Foto tomada de la BBC |
La Constitución que eldictador Augusto Pinochet dejara clavada en Chile en 1980, ha recibido este domingo 25 de octubre una ráfaga de fuego ciudadano. Coincide la fecha, según el antiguo calendario de la Rusia zarista, con la víspera de la toma del Palacio de Invierno por los soldados bolcheviques.
Esta, la de hoy, es una victoria que no se puede celebrar sin dejar de pensar en todas las compañeras y compañeros combatientes de Chile, en todas las personas que sufrieron la dictadura militar, en las miles de exiliadas y exiliados, en todas las familias rotas, en las hijas e hijos que no pudieron ver nunca más a sus madres y padres, e incluso, en ocasiones, ni siquiera conocerlos; como mismo tampoco muchas madres y padres pudieron volver a encontrarse con sus hijas e hijos, nietas y nietos.
Este es un triunfo que hay que celebrar cantando las canciones de Quilapayún, Inti Illamani, Illapu, el Himno del MIR y La Internacional, recordando a Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen, Beatriz Allende, Víctor Jara, Gladys Marín, las y los combatientes miristas y rodriguistas, las compañeras y los y compañeros del MAPU revolucionario, las y los socialistas del compañero Salvador Allende.
Esta es una fiesta que es imposible celebrarla sino no nos abrazamos con el pueblo mapuche, nación que ha resistido la represión, el desprecio y el olvido, no solo del Estado chileno, sino también de cierta izquierda que en ocasiones lo ha ignorado. Hoy, una nueva Constitución sin todos los reclamos del pueblo mapuche, sería tan vieja como la que este domingo 25 de octubre ha empezado a morir.
Esta es una fiesta para los “pingüinos” quienes desde su estudiantado adolescente lanzaron aquella chispa de rebelión popular, la cual continuó expandiéndose en las protestas universitarias de 2008.
Esta es una fiesta que no hubiéramos podido celebrar sin el levantamiento popular del 18 de octubre de2019; rebelión que se extendió hasta hace solamente siete meses atrás y la cual, desde el pasado 11 de septiembre, resurgía todos los viernes en la Plaza Dignidad.
He aquí uno de los aspectos más valiosos de este proceso constituyente chileno: más que nacer desde la tranquilidad de debates intelectuales y decisiones partidistas, nació fruto de un levantamiento popular.
La nueva Constitución chilena la podrán firmar ministros burgueses, pero nació de los enfrentamientos contra el cuerpo policial Carabineros de Chile, nació en las barricadas de los subterráneos, en las miles de personas manifestándose durante días en la Plaza Dignidad y en las nuevas organizaciones que nacieron y crecieron durante ese proceso revolucionario.
Ahora, es el momento en que el enojo de la clase trabajadora se organice y se conduzca hacia el derrocamiento del Estado burgués. Es difícil y quizá no se logre, pero, tener como meta solamente redactar una Carta Magna para aliviar los sufrimientos del capitalismo es, de antemano, aceptar la derrota. Como dijera el joven dirigente del Partido de los Trabajadores Revolucionarios, Danue Tótoro: “no podemos dejar en pie ni un rastro de la herencia de la dictadura”.
Ahora comienza la etapa más compleja del proceso. Durante los debates constituyentes, la burguesía intentará ceder la menor cantidad de derechos a la clase trabajadora. Al mismo tiempo, la reacción pinochetista luchará porque permanezca en la nueva Carta Magna, la mayor cantidad posible de la vieja Constitución.
Esta es una victoria de la ciudadanía chilena. Sin embargo, ciudadanos son los mineros que, por estar trabajando hoy bajo tierra, no pudieron votar, y, ciudadano también es el burgués cívico que dio su voto temprano a favor de una nueva Constitución liberal. Por tanto, aún no estamos asistiendo a un triunfo exclusivo de la clase trabajadora. Que la victoria momentánea no nos ciegue: esa es la realidad.
En el 2021, Chile asistirá a largos debates de donde nacerá una Carta Magna que será sometida a referendo, ese mismo año. Pero también, en 2021, serán las elecciones presidenciales. En ellas, al parecer, el compañero Daniel Jadue, candidato por el Partido Comunista tiene grandes posibilidades de avanzar.
Más allá de todas las críticas que se le pueda hacer al PC, por primera vez, desde 1970, una organización marxista tiene posibilidades de conducir el gobierno. Esto lo tiene bien claro la oligarquía chilena. Al poder burgués no le interesa de qué tendencia sea un comunista: simplemente lo es y, si se siente amenazada por este, se propondrá derrotarlo usando todas las vías posibles.
La clase trabajadora chilena no solo vive y vivirá un momento histórico y decisivo para su futuro, sino también para la clase trabajadora de América Latina, y el mundo.
¡Trabajadoras y trabajadores: al poder!
Comité Editorial de Comunistas, madrugada del 26 de octubre de 2020, desde algún lugar de Cuba