Por: Frank García Hernández
Este trabajo, junto a la organización y coordinación del Simposio León Trotski en la Feria Internacional del Libro del Chaco, Argentina, forma parte de los homenajes que el blog Comunistas rinde al líder bolchevique, en el 80 aniversario de su asesinato.
Nunca en Cuba socialista se ha publicado un libro de León Trotski. En los textos oficiales de historia contemporánea, con los cuales se estudia en nuestras escuelas, tampoco se habla de Trotski. Mucho menos lo menciona la televisión, la radio o la prensa plana cubana. Salvo en escasos círculos académicos, hoy, ni siquiera se habla de él para descalificarlo. Simplemente, no existe.
El imaginario de la juventud comunista cubana se construye pues, sin el organizador de la insurreción de Petrogrado, sin el fundador del Ejército Rojo y sin el que se enfrentó, desde adentro, al poderío de Stalin, no por un cargo, sino por evitar la muerte del socialismo soviético.
Es decir: si una o un estudiante en Cuba, aspirante a formar parte de la Unión de Jóvenes Comunistas, se atiene solo a lo que dicen los libros y el programa de estudio de Historia Contemporánea, y se informa estrictamente por los medios oficiales, habrá desconocido la mitad de la Rusia bolchevique.
En consecuencia, le será imposible entender qué sucedió en la Unión Soviética y por tanto, cuáles fueron las causas de su desaparición. De continuar así, y si a esto le sumamos la escasa divulgación de Marx, con "El Capital" que no se publica hace décadas, y la también casi nula existencia de textos de Rosa Luxemburgo y Alexandra Kollantai; esa o ese estudiante, no tendrá las herramientas suficientes para construirse un pensamiento marxista revolucionario.
Estaremos viendo nacer al clásico joven militante ejemplar que asume acríticamente las consignas, hasta que, por algún choque con la burocracia, se desmoraliza y se rinde.
Surge entonces la pregunta: ¿cuál es el motivo para este silencio? Podemos decir que, en cierta medida, se debe al inmovilismo. Cuando Cuba fue una estrecha aliada de la Unión Soviética, en las librerías abundaban ejemplares de títulos impresos en Moscú con el nombre de "Trotsky: el falso profeta" o "La lucha del trotskismo contra el partido bolchevique".
Esto se debía a que, aunque Stalin -el perseguidor y asesino del viejo líder bolchevique-, fallecía en Moscú en 1953, y en 1956 Nikita Jruschov denunciaba sus crímenes, nunca se rehabilitó a León Trotski en la URSS. Antes bien, en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, donde se destronaba a Iosif Dzhugashvili, Jruschov continuó atacando al “bloque trotskista-zinovietista”.
Cuando en 1964 Leonid Brezhnev dio el golpe palaciego a su mentor, y con él se estableciera un sistema que algunos han caracterizado como "neoestalinismo", la difamación contra todo lo que oliera a trotskismo tomó nuevas fuerzas. De modo que, en Cuba, nuestros censores, más ignorantes que los brezhnevianos e influenciados de manera directa por el viejo Partido Comunista, adoptaban un rigor infalible contra León Bronstein.
Hoy ya no existe la URSS y ningún dirigente, en público, dice que Trotski fue un agente del nazifascismo alemán y el militarismo japonés. Sin embargo, cuando el buen burócrata recibe una orientación, no la olvida. Aunque la medida haya caducado, mientras no reciba la contraorden, la seguirá aplicando con rigor. Al igual que en la época de Jruschov, en Cuba se lanzó abajo a Stalin, pero nunca se colocó en su justo lugar al fundador del Ejército Rojo.
Sin embargo, esto no se debe nada más a la obediencia y la mala memoria de un funcionario. Cada vez que se intenta en Cuba hacer algo que tenga como objetivo central a León Trotski: surgen problemas.
La realización en La Habana del 1er. Evento Académico Internacional León Trotski tuvo más obstáculos que ayudas. Casi siempre las sugerencias de modificaciones y las excusas para prohibiciones venían acompañadas con el mismo e incomprensible susurro “ya sabes: es un tema delicado”.
Recientemente, cuando alguien propuso crear en cierta biblioteca -recién fundada y por tanto supuestamente abierta a innovaciones-, una sección especializada con más de 30 libros autoría de Trotski, la idea fue desechada con la excusa de que, quien lo proponía, solo por el hecho de proponerlo, tenía intenciones de transformar dicha biblioteca en un centro trotskista.
Desde ese ignorante ángulo de vista, quien propuso fundar el "Departamento de Asuntos Religiosos en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba", se proponía, cuando menos, evangelizar al Buró Político.
Pero, ¿por qué provoca Trotski tanta alergia en buena parte del funcionariado cubano? Además del mencionado inmovilismo, hay algo que ciertos decisores conocen muy bien: su crítica a la burocracia.
La variante reduccionista de la historia, la que replican los marxistas positivistas y el liberalismo burgués, defiende que Trotski fue expulsado de la URSS por el hecho de querer destronar a Stalin. De ser esto cierto, cuando en 1927 la Oposición Unida fue derrotada, Trotski habría capitulado ante Stalin como tan servicialmente lo supieron hacer Lev Kámenev y Grigori Zinoviev.
El gran pecado de Trotski -y es por ello algunos funcionarios cubanos le temen-, es que demostró, especialmente desde su ensayo "La Revolución Traicionada", que: la burocracia soviética, tras desarrollar un modo de vida pequeñoburgués, enfocada cada vez más en sus intereses y no en los de la clase trabajadora, apoyada en un discurso vacío, estimulando así la doble moral y haciendo, a la vez, terribles concesiones al capitalismo mundial en aras de la coexistencia pacífica. Después de asumir estos comportamientos como algo natural, la dirección de la URSS terminó identificándose más con la burguesía que debía combatir, que con la clase trabajadora que debía representar.
He ahí el final de la Unión Soviética: los burócratas se cansaron de vivir como burgueses y decidieron convertirse en burgueses. Una vez que ellos mismos dieron la orden de bajar la bandera roja del Kremlin, ya no tenían por qué robar, ni esconder sus viajes al extranjero, ni sus privilegios: ahora eran capitalistas que vivían en un sistema capitalista, y su forma de vida quedaba refrendada en las leyes.
He ahí el miedo hoy de algunos funcionarios cubanos: temen que quienes lean en estos momentos en Cuba "La Revolución Traicionada" hagan incómodas comparaciones.
Publicar a Trotski en Cuba, implica, además, darle a la clase trabajadora la posibilidad de percatarse de que la burocracia no es el burocratismo, sino el funcionariado de todo sistema político. En el socialismo, la burocracia, solo por el hecho de ser burocracia, no tiene por qué traicionar a la clase trabajadora. De hecho, lo sucedido en la URSS y el Campo Socialista fue una completa anomalía.
Por demás, el inmovilismo y el temor de determinados funcionarios ante el marxismo crítico, ha hecho que en Cuba el público lector se pierda la oportunidad de conocer excelentes títulos como la ya mencionada "Historia de la Revolución rusa" , o la autobiografía "Mi Vida": dos libros los cuales sus editores están en la más sincera disposición de que se puedan publicar en la isla, sin cobrar un centavo por ello.
André Bretón, al concluir la redacción del "Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente" quiso finalizar el documento con la frase “Total libertad en el arte, salvo contra la revolución proletaria”. Trotski, quien fue coautor del texto, se opuso y suprimió la peligrosa condicionante “salvo contra revolución proletaria”.
Publicar a León Bronstein hoy en Cuba, también sería demostrar que las originales políticas culturales comunistas no son la censura, ni el pensamiento dogmático, sino que las políticas culturales marxistas proponen que, dentro de la total libertad del arte: todo; fuera de la total libertad del arte: nada.
Pero no se puede olvidar un detalle de suma importancia: lo que más le preocupa a los burócratas que hoy en Cuba silencian a Trotski, es que "La Revolución Traicionada" fue escrita por un comunista, y no por un renegado de Lenin. Publicar hoy en Cuba a León Trotski es publicar un libro en defensa de la revolución socialista cubana.