Celia María Hart Santamaría fue la hija trotskista que la Revolución cubana nunca quiso tener. Nacida en 1962 con padres dirigentes y fundadores de la Revolución cubana Haydee Santamaría y Armando Hart,
Celia tuvo más que la claridad, la valentía, de decir abiertamente en Cuba que China había caído en el capitalismo. Pero no era un comentario que ella hacía en los pasillos, sino que lo decía en las tribunas internacionales. Si esa verdad hoy puede parecer algo nimio, en Cuba, donde la propaganda política oficial presenta a China como socialista -y bajo la rigidez del momento-, el planteo de Celia más que herético, era revolucionario.
Desgraciadamente,
en Cuba, el acceso a internet en la primera década del siglo XXI era una
fantasía casi imposible de cumplir y los artículos críticos de Celia Hart quedaban
exclusivamente para la militancia trotskista internacional; o en los últimos
militantes del Partido Obrero Revolucionario (trotskista) de Cuba, disuelto en
1973 -Idalberto Ferrera y Juan León Ferrera-.
Este fue
otro de los méritos de Celia Hart: rescató del silencio a los últimos
militantes del POR(t). Es un deber de cada militante marxista -se considere
trotskista o no, pero aún más para quienes se asumen camaradas de Trotski- ser
solidarios y dar su merecido lugar a Juan León Ferrera: el último miembro de
aquel partido trotskista represaliado por el estalinismo durante los años 60 y
70.
Aunque Celia
Hart creía que la Revolución Bolivariana podía terminar siendo socialista -practicando
una especie de entrismo individual, similar al que orgánicamente hicieran
importantes tendencias trotskistas-, su compromiso con los intereses de la
clase trabajadora la llevaron a enfrentarse a la dirección burocratizada del
chavismo; llegando a exigir la liberación del sindicalista Orlando Chirino. Era
muy fácil tener diferencias políticas con Celia, pero el antidogmatismo de
Celia hacía que las diferencias entre marxistas fueran revolucionarias.
Las
revoluciones no las hacen los líderes, pero la muerte de altas figuras
socialistas, en determinados momentos significan un golpe irreparable para los
procesos políticos. La muerte de Celia Hart es uno de esos tristes ejemplos.
Cuando
Celia comenzó a tener una fuerte presencia tanto en el movimiento trotskista internacional
como en la esfera pública cubana, en Cuba el ala pro china era prácticamente insignificante
y Fidel Castro había detenido todo intento de expansión del sector de la economía
privada; reduciéndolo considerablemente. Sin embargo, para cuando en 2007 nadie
se atrevía en Cuba a anunciar la posibilidad de que la burocracia cubana podía
realizar una transición capitalista empleando el modelo chino, ya Celia Hart lo
alertaba enfáticamente.
Al
fallecer en 2008 con solo 46 años, Celia no pudo ver el inicio de las reformas
económicas dengxiaponistas que llevó adelante Raúl Castro. Cuando se presencian
hechos como el intento fracasado de retirar de la Constitución cubana al
comunismo como meta final; o lo que es peor, la aplicación de la antiobrera
Tarea Ordenamiento; más las actuales medidas económicas que implican más
recortes en políticas sociales; junto al abandono incluso simbólico de Marx y
Lenin -como la ausencia de sus imágenes en los dos últimos congresos del PCC-
se tiene el pleno convencimiento de que Celia Hart estaría liderando una
oposición comunista y avergonzada de quienes se han convertido en colaboracionistas
de estas medidas antiobreras. Con Celia Hart viva, las protestas del 11 de
Julio hubieran sido guiadas por banderas rojas.
Este 26
de julio, Comunistas ha decido honrarlo republicando extractos de una entrevista que la organización trotskista El Militante le hiciera a Celia durante
una visita a Argentina. Sirva esta publicación no solo como homenaje a la chispa inicial de la Revolución cubana o a la misma Celia Hart, sino como un intento
de recuperar, multiplicar y divulgar las ideas de esta peligrosa trotskista
temida desde entonces por la burocracia del PCC.
¡La alerta de la restauración capitalista en Cuba por la vía china la hacía en 2007!
El
Militante: Tras la enfermedad de Fidel, se habló mucho de
qué va a pasar en Cuba cuando él ya no esté físicamente presente. Algunos
hablan de la necesidad de una transición siguiendo el modelo de China ¿Qué
pensás de todo esto?
Celia Hart: A
partir del 31 de julio del año pasado [2006], cuando se anunció el cese
temporal en las funciones de Fidel, se nos vino momentáneamente el mundo
encima. Por vez primera comprendimos que Fidel se moriría alguna vez. A quien
nos acusa de culto a la personalidad, etcétera, siempre le respondo que los
líderes juegan un papel crucial en la historia de los acontecimientos.
Precisamente
por ser revolucionarios y vivir eternamente en lucha, son en general los
primeros que mueren, el punto de mira del fusil enemigo: Rosa, Lenin, Mella, el
Che, etcétera, Fidel es el hombre en la historia que más atentados ha
sufrido...más de 600. Por lo tanto sería absurdo para los revolucionarios no
valorar el milagro de que esté vivo sin haberse perdido un solo momento de la
revolución en todas partes del mundo.
Esos
meses primeros fueron dolorosos (yo los reflejé en mi artículo Fidel desde mi
Balcón). Fueron meses bien difíciles para los revolucionarios. Aunque no fue
difícil para la administración del gobierno de mi país, que contra todo
vaticinio marchó como relojería. La administración de Cuba no corre el menor
peligro: la economía subió el año pasado [2006] el 12,5%, la mortalidad
infantil se redujo al 5,3 por mil, se desarrolló normalmente la Cumbre de los
Países No Alienados, se están atendiendo problemas centrales en la economía,
incluso viejos problemas, el parlamento funciona sin tropiezos y muchos
ejemplos más.
Ese no es
el problema. En casa hay buenos administradores y gente talentosa. Tampoco
existe el peligro de que vengan los Estados Unidos a invadirnos. Eso lo pueden
descartar. Y si lo hacen será peor para ellos esta vez. Las Fuerzas Armadas
Revolucionarias están más preparadas que nunca y hasta los niños saben qué
hacer. Imagina lo que es un Iraq multiplicado por un millón, con una unidad de
convicciones inmejorable. Los Estados Unidos no podrán pagar ese precio.
La
dificultad está en que lo que hacía Fidel, su voz, su palabra hablada formaba
parte de las armas más eficaces de la revolución. Fidel significó mucho con la
palabra hablada y con la batalla de ideas, desde que nacimos. Él mismo se ha
dado cuenta (pienso yo) y nos arrulla con sus Reflexiones[1]
diarias, no cesa de estar en la lucha. Obviamente no puede mantener la misma
presencia pública que antes. Ya es algo, pero no sustituye su voz, su acento,
su mirada. Los periodistas que le leen no lo pueden imitar.
Es verdad
que en Cuba hay personas y sectores que puedan pensar, que podemos hacer una
transición al estilo chino hacia el capitalismo. Sobre todo porque todavía no
logramos acá caracterizar a China como un modelo capitalista centralizado y en
algunos sectores le llaman “socialista[2]”. Aunque
cuando preguntaron a compañeros como Ricardo Alarcón (Presidente de la Asamblea
Nacional del Poder Popular) o al Ministro de Finanzas sobre esto, ellos
respondieron que no habría este tipo de transición, no porque China, como
pienso yo, se haya convertido en un país capitalista (lo que está
provocando allá problemas sociales graves), sino porque son dos países con
idiosincrasias diferentes.
Pero sí
pienso que existe un sector Cuba que ahora defiende esta perspectiva con más
tranquilidad y confianza. Eso sí es un peligro, no reconocerlo sería
infantilismo político. Si bien en Cuba no existe un Stalin, el peligro de que
pueda haber una tendencia hacia la restauración capitalista, aunque sea lenta, sí
existe. De hecho lo expresó[3]
Fidel poco antes de enfermarse, en noviembre del 2005.
También
es verdad que hay síntomas que expresan una tendencia diferente, por ejemplo se
centralizó el mercado de cambios de monedas, ya no circula el dólar en Cuba.
Pero, afortunadamente, el contrapeso fundamental a una versión china de mi
revolución es la existencia del proceso revolucionario venezolano, que cada vez
se va radicalizando más a la izquierda, y eso jalonea al proceso cubano de
cierta forma, porque muchos de los revolucionarios que en Cuba dejaron de
hablar de socialismo, por sustituirlo con los términos ecuménicos de “justicia
social”, “un mundo mejor”, todo proveniente del “altermundismo”, ahora ven
que en Venezuela se habla de socialismo con gran naturalidad, y ahora ellos
también quieren hablar de socialismo, más allá de los epítetos extraños que
algunos le quieren poner al socialismo: del Siglo XXI, aquel que es posible
hacer sin expropiar a los capitalistas locales, etcétera.
Aquella
frase del Che que “al imperialismo...ni un tantico así” es extensible a las
burguesías autóctonas que nos ofrecen, desde que Rosa Luxemburgo tuvo que
combatir a Eduard Bernstein hasta el actual senado brasileño que se opone a
Chávez en el MERCOSUR. (…).
David [se
refiere al entrevistador], Cuba no es indiferente para ningún revolucionario
del mundo. La Revolución cubana ha tenido mejor suerte que otras revoluciones,
como la rusa. No sólo porque Fidel está vivo todavía, que sería el equivalente
a Lenin, con todas las oscilaciones propias de un Jefe de Estado en
circunstancias de stress internacional sin precedentes, sino porque la
izquierda en sus diferentes variantes, con los mejores intelectuales del país,
están en Cuba luchando por el socialismo, que no fue el caso de la URSS cuando
triunfó el estalinismo o cuando cayó el Muro de Berlín... Eso es una ventaja
que tenemos. Otra, que 70 años de experiencia en Europa del Este, los problemas
de China, la muerte de la revolución nicaragüense en los 90, etcétera, nos sirven
de experiencia....que es oro; pero más que nada por lo inédito de ver cómo
pueden desarrollarse una comunión de revoluciones (no traicionadas) y pueden
aliarse. La relación con la joven revolución bolivariana nos expande el
horizonte y nos obliga a profundizarnos más y más.
Es una
comunión que, a pesar de lo lenta que va la revolución en Venezuela Bolivariana
a diferencia de cómo se dio la cubana hace casi 50 años, ya expresa de manera
irrefutable, sus vínculos, sus contradicciones. Nunca habíamos visto un proceso
semejante.
Ahora
vuelven a aparecer términos y debates que hace mucho tiempo no existían, como
el de “revolución socialista o caricatura de revolución”, etcétera, pese a que
cuando yo publiqué mis primeros escritos, mucha gente se quedaba extrañada
diciéndome de qué socialismo hablaba, o qué era eso de la revolución
permanente, Trotsky, y todo lo demás.
Ahora
vuelve a abrirse una discusión, sobre todo en determinados foros (como el de
los economistas, o el que tuvo lugar recientemente y se llamó “de Marx a
ahora”), muy vinculados a la intelectualidad de Venezuela, y yo pienso que hay
una oportunidad para que la izquierda mundial y la intelectualidad radical
vengan a Cuba y Venezuela, que participen en estos debates y se comprometan con
la realidad de nuestros países.
Cuando me
preguntan por el futuro de Cuba, como imagen digo... “el Futuro de Cuba pasa
también por las calles de Caracas, y los camaradas venezolanos están
defendiendo también la permanencia de la Revolución Cubana”. Tienen una
responsabilidad enorme.
Es por
eso que el apoyo a ellos, el apoyo irrestricto (siempre crítico) a los
avances prodigiosos del discurso de Chávez es ahora nuestra principal
trinchera....Sin abandonar lo que tenemos en casa...Es pues ver cómo las tesis
de la Revolución Permanente de aquel ruso en 1905 se manifiesta un siglo después.
Por eso,
a una transición estilo China, que es mi terror, se le contrapone de
manera desafiante la Venezuela cada vez más radical. ¿Quién ganará? A los
revolucionarios no nos gustan las apuestas. Mientras otros piensan entre lo uno
y lo otro nosotros lucharemos sin descanso para que venza la única opción que
merece la escandalosamente bella y coherente revolución de Fidel Castro.
[1]
Desde que Fidel Castro saliera del gobierno en 2006 hasta días antes de su
muerte, mantuvo una columna en el periódico del Partido Comunista de Cuba,
llamadas Reflexiones.
[2]
Las cursivas son de Comunistas.
[3]
Sin embargo, Fidel no especificó el cómo la burocracia podía restaurar el
capitalismo en Cuba, quedándose solo en una advertencia abierta a interpretaciones.