En Cuba, la “participación de trotskistas, socialdemócratas, académicos, republicanos y anarquistas” será una posible salida a la crisis política actual, opina el sociólogo Ramón García en la segunda entrega de su columna en Comunistas, Lunes de Cuba Crítica.
Entrevista inédita realizada por el director de la plataforma de investigación, Cuba Próxima, Alexei Padilla a Ramón García
ALEXEI: La publicación de libros, artículos académicos y de opinión muestran preocupación por el avance de políticos y movimientos políticos neopopulistas en América Latina, Estados Unidos y Europa, así como los ataques contra la democracia y sus instituciones. En ese contexto, se le y se escucha frecuentemente el término iliberal. ¿Qué significa el iliberalismo? Cuáles son sus características esenciales y qué relación tiene con los neopopulismos?
RAMÓN: ¿Qué se entiende por “movimientos neopopulistas” en América Latina, Estados Unidos y Europa? ¿Acaso se habla de la Alianza por Brasil, el Tea Party o Liga del Norte, por ejemplo? Porque se entiende que la relación de los populismos de izquierdas con la legalidad en Occidente es diferente al de los populismos de derechas.
Esto es lo primero.
Luego, la relación de izquierdas y derechas con el populismo –como un modo de constitución de sujetos políticos, según Ernesto Laclau– es idéntica: hablo de una relación política y social instrumental. Significa que ambos ven ese proceso de constitución de sujetos políticos como una condición de posibilidad de sus proyectos.
ALEXEI: ¿El liberalismo es patrimonio exclusivo de la ultraderecha o actores y formaciones de izquierdas también abrazan idearios de ese corte?
RAMÓN: Debemos de entender que las derechas y las izquierdas se enfrentan a una legalidad liberal-burguesa que es incompatible con sus políticas y proyectos, pero por razones que son diferentes.
Para las derechas en América Latina fue imposible gestionar un cambio en el patrón de acumulación en base a la democracia liberal que contenían las Constituciones en sus países y eso explica la existencia de dictaduras militares en las décadas de 1970 y 1980.
Para las izquierdas en la región el conflicto entre legalidad y revolución es un dilema histórico: ¿cómo hacer la revolución? Dialéctica de la legalidad y la legitimidad. Cuestión que trató de ser resuelta sin éxito de cuatro maneras: Cuba (1959), Chile (1973), Nicaragua (1979) y Venezuela (1999).
ALEXEI: En Brasil, más allá de las obvias y profundas diferencias ideológicas en los discursos públicos de políticos de izquierda y derecha – como el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y el actual presidente Jair Bolsonaro – parece haber un denominador común: defender la democracia para sí mismos, al tiempo que arropan o evitan criticar regímenes no democráticos, pero afines a su respectivo norte ideológico. ¿Es esta una visión utilitaria de la democracia?
RAMÓN: Este es un caso que confirma lo dicho de inicio. Criticar a los afines es como escupir al espejo. Dice el refrán: “No hay peor cuya que la del mismo árbol”.
ALEXIE: ¿Te parece contradictorio que parte de la izquierda identificada con la democracia sea connivente con los criterios de exclusión de la comunidad política aplicados en Cuba?
RAMÓN: Deseo no repetirme. Creo que se entendió lo que dije antes. Voy a contestar a la pregunta para abordar otra cuestión sin apartarme de la idea.
Este es el caso de la serpiente que se muerde la cola.
Los viejos PC en América Latina se facturaron en la década de 1960 y los comunistas disidentes se aliaron a la Revolución cubana. Luego, la lealtad de estos últimos aún continúo después de la de la deriva estalinista de este proceso en las décadas de 1970/1980.
Sucede que la deriva estalinista en Cuba va a coincidir con las dictaduras militares en Suramérica. Entonces fue que Cuba se convirtió en el mejor ejemplo de qué había que hacer. Parafraseando al Ché Guevara, diría que el pecado original de los PC en nuestra América es no ser auténticamente revolucionarios?
ALEXEI: La ponderación de los derechos sociales, la instrumentalización de los derechos civiles y políticos, al servicio de los objetivos de la élite gobernante, el monopolio político, ideológico y mediático del partido gobernante (casi siempre único) son algunas de las características de los sistemas de corte soviético, incluida Cuba. ¿Hasta qué punto estos modelos continúan siendo paradigmáticos para la izquierda internacional, a pesar de su probado carácter antidemocrático y de su fracaso?
RAMÓN: Insisto en darle la vuelta a la pregunta. Aunque antes advierto que esta es una pregunta sesgada.
Fíjate que fácil sería mi respuesta: Estamos ante dinosaurios que, aún fracasados, resisten. Precisamente de eso trata el cuento de Monterroso.
Durante los años de 1960 se articuló una auténtica democracia no-liberal en Cuba y eso sucedió en base a una legalidad liberal-burguesa, además. Esto se explica si antes se entiende esa etapa de la revolución, como la etapa de reapropiación de los contenidos más populares del proyecto populista más radical –el Ortodoxo.
Creemos que se está dando un rearme de la revolución en la región y esto se advierte en casos muy diferentes. Boric en Chile, Bukele en El Salvador y Petro en Colombia. Esta es una discusión más larga que está sucediendo en mi muro de Facebook hoy mismo.
ALEXEI: Desde Cuba, intelectuales marxistas abogan por la concreción de socialismo democrático. Con todo, a día de hoy no he tenido oportunidad de leer el esbozo de un modelo normativo o de una teoría que explique qué es ese socialismo democrático, cómo podría implementarse y hasta qué punto sería una forma de oposición al status quo. Tu comentario, por favor.
RAMÓN: Para Cuba el socialismo democrático no es la solución. Pero la actitud de reticencia al cambio que adopta la clase dirigente en la Isla no deja otra opción.
Creemos que la solución al dilema cubano vendrá de parte del bloque histórico socialista que se ha ido articulando con la participación de troskistas, socialdemócratas, académicos, republicanos y anarquistas. Las posturas de estos socialistas va desde el disenso hasta la oposición abierta al régimen.
Luego, sobre la política y el proyecto de los socialistas libertarios he dicho lo suficiente en los últimos 20 años y en diferentes medios y espacios.
ALEXEI: Es muy común que parte de la intelectualidad insular dirija críticas al liberalismo democrático sin muchas veces diferenciar lo normativo, sus principios y valores del funcionamiento real de los regímenes considerados democráticos. Al final, ¿cuál es la alternativa democrática que este sector propone para superar los vicios de la democracia liberal y el autoritarismo del régimen político vigente?
RAMÓN: Confieso que no estoy en contra del liberalismo democrático. Eso sería un absurdo. ¿Cómo se podría entender Cuba sin leerse a Ramiro Guerra, Fernando Ortiz o Jorge Mañach? Incluso, existe un socialismo liberal que me parece legítimo y que tiene una propuesta en concreto.
Advierto, en tal sentido, que la crítica que hacemos al liberalismo democrático en Cuba se debe a sus propias incongruencias discursivas, su evidente desconexión de la realidad nacional y su carácter elitista y antipopular.
Debemos de estar enterados de que somos una nación en proceso, una sociedad abierta al mundo; que el cubano es portador de una tradición mutualista y libertaria que parte del siglo XVII criollo y llega a la actualidad. Creemos que apostar por un juego democrático a partir de un sistema de partidos, basado en un equilibrio de fuerzas, se da de narices con la realidad.
ALEXEI: En tiempos en que la polarización política parece ser la norma en varios países, tanto la derecha como la izquierda evocan una democracia en la que, según los discursos, solo tienen cabida los integrantes de uno de los bandos. ¿Es el reconocimiento del pluralismo un fortalecedor de la democracia o un mal necesario?
RAMÓN: Entiendo que ser de izquierdas o de derechas es ser parte del problema. Incluso, opino que el capitalismo y el socialismo son dos caras de una moneda. Sobre esto he hablado lo suficiente en los últimos 20 años.
Creemos que la solución es saltar del péndulo y caer dos o tres pasos por delante.
Usted me habla del pluralismo político como el horizonte de la democracia. Pero eso podría darse a confusión y entenderse con el Arca de Noé o un Parque Jurásico. Mejor sería, creo yo, plantear el asunto en términos de capacidad de agencia de la sociedad.
Esa es otra discusión.
Los sistemas democráticos en las sociedades modernas en Occidente se basan en lógica de mayorías vs. minorías y con participación de partidos políticos. Pero esa no es la única manera ni la más eficaz. Pienso en la tradición política africana y los sistemas democráticos en base a la lógica del consenso y sin participación de partidos políticos.
Decía un compa que si un Partido ha sido un dolor de cabeza, ¿qué no sería un país con tres partidos?
Definitivamente, para el caso cubano, pienso que el horizonte de la revolución ha de ser el autogobierno de la sociedad y que un paso adelante nos lleva a instituir la cogestión obrera de las empresas, aplicar el control popular de la gestión de gobierno y adoptar la autogestión de la comunidad.
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