*Texto tomado del blog del autor con su consentimiento
¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas,
único objeto digno de lanzar un país a la lucha,
sean mejor respetadas mañana?
J.M.
Por Darío Alejandro Escobar
Lo increíble es que haya gente queriendo disfrazarlo, minimizarlo o justificarlo. Es un error grosero. Punto. No hubo saludo, no hubo palabra alguna, solo zas y ya. Esa fue su presentación. El Ministro de Cultura, Alpidio Alonso, que no accedió en todo un día y parte de la noche a conversar con los manifestantes el 27N, salió a agredir. Es verdad que antes, el viceministro Rojas — atinadísimo siempre — los invitó en varias ocasiones a pasar al ministerio y ellos no aceptaron. No sé si hubieran entrado alguna vez, no lo sé, es probable que no, pero salir a dar un manotazo inesperado a un joven que filmaba con un celular es una torpeza política mayúscula, además de una prepotencia. Un político de un gobierno revolucionario no puede responder a provocaciones ciudadanas con violencia, por mínima que sea. El argumento de que cualquier ser humano hubiera reaccionado así no es aceptable, porque en Cuba hay solo un Ministro de Cultura, y esa no puede ser la salida política ante criterios divergentes, incluso, cuando sean ofensivos.
Ahora hay gente que pide su dimisión. No se trata de sustituir un ministro por otro. No va de eso. Se trata de entender que el consenso político cubano se está reconfigurando. En este consenso hay de todo, liberales, anarquistas, socialdemócratas, estalinistas, anexionistas, nuevos y viejos ricos, comunistas y gente que vive al margen y solo quiere sobrevivir un día más en este archipiélago. Gente honesta, oportunista, politiquera y despistada a ambos lados del espectro social. Pero lo que no debe pasar es que se sigan reproduciendo esos gestos de intolerancia, gestos de sectarismo, gestos de represión. En ese manotazo se resumen varias de esas actitudes. La Revolución Cubana tiene que ser mejor que eso.
La política cultural ha sido, con sus muchos defectos, de las más accesibles y democráticas del continente. Hecha, como la Revolución misma, para los más débiles, para los más desfavorecidos, para los que nada o poco tienen, para todos. ¿Por qué no profundizar ese camino? ¿Por qué no se ha derogado el decreto 349? ¿Por qué han continuado las censuras a obras de jóvenes directores de cine en la Muestras del ICAIC desde hace varios años hacia acá? ¿Por qué los medios de comunicación no acaban de democratizar sus políticas informativas y de dirección? ¿Por qué no puedo fundar una revista de deportes, de excursionismo, o de videojuegos y tener mecanismos de financiamiento nacionales? ¿Por qué no se ordena mejor esta Tarea Ordenamiento si han tenido diez largos años para hacerlo? ¿Por qué no puedo crear una Asociación de Bailadores de Casino, o de Fanáticos de la Literatura Erótica y registrarla sin problemas? ¿Por qué no se han autorizado las PYMES? ¿Hasta cuándo seguirán los asesinatos de reputación y la burda manipulación mediática en Televisión Nacional que destrozan los elementos más básicos de la ética periodística? Como ya he dicho en redes sociales, la Revolución tiene el derecho y el deber de defenderse, yo soy el primero en reconocerlo, pero hay que hacerlo con creatividad, con ingenio, con política de altura, con conocimiento de comunicación estratégica y con mucho tino. No gritando, ni agrediendo, ni mintiendo. Me pregunto, junto a Silvio, dónde están los artistas e intelectuales que dirigían sus instituciones siendo ellos mismos, profesionales de altísimo nivel. ¿Dónde están?
Tenemos que encontrar una manera en que esa política cultural nos vuelva a agrupar en la diversidad de lo que somos y aprovechando lo que tenemos. Ese es el mejor legado de Fidel. Hay muchos que se van a excluir a priori, hay muchos que estarán para aprovechar cualquier desliz y gritar dictadura, así de gratis, como también habrá muchos que gritarán gusanos ante cualquier reclamo. Ese ruido es el que no deja avanzar ningún diálogo.
Yo sí creo que el proyecto político socialista puede todavía guiar a este país a un futuro mejor. Ahí está la gestión epidemiológica de la pandemia en un mundo donde, dolorosamente, los seres humanos, sobre todo los más pobres, se mueren como moscas ante el egoísmo, el miedo generalizado de los demás y la desidia de las élites nacionales. También creo que desde el exterior hay mucha gente trabajando para que regresemos al capitalismo, y hay gente aquí en Cuba a la que le pagan para desestabilizar, y creo que también hay algunos esperando cambiar de casaca a la más mínima señal de debilidad en el gobierno, pero tanto a guerras de cuarta generación como a reclamos artísticos y/o ciudadanos, no se responde con improvisaciones y pérdidas de composturas. Eso sucede porque a una buena parte de nuestros políticos — a los que se les olvida demasiadas veces que son servidores públicos — están entrenados en una cultura del ordeno y mando, en una política de campamento, y esta es una república cada vez más compleja y diversa en la que deberíamos lograr que quepamos la mayor cantidad de voces y en la que esas voces debieran decidir más democráticamente sobre sus destinos.
Ni soy ingenuo, ni soy neutral, ni soy un mercenario, ni estoy confundido. No quiero que se tambalee la Revolución, al contrario, quiero que se haga más profunda. Cuente la Revolución conmigo para defenderla desde la verdad y la justicia. Este texto es, aunque seguro algunos dirán que no, una defensa cerrada de ella.