Ante el grave 15 de noviembre, a la interna de la izquierda crítica cubana se definen posiciones. Publicamos la réplica abierta del intelectual marxista Frank García a la Carta a las izquierdas críticas, de Carolina Barrero.
Estimada Carolina:
Desde que
supe de tu carta vi en ella un documento de un importante valor en esta tensa
crisis política nacida el 27 de noviembre de 2020, sublimada el 11 de julio y
con un venidero 15 de noviembre del cual nadie tiene la certeza absoluta de cuál
será su final. Por ello propicié la publicación de tu carta en Comunistas.
Sin embargo, desde la primera versión de tu documento, me saltaron una serie de
puntos los cuales, por su mismo calibre, me veo urgido a replicar, y por
ello desde un inicio te solicité autorización para dirigirte mi palabra en público.
No es esta una pretensión de debate banal. En este momento
de peligro no valen precisiones teóricas. Solamente creo que, como mismo tus
palabras fueron necesarias, creo, modestamente, que las mías pudieran servir de
algo en este largo camino hacia el triunfo del pueblo, de los ciudadanos todos,
de la justicia social, de la libertad, de la igualdad, del poder para las
trabajadoras y trabajadores, campesinas y campesinos, los hambreados, los que
hacen solo una comida al día, los humildes: los explotados de la tierra.
Respondo tu carta porque sé que crees en el diálogo, como
mismo yo creo que el poder político de un país lo detenta o la burguesía, o la
clase trabajadora. En este último caso, la historia, digamos la lucha de clases
-porque las clases se enfrentan siempre de una manera u otra, como lo estamos
viviendo hoy en Cuba- nos ha demostrado que si el socialismo no se construye en
libertad termina degenerando en un sistema dirigido por una burocracia la cual
tiende a priorizar sus intereses por encima de las mayorías. Al punto de que,
por varios caminos, puede restaurar el capitalismo; o sea, devolver el poder a
la burguesía, quien hará todo lo posible para impedir el retorno de la clase
trabajadora al poder y explotarla cada vez más.
Llegado este punto, es donde me salta la primera y gran
duda. Convengamos que este gobierno haya traicionado a la clase trabajadora,
que no le interese construir el socialismo, lo que es igual: no le interese el
bienestar de las mayorías; convengamos que está deviniendo en un perfecto
aliado de la burguesía porque ellos mismos se están convirtiendo en burgueses,
al ser propietarios de negocios privados. Partiendo de ahí, sería un gobierno
que merecería ser derrotado por una Revolución popular. Supongamos que el Gobierno
actual cae. Sabemos que, en este caso, la caída del Gobierno implicaría la
caída del sistema, es decir, se iría con él el sistema socialista -algo que no
deseo-. Supongamos que partimos de cero, que tenemos la oportunidad de
construir todo.
¿Quiénes tendrían la oportunidad de construir? Seamos
ingenuos de pensar que no importa ya quién sea el posible nuevo Gobierno, sino
la propuesta que traiga consigo. En ese futuro nuevo Gobierno ¿Qué sistema
económico nacería? ¿Un sistema donde la mayor parte de los medios de producción
sean de la burguesía, del sector privado o sean de los trabajadores? No hay
término medio. Menos aún para un país subdesarrollado como nosotros. El
capitalismo no nos convertirá en la Islandia del Caribe. Estados Unidos
desembarcará haciéndonos pagar las décadas en que Cuba no se sometió a sus
multinacionales. Los hijos y nietos de la oligarquía derrotada se apoderarán de
las empresas. Para lograr el apoyo del Fondo Monetario Internacional, el nuevo
Gobierno pedirá y pagará puntualmente, haciendo drásticos recortes inmediatos.
No ha habido un solo caso en la historia que no haya sido
así. Tras la caída de los deformados Estados que alguna vez pretendieron
construir el socialismo en la Europa del Este y con la desaparición de la Unión
Soviética, en cada uno de los casos se aplicaron estas terapias de choque. Medidas
las cuales serán de mayor shock en Cuba pues no tenemos las riquezas naturales
de ninguno de aquellos países. Por demás, como mismo sucedería aquí, mayormente
se instauraron regímenes anticomunistas persecutores.
Entre quienes asumen la marcha y la enarbolan como suya,
están quienes han hecho explícito querer recortar los empleos estatales,
privatizar, entregar las empresas a la burguesía derrotada, recortar el
presupuesto de las políticas públicas. Este programa económico no ha sido
cuestionado. No ha sido cuestionado tampoco el apoyo del sector más neoliberal
del exilio cubano ¿Para qué salir a marchar el 15 de noviembre, en grupo
apretado con estos grupos que que traen para una Cuba futura años de explotación
neoliberal? ¿Cambiaremos esto por un sistema de minorías explotadoras en el
poder? ¿Es esa la Cuba futura que queremos?
No. Yo quiero una Cuba donde las grandes mayorías puedan
decidir y solo pueden decidir si son dueños de sus fábricas, de sus bancos, de
sus tierras, de sus hoteles: de Cuba. No estoy defendiendo el actual Gobierno.
Estoy preguntando cuál es la propuesta de esos grupos -que no es Archipiélago,
ni Yunior García- que van a marchar el 14 y el 15 de noviembre.
No. No puedo marchar el 15 de noviembre. No voy a tener
la conciencia dolida de saber que marché con quienes, en el caso de tomar el
poder, despidan, recorten presupuestos sociales y apliquen políticas económicas
neoliberales. Cuba es muy pobre. Un Gobierno así solo la hará más pobre. Quizá
tú, yo, intelectuales, podamos vivir mejor en esa sociedad capitalista, pero no
quienes desde los barrios populares salieron a protestar el 11 de julio. No me
interesa esa Cuba.
Lucho por una Cuba de iguales, no solo en derechos, sino
también en oportunidades. Quiero una Cuba donde no sea una casta de
privilegiados quienes vivan a costa de las mayorías. Pero no es ese el programa
de buena parte de quienes convocan a marchar. No tiene sentido entonces salir a
marchar para entronizar a otra casta que irá más rápido y cruel a enriquecerse
a costa de la explotación de la clase trabajadora, o sea, el capitalismo. No
voy a caer en la discusión de si vivimos un Capitalismo de Estado o no. Yo,
simplemente no quiero capitalismo para Cuba y ese el programa de una buena
parte de quienes convocan.
Hago extensivo este llamado a las izquierdas críticas
cubanas. Defendamos sí, el derecho a la libre y pacífica manifestación.
Condenemos, sí, los hechos de violencia que puedan sufrir quienes decidan
marchar el 14 y el 15 de noviembre. Condenemos también todo lo ya sufrido por
los convocantes de la marcha. Pero no marchemos junto a quienes presentan un
programa neoliberal. No lo hace Yunior García, pero sí muchos de quienes se
alían con Archipiélago, o llaman a desfilar, como es la pléyade de
organizaciones derechistas organizadas en el Consejo para la Transición
Democrática.
La argumentación para aceptarlos en la Marcha para el
Cambio es que ellos, el Consejo para la Transición Democrática y similares, son
cubanos quienes luchan por la libertad. Sí, pero son cubanos que una vez hayan
construido su libertad, tendrán la libertad de desemplear, privatizar, hacer
recortes públicos. O sea: un pequeño grupo de cubanos que dañarán a millones de
cubanos.
Yo pensé marchar cuando Yunior García presentó su
solicitud, pero no puedo hacerlo ahora.
La noche del 11 de julio, en mi celda, junto a
trabajadores de barrios humildes, canté La Internacional. Tuvo una
fuerza diferente oír de las gargantas de quienes habían pedido alimentos y
medicamentos, gritar ahora ¡Arriba los pobres del mundo! ¡De pie los
esclavos sin pan! Esos versos tantas veces macerados por los altavoces de
los actos de la burocracia, ahora volvían a salir de quienes en Cuba son los
verdaderos herederos de la Comuna de París. No es con quienes defienden el
neoliberalismo y depositan su confianza en el capitalismo con quienes deseo
marchar. Es con las herederas y herederos de la Comuna de París con quienes quiero
construir la Cuba futura.
Madrugada del viernes 12 de noviembre de 2021, desde la
periferia obrera de Marianao, oyendo llover sobre los techos de zinc.
Frank García Hernández, hijo de obreros, nieto de
campesinos