enclave militar de importancia a nivel nacional, ubicado en Santiago de Cuba. Al mismo tiempo, en la ciudad de Bayamo, otro grupo perteneciente al movimiento político dirigido por Fidel -organización que entonces solo era conocida entre sus miembros bajo el nombre de “El Movimiento”- asaltó al cuartel Carlos Manuel de Céspedes. En dichos asaltos, además de Fidel, participó Raúl Castro. Ambas acciones armadas fueron derrotadas por las fuerzas de la dictadura de Fulgencio Batista. Tras una cruel represión, donde fueron asesinados parte de los prisioneros, Fidel y un grupo de los sobrevivientes fueron encarcelados. En el juicio Fidel redactó y presentó su famosa autodefensa conocida como “La historia me absolverá”. Tras dos años de prisión fueron amnistiados y se exiliaron en México desde donde prepararon el retorno utilizando el yate Granma. En México, se unieron a Fidel, Camilo Cienfuegos y Che Guevara. El desembarco tuvo lugar el 2 de diciembre de 1956. Comenzó así la guerra de guerrillas, ya convertida la organización dirigida por Fidel Castro en Movimiento 26 de Julio. Tras el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959, el 26 de julio se conmemora como el Día de la Rebeldía Nacional.