Cuba necesita sindicatos autoorganizados, gestionados por los mismos trabajadores afiliados y no por la burocracia sindical estatal. Pero ¿quién se atreve a iniciar la construcción de sindicatos en un país donde el gobierno no tolera ni siquiera la crítica que puede hacerse desde las redes sociales?
por Frank García Hernández
Entre el 10 y el 12 de mayo, Argentina vivió una impresionante marcha de organizaciones obreras que atravesaron el país, para exigir en Buenos Aires sus derechos laborales y humanos, el rechazo al pacto con el FMI y reclamar un alza salarial acorde con la creciente inflación.
Falta mucho para que la clase trabajadora cubana
se organice de esta manera, fuera de los sindicatos verticales y burocratizados,
y salga a exigir sus derechos laborales. La clase trabajadora cubana no vive
las situaciones de pobreza extrema en la cual se encuentran miles de
trabajadores y desocupados en Argentina, pero es precisamente para no caer en
esas condiciones críticas que la clase trabajadora cubana debe auto
organizarse.
Pero aunque no viva en los niveles de pobreza
extrema que se encuentran los miles de desempleados argentinos, hoy la clase
trabajadora cubana sí atraviesa una grave situación económica solo superada por
la crisis de los años noventa. La burocracia
sindical cubana hace silencio ante los bajos salarios, el alza de precios en el
sector estatal, el más del 50% del presupuesto nacional destinado al turismo
- por demás, un rubro en crisis- cuando la escasez de alimentos y medicamentos es
demoledora, así como también olvida completamente a quienes trabajan en el
sector privado, sufriendo niveles de explotación solo vistos en los orígenes
del capitalismo. Pero además de ser cómplice y oportunistamente ciega, la
burocracia sindical cubana también justifica todo este escenario que solo
afecta a las mayorías populares.
A la clase trabajadora cubana, desmovilizada por la burocracia sindical, le será muy difícil auto organizarse, aún más en un sistema que no permite ningún tipo de sindicalización autónoma. Esta desmovilización es muy peligrosa porque ante un viraje político, será la derecha quien ocupe posiciones decisivas. Para ese triste momento, un sector de la burocracia, con tal de seguir formando parte del poder, pactará con la contrarrevolución. Con la misma seguridad con que justificaron los recortes sociales de la Tarea Ordenamiento e incluso, después negaron que existieron esas medidas, igualmente esa burocracia oportunista explicará lo necesario de torcer definitivamente hacia el capitalismo.
Al ver cuán descontrolados estaban
los burócratas restauracionistas, en el pasado congreso del Partido Comunista
de Cuba, Raúl Castro -quien inició las reformas económicas de apertura al
mercado y le dio incluso amparo constitucional a la burguesía- contuvo la aplicación
del modelo chino-vietnamita o sea, la restauración del capitalismo. Sin embargo,
los golpes de timón que puedan dar ciertos sectores de la burocracia contra los
dengxiaopinistas, son estrategias políticas completamente ineficientes y llamadas
a fracasar por el hecho de no contar con la participación directa de la clase
trabajadora.
Algo similar ocurrió en la caída de la Unión
Soviética: desmovilizadas, las mayorías populares no supieron construir una
alternativa revolucionaria. Acostumbrados
a decidir todo desde arriba, los burócratas que se oponían a la desintegración
de la Unión Soviética vieron la respuesta en un golpe de Estado y no en
convocar a la movilización popular. El resultado fue que el golpe no tuvo
ningún apoyo popular, el ala liberal de la burocracia se impuso e ilegalizó al
Partido Comunista. La oposición de derecha con décadas de cierta organización,
más los sectores restauracionistas de la burocracia sustituyeron al Estado
soviético por un gobierno anticomunista y neoliberal.
Cuba atraviesa el desértico camino hacia el capitalismo chino, con la sombra del desplome soviético sobrevolándola. De momento, la burocracia cubana
no puede implementar las reformas económicas aplicadas en China y Vietnam por
carecer de producción e inversión extranjera. De ese modo, el gobierno cubano ha pasado lentamente
a apostar porque el sector privado tenga cada vez más un mayor papel en la economía.
Cientos de cafeterías estatales están desprovistas de toda oferta, mientras que muy variados productos gastronómicos se encuentran en los negocios privados. La vieja
estrategia neoliberal de crear un escenario donde el sector estatal es ineficiente
y la economía privada es la salvación, está siendo aplicada a diario por el
gobierno cubano.
Decir que fueron obligados a asistir los miles de
trabajadores presentes en la Plaza de la Revolución el 1 de Mayo, es vivir tan
ajeno a la realidad, como quienes dicen que los miles de manifestantes del 11
de julio estaban manipulados por campañas en redes sociales financiadas desde
Estados Unidos o eran “revolucionarios confundidos”. Esto traduce que ni la
burocracia, ni la oposición “democrática” conocen la realidad y el sentir de
las mayorías populares.
Es cierto que muchos de quienes van al desfile del
1 de Mayo tienen una prácticamente nula conciencia política; como también están
quienes asisten solo para demostrar su presencia ante los burócratas sindicales
o dirigentes acomodados de instituciones estudiantiles, pero el acto del 1 de
Mayo organizado por el gobierno cubano sigue teniendo una amplia convocatoria.
Ignorar esto, como ignorar el apoyo que aún tiene el gobierno cubano es no
entender la realidad política del país y crearse falsos escenarios.
Pero también hay que tener algo en cuenta: otros
miles de trabajadores decidieron no ir al desfile del 1ro de Mayo. La desmovilización
política crece en la sociedad cubana. Agotados de pertenecer a sindicatos
ineficientes, con largas y tediosas reuniones inútiles donde a duras penas se
realizan catarsis después olvidadas en el papel, amplios sectores de la clase
trabajadora cubana deciden optar por el silencio cotidiano. Organizar sindicatos
autónomos en el sector estatal es un riesgo con consecuencias imprevisibles para
los trabajadores que lo intenten. El Estado cubano sabe que tiene la fuerza suficiente como para destruir sin asesinar, ni desaparecer: quien intente crear sindicatos autónomos sabrá que corre el riesgo inmediato de ser desempleado y convertirse a la vez en un paria a quien ninguna institución estatal lo empleará; o, en el mejor de los casos, recibirá trabajos mínimamente remunerados y grises.
Sin embargo, es en el sector de la economía privada donde sí pueden organizarse sindicatos. Librados del fuerte control político administrativo que se ejerce en el sector estatal, sometidos a largas jornadas de trabajo, carentes de los más básicos derechos laborales, conviviendo solamente ellos sin la presencia del patrón quien solo pasa a supervisar, son los trabajadores del sector privado los que tienen la mayor posibilidad de crear sindicatos autónomos ¿Qué harían los órganos represivos estatales ante una huelga en un restaurante privado? El aparato estatal entendería que solamente es un problema a resolverse entre el burgués y los trabajadores.
Sin embargo, desgraciadamente, los miles de trabajadores del sector de la economía privada son jóvenes que desarrollaron una profunda aversión a la sola palabra “sindicato”, al cual asocian con largas, improductivas y tediosas reuniones. Buena parte de los casi 80 000 cubanos que han llegado a Estados Unidos en solo seis meses atravesando la frontera con México, son jóvenes que con el objetivo de ahorrar el suficiente dinero para irse de Cuba decidieron someterse a años de explotación en el sector privado. Paradójicamente, en los países donde se ha intentado construir el socialismo, la clase trabajadora termina estando más lejos de auto organizarse que en el propio capitalismo.
Las huelgas que han silenciado los aparatos chinos
y vietnamitas no pudieron contener la restauración del capitalismo, pero les
arrancan conquistas laborales a los nuevos burgueses. La llamada Marcha Federal Unitaria
Piquetera que atravesó Argentina agrupando a organizaciones de trabajadores,
desempleados y precarizados pertenecientes a disímiles tendencias de izquierdas,
tampoco logró doblegar al gobierno capitalista, pero le recordó a los burgueses
la fuerza del pueblo hambriento. Quienes iniciaron las protestas del 11 de
julio no fueron los intelectuales del 27N, ni la contrarrevolución de la
UNPACU: fueron miles de trabajadoras y trabajadores movilizados solamente por
la cruda escasez que viven.
Fue la fuerza del 11 de julio quien obligó a los dirigentes cubanos que realizaran visitas en los barrios populares; fue la fuerza del 11 de julio quien logró que en los barrios insurreccionados se realizaran transformaciones tan necesarias y básicas como construir una escuela para no exponer a los niños a largos viajes, reparar un policlínico que se encontraba en precarias condiciones o entregar materiales para la reparación de casas. Si ese fue el pequeño resultado de un espontáneo manotazo de pueblo ¡Qué pudiera suceder entonces si la clase trabajadora cubana se auto organizase!