Además del triunfo de la Revolución bolchevique, este 7 de noviembre se conmemoró el natalicio de León Trotski. Sus análisis sobre la degeneración de la burocracia soviética son un instrumento imprescindible para entender la crisis política que vive Cuba.
Por Frank García Hernández.
A Alejandro Esteve, Alexander Hall y Dalton Liebknecht.
Similar a la burocracia soviética, el Gobierno cubano se ha ido alejando de la realidad que vive la clase trabajadora. El ejemplo más rotundo de esto lo constituye el hecho mismo de que acontecieran las protestas del 11 de julio. A ello, se le suma, como otra muestra de desconexión, la manera en que desde el discurso oficial han sido manejadas las protestas, criminalizándolas y reduciéndolas a supuestamente haber sido funcionales a la contrarrevolución.
Tras las manifestaciones del 11 de julio, el Gobierno cubano no se percató de la urgente necesidad de crear nuevos mecanismos de participación ciudadana. La forma que entendió el Gobierno para acercarse a la clase trabajadora no fue estimulando la democracia socialista sino haciendo visitas a los barrios populares. Por lo general, estas visitas, planificadas verticalmente desde arriba y anunciadas con anterioridad, terminan siendo un maquillaje de la zona por donde pasará el alto funcionario, para más tarde todo continuar igual.
En reciente entrevista a un medio de prensa extranjero, un alto dirigente cubano declaró que en Cuba no había ni hambre, ni desempleo, ni pobreza. Este grave caso de quiebre con la realidad solo puede tener dos motivos. O, el más peligroso: la burocracia desconoce la realidad del país; o, sabe de ella pero transmite un discurso triunfalista el cual causa descontento entre amplios sectores de la clase trabajadora cubana. En diciembre de 2020, el ministro de economía Alejandro Gil informaba que en 2021 el Producto Interno Bruto crecería en 6%. Contrario a esto, en las pasadas sesiones del parlamento, Gil anunció que el PIB había caído en -13%. El mismo funcionario anunciaba en mayo de 2021 que este año Cuba recibiría al menos 2 millones de turistas. Según la Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba, hasta septiembre el país no había superado los 190 mil turistas y las restricciones sanitarias para los visitantes extranjeros solo se levantarán el 15 de noviembre. En tres meses, de los cuales solo 45 días serán sin restricciones para viajeros internacionales, Cuba no podrá recibir los 1 millón 810 000 turistas que necesita para cumplir la cifra anunciada en mayo por el ministro de economía; aún y Gil supiera que hasta ese mes solo habían entrado a Cuba 120 mil turistas.
A este preocupante escenario, se le debe agregar que peligrosamente un importante sector de la juventud cubana cada vez más se despolitiza, identificando al socialismo con el anquilosado discurso oficial. Los jóvenes contrastan el triunfalismo del Partido Comunista con una realidad cotidiana cada vez más crítica, marcada por un profundo desabastecimiento, largas filas para adquirir alimentos básicos y una importante concentración de productos de primera necesidad ofertados en las tiendas donde solo se puede pagar con tarjetas respaldadas en divisas extranjeras. De esta manera, un importante sector de la juventud cubana termina repeliendo las ideas marxistas, cayendo en la apatía política, y en el peor de los casos, orientándose hacia la derecha.Al mismo tiempo, esta profunda crisis económica y política ha producido que emerjan nuevas y jóvenes figuras en la izquierda crítica cubana. En su mayoría les atraviesa un denominador común: encuentran en el libro de Trotski, La Revolución Traicionada un análisis que les resulta útil para comprender la crisis cubana. Salvo las purgas estalinistas, las complejidades que conlleva un Estado multiétnico, y la distancia en el tiempo, esos jóvenes que públicamente se posicionan a la izquierda del Partido Comunista, descubren cómo en la burocracia cubana se reproducen peligrosos rasgos de la burocracia soviética.
Esa joven izquierda socialista ve que Cuba está siendo cada vez más signada por la separación de la burocracia cubana con la realidad de las mayorías, el discurso ideológico anquilosado y vacío, el ascenso de jóvenes oportunistas a cargos públicos, los niveles desiguales de vida entre los dirigentes aburguesados y las mayorías trabajadoras, así como la doble moral política, entre otros factores típicos de un proyecto socialista que ha ido degenerado políticamente. La nueva izquierda marxista cubana encuentra, por tanto, un escenario muy similar al descrito por Trotski en La Revolución Traicionada.
Este 9 de noviembre se cumple otro aniversario de la caída del Muro de Berlín, hecho que preludió la desaparición del llamado Campo Socialista del Este europeo, y, la desintegración final de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1991. Treinta años atrás la clase trabajadora soviética no supo defender sus derechos, enrumbar la caída de la burocracia hacia un nuevo proceso revolucionario y llevar adelante la construcción de un sistema verdaderamente socialista. Los cientos de jóvenes que cruzaron el Muro de Berlín aquel 9 de noviembre de 1989 no lo hicieron para llevar a sus compatriotas alemanes de occidente la bandera roja de la revolución y derribar el capitalismo. Lo hicieron buscando una sociedad burguesa donde se les prometía altos niveles de consumo. A costa de políticas financieras depredatorias -donde Grecia aparece como el caso más crítico-, Alemania es una de las principales potencias económicas del mundo; pero si el gobierno cubano cae, Cuba caerá hacia un sistema capitalista subdesarrollado correspondiente a las economías más graves del tercer mundo. La supuesta caída del Gobierno cubano solo producirá que se entronice un régimen anticomunista, con políticas económicas neoliberales y plegado a los intereses políticos de Estados Unidos. El proyecto económico neoliberal del Consejo para la Transición Democrática presentado para una futura Cuba socialista, solo evidencia cuál sería el destino de la nación caribeña bajo un régimen capitalista.
En medio de una crisis política que se agudiza cada vez más, es un deber urgente de la izquierda crítica cubana actuar, o al menos, concientizar. Cada joven socialista debe expandir sus ideas en su rango de acción. Demostrarle a sus compañeros de estudio y trabajo que los errores cometidos por el Gobierno cubano no son intrínsecos del proyecto socialista, que otro socialismo sí es posible, deteniendo así la expansión de la apatía política, la cual sí es funcional a la contrarrevolución.
Trotski no es el profeta de Marx. Verlo así es destruirlo. Trotski es una definitoria herramienta marxista para entender y aplicar a la actual crisis política cubana. Es bien perceptible la diferencia de lucidez entre los jóvenes cubanos que lo han incorporado y quienes o, representan a la burocracia o, proclaman un socialismo conciliador de clases. La lucidez política de la nueva izquierda marxista cubana se expresa en que asumen al socialismo como un proyecto emancipatorio únicamente viable si se construye en libertad; pero libertad y democracia construida y dirigida por la clase trabajadora. La ingenuidad de que el poder económico y político puede ser compartido a partes iguales entre la burguesía y la clase trabajadora, es algo que, por el hecho de ser marxista, la joven izquierda socialista cubana ha desterrado.
Esto explica la posición de la nueva izquierda marxista cubana ante la manifestación del 15 de noviembre: defiende el derecho a manifestación para quienes decidan desfilar ese día, pero a la vez rechaza marchar el 15 de noviembre, pues entiende que es un grave error político compartir espacio con representantes de organizaciones neoliberales como lo es el Consejo para la Transición Democrática. He ahí la gran diferencia entre el frente único de Trotski y los frentes populares de Stalin. El primero agrupaba a las fuerzas progresistas, mientras que en el segundo los comunistas se podían aliar hasta con personajes como el general Fulgencio Batista.