Fidel Castro: un incómodo para hoy

 Por Yunier Mena Benavides y María Feldman

Fidel Castro gobernó Cuba tantos años que es fácil señalarle errores. Determinadas izquierdas le critican haberse "plegado por completo" a la Unión Soviética, que fue un obsesivo perseguidor de trotskistas o que nunca construyó el socialismo, sino un modelo económico hecho a su antojo. Pero ninguna de ellas niega que era un revolucionario; o al menos, que en algún momento lo fue. 

Por su parte, las derechas construyeron imágenes de Fidel donde, la más noble, es la de un caudillo nacionalista amigo de los países en vías de desarrollo; en tanto que la más agresiva y ridícula, es la de un Stalin tropical que purgó al Che Guevara enviándolo a Bolivia, a la vez que se dedicaba a fusilar opositores por pura diversión.

Pero, lo cierto es que los errores fundamentales cometidos por Fidel provienen de la inexperiencia mundial en la construcción del socialismo. Las primeras naciones capitalistas tuvieron colonias durante siglos y muy pocos escrúpulos para ensayar sus economías y políticas. 

A los Estados burgueses y sus representantes se les permitió -y permite- todo, porque, como se ha legitimado la idea de que son “los malos”, lo normal en ellos es que cometan hechos horrendos. Sus crímenes después se limitan a escandalosos archivos desclasificados y un film de Hollywood, donde el general o el presidente que asesinó, ordenó invasiones y armó falsas campañas internacionales, termina siendo un Marlon Brando en la selva de Vietnam o un atractivo agente de la CIA cumpliendo una misión en un país hostil. 

Sin embargo, cada pecado de Fidel, la prensa burguesa se ha dedicado a multiplicarlo casi hasta el infinito, porque, como mismo él estilaba decir, si el santo peca, peca doble. 

Lo cierto es que, en Cuba y desde el marxismo, en algún momento próximo habrá que investigar la vida y obra de Fidel de manera más objetiva, donde también se hable de sus errores políticos y económicos, para que nadie los repita y para desacralizarlo, hacerlo humano, e incluso, más revolucionario. Como también toca bajar del Olimpo a José Martí, para entenderlo como persona y no como un dios.

Por otra parte, aunque es cierto que ningún proceso social es obra exclusiva de un líder, es innegable que Fidel Castro logró coordinar un gran movimiento revolucionario contra la dictadura de Batista, sacó a Cuba del dominio imperialista,  jugó un determinante papel en la decisión de declarar el carácter socialista de la revolución, estimuló con fuerza el internacionalismo proletario, esparció la ideología comunista entre millones de cubanos  y logró que el país alcanzara un respetable índice de desarrollo humano. 

Pero todo esto lo sabemos y la propaganda oficial se encarga de repetírnoslo de manera no muy atractiva. Al punto de que, para la más reciente generación de cubanas y cubanos, Fidel se limita a un abuelo que solo existe en retratos, videos añosos, anécdotas, artículos en la prensa plana y libros de texto de historia.  O lo que es peor, para una parte de esta adolescencia Fidel solo es un poco de consignas gastadas. 

Entonces, cabe la pregunta: ahora que el Gobierno y el Partido Comunista de Cuba introducen con más fuerza que nunca, una economía que asume a la burguesía como un pilar imprescindible para su funcionamiento ¿Fidel Castro tiene alguna vigencia práctica para la clase trabajadora cubana? 

Todavía tan adentrado en edad como cuando Ramonet lo entrevistara para su libro icónico, Fidel insistía en que:

 [...] andamos haciendo socialismo muchas veces con aquellas categorías adoptadas del capitalismo, lo cual es una de las grandes preocupaciones que tenemos. Porque si uno utiliza las categorías del capitalismo como instrumento en la construcción del socialismo,  obliga a todas las empresas a competir unas contra otras, surgen empresas ladronas, piratas, dedicadas a comprar aquí y allá”. 



Ese tipo de economía que se está instrumentando no lleva necesariamente a un mejor socialismo, sino a la reanimación del capitalismo en la práctica y en la conciencia de la sociedad cubana. De ello estaba el Che más claro que Fidel, sin embargo, este último comprendió los argumentos económico-políticos guevarianos y los defendió hasta el fin de sus días, por lo que cuesta entender por qué éstos no se aplican con mayor sistematicidad y empeño. Volvamos a ver qué dice Fidel al respecto:

“La preocupación del Che no era simplemente el método de dirección de la economía; no se oponía a determinados estímulos materiales, pero siempre advertía contra los riesgos que supone el abuso de estos como motor fundamental de la producción, y la incidencia de los mismos en la conciencia de los trabajadores. [...] Me agradaba más la apelación moral del Che, francamente”.

En la Cuba de hoy se hace necesario retomar las mejores ideas de Fidel Castro y el Che Guevara para emplearlas como instrumentos revolucionarios en las realidades de la nación. Igualmente, urge retomar lo mejor del pensamiento marxista a lo largo de la historia.

El desarrollo socialista no puede obtenerse con la presencia de la burguesía a gran escala en la economía. Menos aún cuando se implementa no ya de manera provisional, sino como una política llamada a quedarse. 

La experiencia del socialismo de mercado chino (que la militancia comunista debe admirar solamente como un buen ejemplo de oxímoron) es el mejor caso para entender que con esas medidas se va en línea recta hacia algo muy similar a la restauración del capitalismo.

Hay que recuperar al Fidel Castro que trabajó en no permitir la consolidación como clase social de la burguesía en Cuba, empezando por sus discursos de las décadas de los ochenta del pasado siglo y la primera del XXI, donde insiste con fuerza en este aspecto. 

Hay que recuperar su lucha contra el ánimo de lucro, su combate al burocratismo, su obsesión de conservar la igualdad social y de priorizar políticas sociales, su insistente afán en hacer llegar la cultura a la clase trabajadora a cualquier costo, y dotar a la clase trabajadora cada vez más con las herramientas necesarias para que ella misma sea su creadora, automancipándose: todo esto es cada vez más necesario. 

A Fidel Castro no se le puede simplificar en las consignas antimperialistas de un líder heroico que no van más allá de estimular el patriotismo y la integración regional.

No en vano, parte del sector de la intelectualidad cubana que apoya la eufemística liberación de las fuerzas productivas” y no menciona, ni por equivocación, la socialización de las fuerzas productivas-, tilda despreciativamente de fidelista a toda postura que ligeramente se posesione contra las políticas de consolidación y expansión de la burguesía en Cuba. 

El desarrollo socialista dista mucho de limitarse en aumentar el consumo de bienes materiales. El socialismo debe producir también un nuevo ser humano que el capitalismo es incapaz de forjar. Y de esto último, nos puede decir mucho el Fidel Castro que no aparece en la propaganda.

Este es un artículo, incluso, ingenuo. Sin embargo, la divulgación sistemática de estas ideas de Fidel, la instrumentalización de ellas en conjunción con todo el marxismo revolucionario (redundancia tristemente necesaria), resulta la mejor de las herramientas ideológicas que pueda tener la clase trabajadora cubana, contra la restauración del capitalismo en Cuba. 


Nota del Consejo Editorial 

 Este artículo debió ser publicado el 13 de agosto pasado en homenaje al aniversario 94 del natalicio del comandante Fidel. Debido a problemas técnicos hubo de ser pospuesta su publicación, la cual, ya ha sido demorada de más. Por otra parte, a partir de este artículo comenzaremos a publicar una serie de trabajos relacionados con el 55 aniversario de la fundación del Partido Comunista de Cuba. A su vez, el Comité Editorial aprovecha esta nota para comentar que nos asombra saber de personas quienes, creen que usamos la imagen de Fidel para escudarnos de posibles ataques de la censura. Ante esa sutil sugerencia de que somos oportunistas, quisiéramos solamente comentar que parte de los miembros del Comité Editorial tienen la estética fuera de moda, sesentera dicen algunos, de tener, en la decoración de su casa, una foto del Comandante en Jefe.