El problema es quién y bajo qué preceptos decide hoy en Cuba qué es o no contrarrevolucionario. El problema es cuando alguien se opone a las decisiones de los gobernantes (y no necesariamente al Estado socialista) es censurado y llamado contrarrevolucionario.
El problema en el caso particular de la negación de la entrada a Cuba de Karla Pérez, más allá de su orientación política, es que le están negando a una cubana el derecho a entrar a su país, una cubana a la que además expulsaron de manera estruendosa de una Universidad cubana, por disentir. En aquel momento y ahora, con la misma persona, el Gobierno cubano cometió un error táctico que lo dejó mal parado ante la opinión pública nacional e internacional.
Los revolucionarios tenemos el deber de señalar esos errores para cuidar nuestra revolución. El enemigo es real, pero el autoritarismo también es el enemigo. A los cubanos, la Revolución tiene que garantizarles sus derechos elementales. La salida sería encargarnos de convencer y demostrar aquí adentro que éste, nuestro proyecto, es la vía para la realización humana y material de un pueblo. La manera de lograrlo sería que nuestros intelectuales, basados en el correcto accionar y funcionamiento de nuestro sistema socialista, puedan debatir y derrotar en el terreno de los argumentos y el conocimiento a sus enemigos de clase.
Tenemos los medios de comunicación, el sistema educacional que nos forma, tenemos todo para formar comunistas críticos y comprometidos, mujeres y hombres de este tiempo; intelectuales que puedan desarmar con argumentos a lo verdaderamente contrarrevolucionario, venga del norte o venga desde las altas esferas del PCC o el Gobierno. Si hace falta nos batimos a los tiros contra quien intente atentar contra la vida o la propiedad socialista. En ese caso, caiga sobre esa persona la ley y se aplique como está establecido; mientras tanto; negar derechos de manera arbitraria a una cubana, piense como piense y milite donde milite, es realmente contrarrevolucionario.
La disidencia tradicional no tiene un programa político sólido, no tiene prácticamente y como versa el argot popular, de dónde agarrarse. Si fuéramos buenos estrategas políticos, no crearíamos "víctimas", ni perseguiríamos a quienes quieren otro sistema. Las víctimas son comunicacionalmente efectivas para desacreditar al victimario. Las y los comunistas no podemos ser los villanos ante la clase trabajadora y el mundo. Debemos ser un ejemplo de diálogo y transparencia, debemos "cambiar todo lo que deba ser cambiado" y revolucionar desde la razón. Porque si decimos tener razón, el problema es cómo convencemos de que tenemos la razón y cuán dispuestos estamos a que nuestra "razón" sea cuestionada. El miedo al cuestionamiento es signo de falta de solidez argumental y verdad débil. Es muy fácil autoescucharse y autoaplaudirse o dialogar con iguales (doy crédito a un amigo cercano por convencerme de este punto).
En el caso de Cuba tenemos sólidas razones para mantener el socialismo y por demás, tenemos también el poder político. El problema es cuando abusamos de ese poder para imponer las acciones que creemos correctas. Hay que lograr una opinión pública que respalde esa razón, hay que descentralizar el poder. A fin de cuentas, en el socialismo los de abajo mandan y el que dirige obedece.
No me gusta la palabra dirigente, quienes toman decisiones en nombre de un pueblo, en nombre de un sistema socialista deberían verse a sí mismos como coordinadores, no como líderes encumbrados. Recordemos que los mandatarios son los que llevan a cabo el mandato del soberano: el pueblo.
Volviendo al tema de Karla Pérez, si creemos estar seguros de que tenemos la razón, pues derrotemos a quienes disienten de manera opuesta, con hechos y no con represión. Que hablen, que se expresen. Quién sabe si sus críticas nos puedan hacer mejores revolucionarios, quién sabe si sus razones son el resultado de errores que pasamos por alto. A fin de cuentas, esas niñas y niños los crió este país, esas mentes piensan así por vivencias muy particulares en este suelo, porque no logramos convencerlos de lo contrario. Ya dijo Guevara que a las ideas contrarias se les debe combatir con argumentos sólidos, si no, hay que dejarlas expresarse libremente... porque eso sería frenar el desarrollo libre de la inteligencia. Tenemos que dejar de ser tan prepotentes y decir: "me equivoqué, pude dejarle a mis hijos un mejor país"; "mis hijos (que son todos los cubanos, piensen como piensen y estén donde estén) no tienen la formación crítica para entender mis razones, porque no supe llegar a ellos". Los cubanos tenemos que curarnos el odio y avanzar en nuestro proyecto socialista.