Por Yunier Mena Benavides
Al decir del ministro de Economía de la República de Cuba, las medidas que fortalecen la gestión privada y el papel del mercado, aprobadas hace poco por la dirección del país, han venido para quedarse, pero más bien han venido para ser combatidas. Hay que salvar el socialismo cubano porque es útil, imprescindible, y porque está en peligro. Utilidad: educación, salud, seguridad social y otras garantías para todos que ponen el desarrollo humano del país al nivel del llamado primer mundo. Estos logros reconocidos internacionalmente distan mucho de los índices nacionales anteriores a la Revolución. A pesar de lo significativo lo más importante ha sido que se han alcanzado sin colonizaciones, invasiones, genocidios o explotación de otros pueblos; además, con una paralela y sostenida labor de internacionalismo de la que no ha sido capaz ningún país capitalista.
Sin embargo, a toda esta práctica meritoria socialista la amenazan numerosas realidades: burocratismo, bajos niveles de producción material, corrupción, cálculo económico, propiedad privada, bloqueo, penetración ideológico-cultural, contexto mundial dominado por relaciones de producción capitalistas, acciones agresivas del imperialismo, inexistencia en las librerías de textos esenciales en todas las ramas del saber, insuficiente acceso a internet y sus precios elevados, insuficiente promoción del arte en los medios, atraso tecnológico, falta de cultura del trabajo productivo y emancipado, débil vínculo entre la investigación científica y la economía, falta de originalidad en el modelo económico y político, nacionalismo y triunfalismo, falta de debate en los medios sobre los problemas de la transición socialista, ausencia en el discurso de los líderes gubernamentales y partidistas de ideas sobre el comunismo (ni lo mencionan), etc.
Se supone que este texto sea breve y afable, por lo que no podré abordar todas estas cuestiones. Con ello no quiero decir que soy especialista en la materia. Soy solo aprendiz de poeta y de filólogo (es decir, mal poeta y mal filólogo), no economista, historiador o filósofo. Recomiendo al lector que piense por sí mismo y tome de manera crítica estas líneas. Cuando digo que nos afecta el burocratismo no hablo de un método de trabajo en las oficinas o del tortuoso laberinto de los trámites. El grave burocratismo del que somos víctimas se trata del empoderamiento de los dirigentes sobre los obreros, campesinos e intelectuales, poder del que obtienen privilegios y con el que se apoderan de una parte del producto del trabajo de las mayorías. Y más: el empobrecimiento de las masas debido a la acción de los burócratas no es solo económico, sino también cultural. Los trabajadores no participan en la dirección de la producción ni se les prepara intelectualmente para ello.
Las debilidades del Sistema Presupuestario de Financiamiento están en la sobrevaloración del cuadro administrativo y el dirigente político sobre el colectivo trabajador, en la supervivencia de dos de las cinco funciones del dinero y en el principio de distribución. Estas son un fallo del sistema generado en parte por un error de concepción y en parte como restricción de la realidad en que operaba, caracterizada por el bajo nivel cultural de los trabajadores y un contexto mercantil interior y exterior.
Ojalá el Partido, el Gobierno, la Unión de Jóvenes Comunistas, los obreros, los intelectuales, los campesinos revolucionarios de Cuba sepan ver a tiempo los peligros a los que se expone nuestro socialismo. Y, sobre todo, ojalá que actúen a tiempo, antes de que sea demasiado tarde y el daño ejercido sobre la conciencia por la actividad económica políticamente mal conducida haga que el poder socialista y las instituciones en las que descansa se vengan abajo como el penoso día en que calló la bandera roja de la hoz y el martillo desde las alturas del Kremlin.
Al decir del ministro de Economía de la República de Cuba, las medidas que fortalecen la gestión privada y el papel del mercado, aprobadas hace poco por la dirección del país, han venido para quedarse, pero más bien han venido para ser combatidas. Hay que salvar el socialismo cubano porque es útil, imprescindible, y porque está en peligro. Utilidad: educación, salud, seguridad social y otras garantías para todos que ponen el desarrollo humano del país al nivel del llamado primer mundo. Estos logros reconocidos internacionalmente distan mucho de los índices nacionales anteriores a la Revolución. A pesar de lo significativo lo más importante ha sido que se han alcanzado sin colonizaciones, invasiones, genocidios o explotación de otros pueblos; además, con una paralela y sostenida labor de internacionalismo de la que no ha sido capaz ningún país capitalista.
Sin embargo, a toda esta práctica meritoria socialista la amenazan numerosas realidades: burocratismo, bajos niveles de producción material, corrupción, cálculo económico, propiedad privada, bloqueo, penetración ideológico-cultural, contexto mundial dominado por relaciones de producción capitalistas, acciones agresivas del imperialismo, inexistencia en las librerías de textos esenciales en todas las ramas del saber, insuficiente acceso a internet y sus precios elevados, insuficiente promoción del arte en los medios, atraso tecnológico, falta de cultura del trabajo productivo y emancipado, débil vínculo entre la investigación científica y la economía, falta de originalidad en el modelo económico y político, nacionalismo y triunfalismo, falta de debate en los medios sobre los problemas de la transición socialista, ausencia en el discurso de los líderes gubernamentales y partidistas de ideas sobre el comunismo (ni lo mencionan), etc.
Se supone que este texto sea breve y afable, por lo que no podré abordar todas estas cuestiones. Con ello no quiero decir que soy especialista en la materia. Soy solo aprendiz de poeta y de filólogo (es decir, mal poeta y mal filólogo), no economista, historiador o filósofo. Recomiendo al lector que piense por sí mismo y tome de manera crítica estas líneas. Cuando digo que nos afecta el burocratismo no hablo de un método de trabajo en las oficinas o del tortuoso laberinto de los trámites. El grave burocratismo del que somos víctimas se trata del empoderamiento de los dirigentes sobre los obreros, campesinos e intelectuales, poder del que obtienen privilegios y con el que se apoderan de una parte del producto del trabajo de las mayorías. Y más: el empobrecimiento de las masas debido a la acción de los burócratas no es solo económico, sino también cultural. Los trabajadores no participan en la dirección de la producción ni se les prepara intelectualmente para ello.
A esta falta de democracia obrera se suma ahora el estímulo incrementado de la propiedad privada y la actividad mercantil. Todo esto significa que estamos cometiendo, en esos campos, los mismos errores de la Unión Soviética y el resto de los países donde han fracasado los intentos socialistas. El Partido y el Gobierno están aplicando, por tanto, una teoría deficiente y atrasada sobre el período de transición. No hay originalidad alguna en lo que proponen. El gobierno burocrático y el mercado no sirven para dar base al socialismo. El primero impide el autodesarrollo de los trabajadores y su transformación en hombres comunistas mientras transforman con su trabajo la naturaleza en medios de consumo. Si los hombres no dejan de ser subordinados en el proceso de trabajo y no dejan de comerciar bajo estas reglas, el cambio social y humano no se produce, porque las relaciones que establecen entre sí no son lo bastante revolucionarias como para producir un cambio de conciencia, o hacerlos avanzar hacia la desenajenación.
Esto no es izquierdismo barato, sino marxismo elemental, ignorado por las burocracias dirigentes de los países socialistas que se desploman. Tanto la base material del comunismo como la conciencia del hombre comunista comienzan a forjarse en el socialismo, por lo que el crecimiento económico no es lo único que debe preocupar, sino además la participación popular autotransformadora en la que se produzcan los hombres del comunismo, los productores cultos libremente asociados, cohesionados por un plan y no abocados al simple crecimiento económico, sino al multifacético desarrollo humano.
Por otra parte, el mercado en el socialismo no puede desempeñar ningún papel revolucionario porque no aporta al desarrollo de la conciencia comunista, más bien la deteriora. La política económica de la nación pasa por alto esta realidad. Para expresarlo más claro: es una política económica contrarrevolucionaria y antimarxista al atentar contra el nexo entre producción e ideología revolucionaria.
Esto no es izquierdismo barato, sino marxismo elemental, ignorado por las burocracias dirigentes de los países socialistas que se desploman. Tanto la base material del comunismo como la conciencia del hombre comunista comienzan a forjarse en el socialismo, por lo que el crecimiento económico no es lo único que debe preocupar, sino además la participación popular autotransformadora en la que se produzcan los hombres del comunismo, los productores cultos libremente asociados, cohesionados por un plan y no abocados al simple crecimiento económico, sino al multifacético desarrollo humano.
Por otra parte, el mercado en el socialismo no puede desempeñar ningún papel revolucionario porque no aporta al desarrollo de la conciencia comunista, más bien la deteriora. La política económica de la nación pasa por alto esta realidad. Para expresarlo más claro: es una política económica contrarrevolucionaria y antimarxista al atentar contra el nexo entre producción e ideología revolucionaria.
El intercambio mercantil entre las empresas, entre los productores privados, entre las empresas y los productores privados y con los consumidores no logra otra cosa que asentar en la mente social el criterio de que el capitalismo es natural e insuperable en la solución de los problemas humanos. Si es cierto que el capitalismo tiene méritos, también lo es que tiene límites. El capitalismo ha desarrollado la ciencia, la técnica, la producción y el confort, pero no hay que olvidar que el deterioro ambiental, la violencia, la discriminación, la vulnerabilidad social y la pobreza en los países del tercer mundo se han intensificado como consecuencia suya.
Las relaciones capitalistas de producción son una forma histórica, no siempre estuvieron ahí con la interconexión actual y terminada de sus elementos, lo que también es tenido a menos en nuestra política económica al pretender desconocer que la riqueza tan necesitada por el país no tiene por qué depender de la contrarrevolucionaria producción mercantil cuando el trabajo y no la forma mercantil es el verdadero origen de la riqueza.
Las relaciones capitalistas de producción son una forma histórica, no siempre estuvieron ahí con la interconexión actual y terminada de sus elementos, lo que también es tenido a menos en nuestra política económica al pretender desconocer que la riqueza tan necesitada por el país no tiene por qué depender de la contrarrevolucionaria producción mercantil cuando el trabajo y no la forma mercantil es el verdadero origen de la riqueza.
La propiedad privada y el mercado hacen que la gente se robe, que no coopere de forma solidaria por el bien de todos, que crea que esa es la mejor manera de vivir y de aumentar la producción y el consumo, así como que deseche, en consecuencia, el proyecto socialista que podría liberar al hombre de los límites que el capitalismo le impone. Se puede y se debe producir más de una forma más socialista y más original.
Nuestra historia económica y política después de 1959 ha sido una copia detrás de otra en líneas generales, excepto por la osadía del Che: partido único de tipo estalinista con su secretario general, organización de la producción por burócratas, cálculo económico, estímulo de la actividad privada. Primero se imitó a la URSS y luego a China y Vietnam. En los tres hay sobradas cosas que admirar e imitar, incluido Piotr Kapitsa y la poesía de Li Po o Ho Chi Ming, menos su negación de las ideas de Marx con la gestión mercantil y burocrática. Se prefirió y se prefiere imitar esas naciones antes de aplicar la experiencia y la teoría marxista no distorsionada, por ejemplo, el aporte del Che en nuestro propio territorio con el Sistema Presupuestario de Financiamiento y su constelación antimercantil que hoy se podría llevar más lejos.
El Sistema Presupuestario de Financiamiento gestionó mejor la economía en su sector, sin descuidar la formación política de los productores, con un nivel técnico-económico superior al mercantilista Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, mejor de lo que se hizo durante el valioso Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, durante los retrocesos estructurales de los noventa, durante el perfeccionamiento empresarial, durante la recentralización del inicio de los 2000 y durante los emprendimientos privados impulsados por el VI Congreso del Partido, que se extienden hasta hoy.
El Sistema Presupuestario de Financiamiento gestionó mejor la economía en su sector, sin descuidar la formación política de los productores, con un nivel técnico-económico superior al mercantilista Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, mejor de lo que se hizo durante el valioso Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, durante los retrocesos estructurales de los noventa, durante el perfeccionamiento empresarial, durante la recentralización del inicio de los 2000 y durante los emprendimientos privados impulsados por el VI Congreso del Partido, que se extienden hasta hoy.
El Che no es solo un combatiente o un modelo ético, es sobre todo, un economista y un teórico del marxismo. Los interesados en profundizar en sus ideas pueden consultar el libro El pensamiento económico del Che, del economista Carlos Tablada. Hay una edición de 2017 que se encuentra en las librerías cubanas.
Desde el punto de vista político-económico el Sistema Presupuestario de Financiamiento y su economía política es más avanzado que nuestra economía actual y en vez de estar ideando e implementando medidas de raíz capitalista y foránea como legalizar la propiedad privada en medio de un proceso de transición socialista el Estado debería mirar hacia los descubrimientos de la experiencia cubana y guevariana de aquel Ministerio de Industrias en la década de los 60. El Che estaba claro de que su propuesta de organización y dirección de la economía no era perfecta y tenía que continuar perfeccionándose, pero demuestra que con relaciones de producción capitalista y categorías mercantiles no se construye el socialismo, por eso hay que estudiarlo y desarrollar desde la práctica, el pensamiento crítico y la más fiera valentía sus conclusiones principales.
Desde el punto de vista político-económico el Sistema Presupuestario de Financiamiento y su economía política es más avanzado que nuestra economía actual y en vez de estar ideando e implementando medidas de raíz capitalista y foránea como legalizar la propiedad privada en medio de un proceso de transición socialista el Estado debería mirar hacia los descubrimientos de la experiencia cubana y guevariana de aquel Ministerio de Industrias en la década de los 60. El Che estaba claro de que su propuesta de organización y dirección de la economía no era perfecta y tenía que continuar perfeccionándose, pero demuestra que con relaciones de producción capitalista y categorías mercantiles no se construye el socialismo, por eso hay que estudiarlo y desarrollar desde la práctica, el pensamiento crítico y la más fiera valentía sus conclusiones principales.
Las debilidades del Sistema Presupuestario de Financiamiento están en la sobrevaloración del cuadro administrativo y el dirigente político sobre el colectivo trabajador, en la supervivencia de dos de las cinco funciones del dinero y en el principio de distribución. Estas son un fallo del sistema generado en parte por un error de concepción y en parte como restricción de la realidad en que operaba, caracterizada por el bajo nivel cultural de los trabajadores y un contexto mercantil interior y exterior.
Idear e instrumentar una solución parecida a la del Che, salvaría en lo inmediato al socialismo cubano de la reproducción de las relaciones sociales de esencia y matiz capitalista, de la reproducción en el orden del pensar de la lógica del capital y de la ineficiencia productiva. Luego habría que ir más lejos en la práctica y en la teoría: empoderar a los trabajadores,
fortalecer la democracia socialista, unir por medio del plan directamente al productor y al consumidor, etc., hasta convertir el Sistema Presupuestario de Financiamiento en un Sistema Planificado de Producción, Distribución y Consumo que mida, en un primer momento, los valores solo con vista al comercio exterior. Tal función disminuida del dinero al interior del país desaparecería con la revolución mundial y la colaboración socialista internacional futura. Mas, podría ser posible conectar con la economía nacional, empresas extranjeras o territorios extranjeros, que en cualquier instante se desprendan de la hegemonía sistémico-mercantil mundial. Lo que importa ahora es saber que Cuba no está sin opciones revolucionarias y que la lucha sigue.
fortalecer la democracia socialista, unir por medio del plan directamente al productor y al consumidor, etc., hasta convertir el Sistema Presupuestario de Financiamiento en un Sistema Planificado de Producción, Distribución y Consumo que mida, en un primer momento, los valores solo con vista al comercio exterior. Tal función disminuida del dinero al interior del país desaparecería con la revolución mundial y la colaboración socialista internacional futura. Mas, podría ser posible conectar con la economía nacional, empresas extranjeras o territorios extranjeros, que en cualquier instante se desprendan de la hegemonía sistémico-mercantil mundial. Lo que importa ahora es saber que Cuba no está sin opciones revolucionarias y que la lucha sigue.
Se aproxima el congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas y allí la defensa del pensamiento económico del Che debería escucharse. El congreso no debiera desaprovechar la oportunidad de valorar la actualidad de Cuba desde el pensamiento original de Marx y Engels y a partir de las contribuciones del resto de sus continuadores no extraviados por el estalinismo, entre los que se encuentran Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui, Ernest Mandel, Fidel Castro o economistas como Michael Lebowitz.
Lebowitz recupera la idea de Marx de que el intercambio por el equivalente es un defecto capitalista y entonces avisa que un defecto del sistema social anterior se ha convertido en principio de distribución socialista. Se trata del famoso “de cada cual según sus capacidades a cada cual según su trabajo” con el que al trabajador se le retribuye en relación a lo que este aporta a la sociedad. Este falso principio socialista, hace que el obrero venda su fuerza de trabajo y actúe por una motivación material individualista que no lo convierte en hombre nuevo. La distribución socialista debería regirse por otro principio, este sería retribuir el aporte del obrero a la sociedad según sus necesidades razonables y según las posibilidades de la riqueza creada de manera que el interés del obrero y el de la sociedad se identifiquen. Para aplicar este principio no es necesario tener a mano los famosos “manantiales” de riqueza del comunismo que algunos leen sin tener en cuenta lo finito de los recursos naturales y la advertencia de Marx de que las fuerzas productivas pueden actuar como destructivas.
Lebowitz recupera la idea de Marx de que el intercambio por el equivalente es un defecto capitalista y entonces avisa que un defecto del sistema social anterior se ha convertido en principio de distribución socialista. Se trata del famoso “de cada cual según sus capacidades a cada cual según su trabajo” con el que al trabajador se le retribuye en relación a lo que este aporta a la sociedad. Este falso principio socialista, hace que el obrero venda su fuerza de trabajo y actúe por una motivación material individualista que no lo convierte en hombre nuevo. La distribución socialista debería regirse por otro principio, este sería retribuir el aporte del obrero a la sociedad según sus necesidades razonables y según las posibilidades de la riqueza creada de manera que el interés del obrero y el de la sociedad se identifiquen. Para aplicar este principio no es necesario tener a mano los famosos “manantiales” de riqueza del comunismo que algunos leen sin tener en cuenta lo finito de los recursos naturales y la advertencia de Marx de que las fuerzas productivas pueden actuar como destructivas.
Ojalá el Partido, el Gobierno, la Unión de Jóvenes Comunistas, los obreros, los intelectuales, los campesinos revolucionarios de Cuba sepan ver a tiempo los peligros a los que se expone nuestro socialismo. Y, sobre todo, ojalá que actúen a tiempo, antes de que sea demasiado tarde y el daño ejercido sobre la conciencia por la actividad económica políticamente mal conducida haga que el poder socialista y las instituciones en las que descansa se vengan abajo como el penoso día en que calló la bandera roja de la hoz y el martillo desde las alturas del Kremlin.
Profundicemos la Revolución, hagámosla más comunista y de todxs, o sea, más guevariana y marxista. Los miles de cubanos que están dispuestos aún a seguir a Fidel Castro sean consecuentes con sus palabras en el vigésimo aniversario de la caída del Che en Bolivia: “hay muchas ideas del Che que son de una validez absoluta y total, ideas sin las cuales estamos definitivamente convencidos de que no se puede construir el comunismo”.
17/7/20