La lucha es por la vida

Por: Daniel Mathews Carmelino


En casi toda América, Cuba es una excepción importante, la consigna “No la/lo mataron, la/lo sembraron” se repite más de lo que se debiera. Y es que nuestros líderes no sólo son sembrados, dan frutos. Es cierto que muy pocos son  políticos importantes, presos por los crímenes cometidos. Fujimori lo está y Videla lo estuvo. Pinochet estuvo preso en Inglaterra, pero inmediatamente fue Frei a pedir la liberación del asesino de su padre.  El uribismo sigue siendo una fuerza política importante en Colombia, Ivan Duque llama presidente a don Álvaro y no al revés. Desde hoy martes 4 de agosto, está cumpliendo prisión domiciliaria por fraude procesal y soborno. Colombia está de fiesta. Grandes caravanas de autos y motos llenan las calles. Los familiares de los muertos, yo entre ellos, comprendemos que más importante que la acusación fiscal es el hecho político. 


En 1976 Michael Foucault dictó un curso en el College de France bajo el título Hay que defender la sociedad. En él se habló por primera vez de “biopolítica” un conjunto de procesos como la proporción de los nacimientos y las defunciones, la tasa de reproducción, la fecundidad de una población, etcétera. En Francia era un cuestionamiento válido al poder ¿Lo es en América, en África? Desde el África salió el primer NO. En nuestros continentes, dice Achille Mbembe (2011, p19), “la expresión última de la soberanía, reside ampliamente en el poder y la capacidad de decidir quién puede vivir y quién no”. El presente texto  pretende ser una revisión afroindoamericana de la propuesta de Mbembe. 
Dos aclaraciones previas: en nuestros países también hay una búsqueda de proporcionalidad de nacimientos, y es quizá más evidente y cruel. La combinación de indígenas esterilizadas sin consulta previa y criollas a las que se les penaliza el aborto, tiene que ver con una clara política racial. Lo mismo ocurre con el incentivo a que los europeos vengan a “mejorar la raza”. Chile en el siglo XIX les dio dinero para el viaje, plata para invertir y les regaló tierras. Tierras que eran de los mapuches, no del Estado.


En segundo lugar, debemos reconocer que en diversos momentos se aplicó en Europa políticas de exterminio. Es el caso de los judíos. Pero podemos establecer una premisa: ninguna forma de barbarie se ha aplicado en Europa antes de ser ensayada en África o América. O, para decirlo en palabras de Mbembe “la colonia representa el lugar en el que la soberanía consiste fundamentalmente en el ejercicio de un poder al margen de la ley”.

LAS RAZAS NACIERON AQUÍ

Un 12 de octubre de 1492, aproximadamente a las 4 de la tarde, se inventaron las razas. Fue una invención clave en la historia de la humanidad. Sin ella, no hubiera existido capitalismo. Ernest Mandel (1969) ha sumado el valor del oro y la plata arrancados de América hasta 1660, el botín extraído de Indonesia por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales desde 1650 hasta 1780, las ganancias del capital francés en la trata de esclavos durante el siglo XVIII, las entradas obtenidas por el trabajo esclavo en las Antillas británicas y el saqueo inglés de la India durante medio siglo: el resultado supera el valor de todo el capital invertido en todas las industrias europeas hacia 1800. La llamada “acumulación primitiva del capital” se hizo con sangre negra e indígena. 


El esclavismo, las plantaciones y el colonialismo fueron los espacios donde se gestó la modernidad. Verdaderos laboratorios de experimentación social. Sin embargo, en las narrativas sobre el nacimiento y evolución de la civilización occidental, o se les ignora, o se les presenta como la historia de la puesta en valor de territorios vacíos y de la creación de instituciones, de la civilización de pueblos bárbaros. Sus costes sociales son percibidos como necesarios sin aludir a la brutalidad de los métodos de depredación. Está claro que ante eso no basta decir “las razas no existen”, no basta decirse mestizo. Hay que ser antirracista. 
La discriminación, el rechazo al otro, siempre existió. Para los griegos los extranjeros eran “bárbaros”, no sabían hablar, decían “ba, ba, ba”. Pero para que un bárbaro deje de serlo bastaba que aprendiera griego. Para que un “gentil” se haga judío bastaba que adoptase una religión. Con la invención de las razas, la mano de obra estaba asegurada. Era imposible para un negro o para un indígena cambiar su ser. Eso significó condiciones laborales realmente perversas y al que no se sometía se le exterminaba. Bartolomé de las Casas denunció que la población del continente se había reducido a un tercio de lo que era. También se terminó con muchos elementos culturales. El primer quemado vivo en la Inquisición de Lima fue Mateo Salado, un médico que se atrevió a investigar los procedimientos de los pueblos originarios. 

La matanza no terminó con la independencia. Bolívar (1940, p30) fue claro: “nuestros derechos son los de Europa y tenemos que disputar estos a los del país”. La “independencia” fue una segunda conquista. La “Conquista del Desierto”, en el sur de Argentina, no fue en ningún desierto. La “Pacificación de la Araucanía” en Chile, fue en un territorio que gozaba de paz. En los dos casos se trata de guerras contra el pueblo mapuche. Se crearon Estados racializados. En el Perú los pueblos originarios no tuvieron derecho al voto hasta 1980. 



Hoy, el racismo continúa. Y con él la política de la muerte. Para justificar una matanza en la Amazonía peruana el expresidente Alan García no tuvo mejor idea que señalar que hay peruanos de primera categoría y otros que no lo son. Por supuesto, estos últimos son los pueblos originarios. 
Las comunidades indígenas y negras de Nuestra América son las guardianas del planeta. La frase de Rosa Luxemburgo “socialismo o barbarie”, hoy resulta optimista. Lo más probable es que si no cambiamos radicalmente, más que barbarie, tendremos por lo menos, una reducción masiva de la humanidad. La pandemia de COVID19 y su más de medio millón de muertos, es una pequeña muestra de lo que puede pasar. Y las comunidades, con su religioso amor por la tierra, son los pequeños reductos donde la vida está asegurada. Ayer me informaron que en Nuevo Saposoa, en la Amazonía peruana, se ha logrado la recuperación de todos los infectados mediante procedimientos naturales. 
Pero este resguardo de la naturaleza va directamente contra el extractivismo campante en nuestros países. El sembrío de pinos que remplaza a los bosques naturales en territorio mapuche; la tala, legal o ilegal, de enormes extensiones de la Amazonía; la explotación minera en territorios que fueron agrícolas; los sembríos destinados al uso ilegal; la trata de personas: todas esas actividades, van dirigidas contra las comunidades. Está claro que el racismo tiene un fundamento económico, como lo tuvo siempre. 


El caso de los cultivos de uso ilegal en Colombia es particularmente representativo. Es un tema que debería estar resuelto, porque el Estado colombiano ha firmado un "Acuerdo de Paz" que plantea la solución: sustitución voluntaria compensada. Sustituir un cultivo le significa al campesino un gasto: nuevas semillas, nuevos procedimientos. No es cuestión de ir y arrancar las plantas. Los operativos militares de erradicación forzada de los cultivos de coca se han mantenido, sin embargo, durante toda la cuarentena, desconociendo los acuerdos de sustitución voluntaria y las medidas de contención de la pandemia. La Asociación Campesina del Catatumbo (ASCAMCAT) denunció el asesinato a manos del Ejército Nacional, de Emérito Digno Buendía,  el 18 de mayo, en la zona rural de Cúcuta. Pero te matan si siembras y te matan si quieres sustituir. Si para algo ha servido la cuarentena es para que los paramilitares encuentren en su casa a los líderes del movimiento por sustitución voluntaria. En el primer mes de cuarentena hubo 16 asesinados. Esto parece que no parará sin un movimiento internacional que lo contenga. Los países garantes, Cuba entre ellos, deberían encabezarlo.

LA GUERRA CONTRA LAS MUJERES

Pero la guerra no es solo contra los indígenas. Es también contra las mujeres. En Nuestra América, el debate entre Olympe de Gouges y Rousseau se ha regado con sangre. En esto cuentan varios factores. Uno de ellos es el rol de la mujer en el cuidado de la tierra. El conflicto entre indígenas y extractivistas muchas veces ha significado un enfrentamiento entre empresas dirigidas por varones y mujeres heroicas que defienden su tierra. Es el caso de Máxima Acuña (Cajamarca, Perú), que recibió el Premio Goldman 2016 por la defensa de la laguna de Sorochuco, que quieren secar para extraer oro.


Pero si Acuña recibió un premio, hay otras con peor suerte. Recibieron balas. Es el caso de Berta Cáceres (Honduras), Paola Mena (Colombia) o Marielle Franco (Brasil). Líder indígena lenca la primera, negras las otras dos, juntan el tema étnico con el género. Pero, además, su muerte marca el rechazo a la mujer, que ocupa un papel social destacado. No es gratuita mi referencia a Rousseau, liberal radical, pero al mismo tiempo patriarcal. “La mujer está hecha para someterse al hombre, incluso para apoyar sus injusticias” nos dice en el Emilio. Esta premisa, sobre la que se funda la modernidad, estaba siendo cuestionada por ellas y lo sigue siendo por muchas otras.


En realidad la mujer no necesita ese rol social para ser asesinada. El hecho de trabajar ya es un buen motivo para matarla. La división varón-proveedor-público/ mujer-cuidados-privado ha sido puesta en cuestión por las “zonas francas” o “maquilas” donde miles de mujeres (OXFAM calcula 263,000) no tienen derechos laborales. El resultado ha sido doblemente fatal. No son solamente sobreexplotadas, sino que son asesinadas. Si los asesinatos en general han aumentado en los últimos años, los de mujeres baten récords. En El Salvador, entre el 2000 y el 2006, frente a un 40% de aumento de asesinato de varones, los homicidios de mujeres subieron un 111%. En Guatemala, entre 1995 y 2004, los homicidios de hombres subieron 68%, los de mujeres 144%. En Honduras, entre el 2003 y el 2007, la victimización de los hombres subió 40%, la de mujeres 166% (Carcedo, 2010). 


Por último, pero no menos grave, los crímenes por posesión. “Si no eres mía, no eres de nadie” es una frase propia de cualquier macho. Y, claro, también se puede aplicar a parejas de todo tipo. Este último caso, tiene variables, ya que la homofobia y la transfobia son un tema, que va más allá del presente ensayo.

UNA GUERRA VIEJA CON NUEVAS FORMAS

Según Zygmunt Bauman, las guerras de la era de la globalización, no tienen entre sus objetivos la conquista, la adquisición y la requisa de territorios. Esto no es tan cierto. De hecho, la desposesión de tierras indígenas y negras para la expansión de la minería o los cultivos de uso ilegal, le da la razón más bien a Harvey. Se trata de una guerra que dura ya, más de cinco siglos. 



Pero para realizar esta desposesión ya no es necesario el Estado. En realidad se da una combinación entre formas estatales y no. Como decía en una nota anterior (Mathews et. al. 2020) existe un “gobierno oculto”, clandestino, delincuencial, que tiene por finalidad realizar esta expansión. “El gobierno oculto se basa en sus propias posibilidades criminales, formado desde facciones, bandos, maras, patotas, mafias y grupos paraestatales. En algunos casos, el colombiano es paradigmático, al poseer verdaderos ejércitos: una tropa uniformada, grados de mando y tribunales militares para juzgar las indisciplinas. Las Águilas Negras tienen tanto o más reclutas que el ejército oficial”. 



Lo que hemos dicho para América, Mbembe lo replica para África. Los Estados ya no tienen el monopolio de la violencia. En tiempos de neoliberalismo, la propia coerción se ha convertido en bien de mercado. Los soldados se rentan, igual que un carpintero o un médico. Sobre todo, si es para servir a industrias tan prósperas como el narcotráfico o la minería. Pero ahora la propia guerra y su mercado de armas es un negocio lucrativo. 
Gilles Deleuze y Félix Guatari nos hablan de “máquinas de guerra” diferenciadas del Estado. “No basta con afirmar que la máquina es exterior al aparato, hay que llegar a pensar la máquina de guerra como algo que es una pura forma de exterioridad, mientras que el aparato de Estado constituye la forma de interioridad que habitualmente tomamos como modelo, o según la cual pensamos habitualmente” (2004, p362). Esto ha llegado a su paroxismo en esa combinación  postcolonial y neoliberal de América y África. 


Pero no hay que pensar que estas “máquinas de guerra” son absolutamente nativas. Los soldados son nativos, buena parte de los mandos también. Pero no funcionarían sin circuitos en Estados Unidos, Europa, China. Hacia allá van minerales y drogas. De allá vienen armas. Hacia los paraísos bancarios van los ahorros de los grandes capos. Los bancos son más poderosos que los gobiernos, de modo tal, que es imposible pensar en auditorías como las que terminaron con la mafia de los años 20. Las máquinas de guerra están implicadas en la constitución de economías altamente transnacionales.  

DEFENDER LA VIDA: PACHAKUTI




En quechua hay dos formas de decir nosotros. Se dice ñoqanchis cuando se incluye a la persona con la que se habla. En cambio ñoqaiku es un nosotros excluyente. El proyecto de Bolívar, lo hemos visto, era excluyente. Pero no fue el único proyecto liberador. El de Toussaint L´Ouverture era incluyente. Si se tuvo que imponer una República haitiana que excluía a los franceses, fue porque ellos así lo quisieron, fue la contrarrevolución napoleónica. En el resto de América fue peor. Se excluyó a las grandes mayorías afroindígenas. Tupac Amaru, el proyecto inclusivo, fue derrotado. Fue descuartizado. Su cabeza se enterró en Lima y su cuerpo en el Cuzco. Pero lo que no saben los agentes de la muerte, es que la cabeza y el cuerpo se andan buscando. Lo que no saben, es que, cuando se encuentren, el mundo que ellos han puesto de cabeza, volverá a estar de pie. Eso en quechua se llama pachakuti, en castellano revolución. ¿Quién dijo que todo está perdido?… yo vengo a ofrecer mi corazón. 

BIBLIOGRAFÍA


BAUMAN, Zygmunt. 2001 “Wars of the globalization era” en European Journal of Social Theory, Sussex: Sussex University vol. 4 N° 1.
BOLIVAR, Simón (1815) “Carta de Jamaica” en Simón Bolívar 1940 Doctrina política, Santiago de Chile: Ediciones Ercilla
CARCEDO Ana (coordinadora). 2010. No olvidamos ni aceptamos: feminicidio en Centroamérica, San José de Costa Rica: CEFEMINA y Horizons
DE LAS CASAS, Fray Bartolomé. 1997 Brevísima relación de la destrucción de las Indias, Barcelona: Libros Río Nuevo
DELEUZE Gilles y Félix Guatari 2004. Mil mesetas, Valencia: Pre-textos
FOUCAULT, Michel. 2000 Defender la sociedad, México: Fondo de cultura económica.
MANDEL, Ernest. 1969 Tratado de economía marxista México: Fondo de cultura económica.
MATHEWS, Daniel y Paula Monteverde 2020 “El gobierno de la muerte” en https://comunistascuba.blogspot.com/2020/07/el-gobierno-de-la-muerte.html
MBEMBE, Achille. 2011 Necropolítica. Sobre el gobiernoun privado indirecto, España: Editorial Melusina.
OXFAM Las mujeres de las maquilas. En https://blog.oxfamintermon.org/las-mujeres-de-las-maquilas/
RADIO MUNDO REAL Informe especial: Colombia: asesinatos sistemáticos de líderes sociales se multiplican durante la pandemia. En https://rmr.fm/informes-especiales/colombia-asesinatos-lideres-sociales-erradicaciones-forzadas-pandemia/
ROUSSEAU, Jean-Jacques 2012 Emilio Lima: Fondo editorial cultura peruana.
SEGATO, Rita Laura 2016 La guerra contra las mujeres Madrid: Traficantes de sueños