Frank García Hernández
Los censores cubanos censuran a quienes dicen que hay censura; pero con la destitución del director de Alma Mater, Armando Senén Franco, la burocracia cubana comienza a normalizar el típico automutilamiento que caracteriza al estalinismo. Armando Franco Senén no era ni de lejos un periodista que hiciera públicas declaraciones contra el gobierno. Justo tres semanas atrás del estalinista hecho, Alma Mater había publicado una complaciente entrevista a la Secretaria general de la Unión de Jóvenes Comunistas, Aylin Álvarez: la misma funcionaria que dirige el Buró Nacional de la UJC y por tanto, permitió y sutilmente justificó la destitución de Senén Franco. Por si fuera poco, recién a la remoción de Armando Senén, Alma Mater había entrevistado al canciller cubano, Bruno Rodríguez. Como se ve, la ligera crítica de Alma Mater se establecía completamente dentro de las reglas del Partido. Sin embargo, esto no bastó: la destitución maquillada con la excusa “próximamente cumplirá otras funciones” confirma que la burocracia cubana solo permite la crítica estrictamente ordenada por ella. Al mismo tiempo, la caída de Armando Senén fue una advertencia a todos los jóvenes funcionarios que a la menor crítica autónoma, pueden ser destituido. Cada vez más la actual situación política en Cuba recuerda al capítulo de La Revolución traicionada de León Trotski titulado: "El Thermidor contra la juventud".
Este escenario demostró un hecho creciente: si bien la burocracia pone y dispone casi de manera absoluta, los dirigentes cubanos comienzan a comprender que no tienen el control político alguna vez detentado. La presión de la opinión pública en Cuba -con impacto en el extranjero- jugó un papel decisivo para que los burócratas de la UJC respondieran públicamente ante la destitución del director de la revista Alma Mater, Armando Franco Senén. Incluso -aunque desde la ambigüedad que lo caracteriza cuando hay escenarios políticamente complejos- el presidente cubano aludió a este escándalo con un discreto tuit.
Estas reacciones de la burocracia no sucedieron en el caso del exdirector de la revista Somos Jóvenes, Darío Alejandro Escobar, depuesto también por decisión inconsulta y vertical en 2018. Entonces, más allá de mensajes solidarios en redes sociales y la indignación en el gremio, los censores ocultaron y sepultaron la destitución de Darío Alejandro Escobar. La presión desde la guerra de guerrillas digital, constituida en las redes sociales no tuvo la capacidad de fuego necesaria como para obligar a la burocracia a dar explicaciones. Como era de esperarse, la revista Somos Jóvenes -también parte de la Editora Abril perteneciente a la UJC- perdió todo intento de hacer la tan necesitada en Cuba prensa crítica.
El hecho de que esta vez la burocracia cubana se viera obligada a responder por la destitución del director de Alma Mater, habla de cómo en Cuba la opinión pública cobra cada vez más fuerza. De cierta manera esto también es producto de las protestas del 11 de julio. Aunque con grandes limitaciones, tras el 11 de julio, la burocracia cubana se percató que está en un escenario político donde no debe ignorar a la opinión pública.
En torno a la destitución de Armando Senén hubo dos posturas: la reformista que solo pedía una explicación; y la radical que se centró en exigir la restitución de Armando Senén y no tanto en reclamar los sofismas de la burocracia. Quienes fuimos parte de esta última exigencia -más que radical: coherente- comprendimos que la burocracia de la UJC iba a presentar como algo excepcional un hecho el cual solamente es su deber: dar explicaciones de sus actos. La burocracia cubana ha concentrado tanto poder soberbio que hoy rendirle cuentas a la población por un acto inconsulto le parece un acto por el cual debe merecer aplausos.
En Cuba, cada vez que desde la sociedad emerge una reacción crítica sin la venia oficial, la burocracia cubana salta como si la hubieran agredido, respondiendo la mayor parte de las veces con descalificativos políticos. La burocracia sabe que esta no es la política correcta y por tanto niega cometer estos ya muy costosos errores. En buena parte de los casos, el gobierno cubano y su prensa cuando incurren en algún acto políticamente cuestionable, alega que “soluciones” como esas también suceden en países como Estados Unidos. Pareciera entonces que la burocracia cubana no le interesara tanto construir el socialismo y sí hacerle entender a la sociedad que ellos solo se atienen a reproducir las mismas prácticas establecidas en Estados Unidos.
Cuando se cuestionó la represión lanzada contra las protestas del 11 de julio, muchas veces la respuesta era que las manifestaciones no fueron reprimidas como en Chile o Colombia ¿Querían advertir que ellos pueden ser tan violentos como los regímenes colombiano y chileno, donde ni siquiera se cumple lo establecido en la ya represora democracia burguesa? ¿Que antes de llegar al umbral del neofascismo o la represión a fuego de Ceacescu toda represión es justificable?
Los jóvenes Brezhnevs cubanos defensores a ultranza de la censura -y por tanto de las prebendas que les lanza la burocracia- traen en su discurso un revisionismo patriotero digno del peor y más mediocre Kautsky; sin embargo ellos creen ser dueños de la Revolución. Esos jóvenes ansiosos por ser futuros dirigentes -o mantener ya el privilegio de serlo- son tan contrarrevolucionarios como los descalificativos políticos que lanzan contra quienes defendimos al director de Alma Mater. Más de uno de estos personajes justificó la destitución de Armando Senén e intentó presentar “pruebas” que ampararan el estalinoide acto. Sería bueno saber qué dirían esos oportunistas si alguna vez pierden el cargo por el cual tantas estupideces han dicho y tanto daño han hecho.
Cuando Silvio Rodríguez se pronunció al respecto, muchos destacaron una frase tomada de la declaración del trovador: “me preocupa que la revolución termine siendo contrarrevolucionaria”. Tan llamativo como esas palabras fue el paréntesis de Silvio en dicha frase y curiosamente suprimido por muchos. Al decir “revolución” Silvio acotó: “o lo que se use en su nombre”.
El mismo trovador cubano narra en un documental su choque con un censor donde le exigió al burócrata que se sacara del bolsillo a la Revolución y se la mostrara al menos un instante. Si en los sesenta muchos censores al menos habían combatido en la Sierra Maestra, hoy los “dueños” de la Revolución no son más que los precursores de la restauración capitalista. Si alguna vez Díaz-Canel es depuesto de su cargo –“liberado” si empleamos el eufemismo de la burocracia-, esos mismos que se rasgaron las vestiduras calificando como contrarrevolucionarios a quienes reclamamos el regreso de Armando Franco Senén, serán ellos quienes con más fuerza hundirán en el lodo político al actual mandatario cubano.
Mi compañera, la psicoanalista argentina Claudia Cartier, me ha enseñado que una de las principales características de los psicóticos son las alucinaciones y el no saber dónde empieza y termina su cuerpo -motivo por el cual muchas veces se automutilan-. Los hoy “dueños” de la Revolución practican una especie de psicosis política: tienen alucinaciones donde la casi totalidad de la juventud cubana los apoya; creen que su cuerpo-discurso toca a la juventud cubana y, debido a ese triunfalismo no les importa automutilarse cortando un dedo de sus manos. Como psicóticos que son, fueron incapaces de ver la importancia que tenía Armando Franco -el Meñique de la prensa oficial cubana- y se lo arrancaron a mordidas. Finalmente, también como un psicótico, intentaron justificar su automutilación, pero, como mismo nadie le cree a los locos, tampoco nadie le creyó a la burocracia la explicación dada después de tanta presión social.
Cuando hace unos meses atrás se acusó a La Joven Cuba de ser “fascista”, me recordé que en 1933 los estalinistas también acusaron de fascista a Antonio Guiteras, el fundador de la organización revolucionaria La Joven Cuba. Mientras los continuadores de Guiteras siguieron haciendo revolución, en 1940 esos mismos estalinistas se aliarían con el general Fulgencio Batista -quien había ordenado asesinar a Guiteras-. Ya sabemos que del guiterismo se desprendieron grupos los cuales precisamente en nombre de la revolución se convirtieron en organizaciones gansteriles; pero también sabemos que fue Guiteras -y no el estalinoide Partido Comunista- el que sirvió como guía para la Revolución cubana. Sin embargo, el socialismo nacionalista de Guiteras tuvo en la Revolución cubana la herramienta que lo transformó en socialismo y desechó el liberalismo burgués: el marxismo revolucionario. En este 5 de mayo, aniversario 204 del natalicio de Marx le debiéramos recordar a estos que se creen dueños de la Revolución, la siguiente frase de Fidel Castro pronunciada en la fundación del nuevo Partido Comunista: “el marxismo no es una propiedad privada”. Los “dueños” de la Revolución han sepultado tanto a Marx que hasta involuntariamente olvidan al autor de El Capital. En las cuentas de Twitter, Facebook y el canal de Telegram del Partido Comunista de Cuba, el cumpleaños de Marx fue olvidado. Sin embargo, le dedican loas al general de la guerra independencia, Emilio Núñez quien tuvo un decisivo papel en la construcción del Estado burgués cubano. En Cuba, cada vez más el nacionalismo avanza, haciendo retroceder al socialismo. Si en un momento el Che diría que el revolucionario tiene el deber de no sentarse a esperar pasar el cadáver del imperialismo, hoy no actuar es esperar a ver pasar el cadáver del socialismo. Veremos en un futuro quién se alía con quién y quiénes terminan rehaciendo la Revolución.