Los oportunistas aprovechan los tiempos de crisis para ascender en la estructura de la burocracia. Cuba no es la excepción.
por Frank García Hernández
Jóvenes
oportunistas vs. Cuba socialista
Los
jóvenes oportunistas saben decir lo que quieren escuchar los jefes, cuándo lo
deben decir y dónde se debe decir. Algunos, logran una sofisticación tal que
parecieran ser sinceros. Incluso, en algún momento pueden ser críticos, pero
siempre sus críticas se realizarán en abstracto, diciendo que hay “problemas”
sin detallar ninguno, menos aún analizarlos; a no ser que reciban la
orientación de sus jefes. Como se ve, las “críticas” de los jóvenes
oportunistas no guardan ninguna espontaneidad. Esas “críticas” no son más que
la orientación de sus jefes para hacerse un lavado de cara o silenciar a
quienes verdaderamente son críticos y no pueden controlar.
Los
jóvenes oportunistas pueden haber sido incluso, personas incómodas por sus
criterios políticos que llegaron a tener enfrentamientos con algunos
funcionarios. Sin embargo, una vez que estos jóvenes inician su carrera en el
oportunismo, tratan de demostrar que son incondicionales. Para ello, no dudan
en entregar la cabeza de antiguos compañeros que sí se mantienen siendo
coherentes con sus pensamientos y acciones.
No
hace falta que los jóvenes oportunistas reciban orientaciones para perseguir a
los jóvenes que disienten. Los jóvenes oportunistas saben que eliminar voces
críticas les otorga legitimidad política ante sus jefes y lavan pecados
anteriores.
El
daño que realizan los jóvenes oportunistas no solo alcanza a quienes ellos
destruyen, sino también al país y al proyecto socialista. Mienten, adulan y
persiguen con tal de ascender, obtener más prebendas o simplemente conservarlas –que muchas veces
no pasan de ser un simple celular con internet gratis o la oportunidad de
publicar en medios de alcance nacional-.
Otra
motivación de los jóvenes oportunistas es proteger y hacer crecer sus aspiraciones
profesionales. De esa manera, proyectos jóvenes que alguna vez fueron incómodos
porque desarrollaban un pensamiento autónomo y crítico, ahora derivan hacia la
docilidad total. Esa es una de las principales características de los proyectos
que han degenerado burocráticamente: realizar la menor cantidad de críticas
posibles y atacar, incluso perseguir a quienes critican. La principal virtud de
un joven oportunista es la obediencia y no el talento, del cual suelen carecer.
León
Trotski calificaba a uno de los más sangrientos jefes de la policía política
estalinista, Genrij Yagoda, como una “insignificancia diligente[1]”.
A lo que agregaba: “Yagoda había sido farmacéutico en su juventud. En una era
de paz, podría haber muerto como propietario de una droguería de pueblo[2]”.
Esto es algo que tienen bien claro los jóvenes oportunistas: su mediocridad.
Saben que por su propio talento son incapaces de brillar. Tienen entonces que
echar mano de una extrema obediencia, disciplina y capacidad de adulación.
Obediencia,
porque los burócratas oportunistas no perdonan a los jóvenes que desobedezcan
órdenes; disciplina, porque los burócratas oportunistas, debido a su propia
ineficiencia, necesitan de quienes sepan ejecutar sus órdenes de manera
diligente; y capacidad de adulación porque no es solo adular, sino saber
hacerlo –los burócratas oportunistas pueden sentir repulsa o percibir falsedad
en los jóvenes oportunistas ostensiblemente aduladores-.
El
peligro radica en que la burocracia sí oye a los jóvenes oportunistas quienes,
para conservar las prebendas, dan una imagen distorsionada de la realidad
social. En momentos de crisis como el que estamos viviendo si un Gobierno
pierde el contacto con la realidad, sufrirá crisis consecutivas. Aún más en un
Gobierno que pretende construir el socialismo y por tanto, su fuerza radica en
el apoyo de la clase trabajadora.
La
mejor metáfora que podemos encontrar para entender el daño provocado por los
jóvenes oportunistas es la de una persona enferma de gravedad a quien los
médicos, para no informarle sobre su estado de salud, no solo le ocultan la
verdad, sino también lo medican mal. Sobra decir que en realidad a esos médicos
no les importa la salud del paciente, sino que tienen un móvil egoísta. O
quieren matar al enfermo, como lo hicieron los Yeltsin y compañía con la Unión
Soviética, o simplemente están lucrando con los medicamentos que le suministran
al enfermo –como sucede con los oportunistas, quienes buscan cada vez más
cualquier tipo de prebendas, materiales o profesionales.
No
se demoran mucho en ascender los jóvenes oportunistas. En medio de esta crisis
hemos visto más de un nombramiento incomprensible de jóvenes que no están
capacitados para asumir las funciones otorgadas. Estos jóvenes oportunistas
saben que no están preparados para ocupar el cargo, pero la tentación del poder
y las prebendas les anula todo sentido de coherencia profesional y política –la
cual hace tiempo han desechado-. Estos ascensos de nuevas figuras -muchas veces
desconocidos- son un lavado de cara para demostrar que la juventud sí tiene
poder de decisión.
Que
la burocracia ascienda a dos o tres jóvenes oportunistas no significa que la
juventud tenga real capacidad de decisión en la esfera pública. Tampoco se
logra con que las instituciones amparen un espacio de debate a donde ir a hacer
catarsis. Cuando a estos espacios de debate asisten personas fuera de quienes
estaba planificado y traen con ellos un discurso fuera del permitido, los
jóvenes oportunistas entran en crisis, buscando siempre a quién responsabilizar
por esas presencia non gratas. No tanto temen perder el debate -algo que tiende
a suceder-: temen perder la confianza de sus jefes.
Por
lo general, esos espacios de debate solo ayudan al currículo político de los
jóvenes oportunistas. Ese es su verdadero interés: ascender en el sistema. Sea
como sea. Saben que concentrar en un espacio las críticas, es encerrarlas. Sin
embargo, está lejos la época en que esos espacios eran los únicos donde
expresar no solo la inconformidad, sino plantear proyectos que están fuera de
lo establecido. La masificación del internet quebró el monopolio que ejercía el
Estado sobre la información y la propaganda política.
La
burocracia y sus jóvenes oportunistas cometen un grave error si creen que con
esos espacios de debate logran contener el malestar de una juventud crítica
cada vez más creciente. En el diálogo está la solución, pero no en reuniones
que no pasan de ser un cúmulo de catarsis donde después todos regresan a sus
casas con el mismo nivel de insatisfacción, el mismo cúmulo de problemas y sin
respuestas reales. Eso no le interesa a los jóvenes oportunistas: después se felicitarán
entre ellos mismos porque la jornada les ha sido exitosa.
Los
espacios de debate serán fructíferos cuando los organice la juventud que no
tiene nada que perder, ni aspira a prebendas o cargos públicos. Es decir: la
juventud revolucionaria.
En
las protestas del 11 de Julio, la mayoría de los manifestantes eran jóvenes. No
están las cifras, pero solo basta con mirar las fotos y videos. Quienes
estuvimos detenidos también sabemos que las celdas estaban llenas de jóvenes
trabajadores. Los jóvenes oportunistas niegan todo esto. Niegan además que al
menos en La Habana -en la marcha del Parque de la Fraternidad al Parque Máximo
Gómez- las manifestaciones fueron pacíficas; los oportunistas niegan también
que hubo miles de jóvenes en las calles, niegan todas las irregularidades
cometidas y cualquier hecho de violencia llevadas a cabo por el Gobierno. Ese
ocultamiento oportunista de la realidad que hacen los jóvenes oportunistas solo
ayuda a que el Gobierno cubano se aleje de la realidad.
No
son los jóvenes manifestantes del 11 de Julio quienes pueden derrocar al
Gobierno: son los jóvenes oportunistas desde dentro del sistema quienes tienen
el poder de destruir el Estado cubano. Si esto sucede, con tal de obtener
cuotas de poder político y económico, los hoy jóvenes oportunistas, ya para
entonces burócratas oportunistas, pactarán con la ultraderecha de Miami,
introducirán el neoliberalismo y entregarán el país a las transnacionales.
La
mayoría de los jóvenes que salieron a la calle el 11 de Julio no lo hicieron
para derrocar al Gobierno: ejercieron su legítimo derecho a la protesta.
Recientemente, en medios de la prensa estatal se hizo énfasis que el derecho a
manifestarse en Cuba es legal Cabe entonces preguntarse: ¿Qué sucedería si
cientos de jóvenes salieran a manifestarse con banderas rojas, exigiendo la
construcción del socialismo en libertad? ¿Dónde estarían los jóvenes
oportunistas? ¿Saldrían con palos a golpear a los manifestantes o estarían
junto a quienes exigirían más socialismo y más libertad? Castigar es la mejor
manera de demostrar obediencia.
[1] Trotski, León. Stalin. Stalin.
Una valoración del hombre y su influencia. Editorial Fontamara, México, 2017 p.
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[2] Ídem
Ilustración: Kazimir Malevitch
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