El marxismo-leninismo: ¿antimarxismo?



Por Yunier Mena, Marcos Guzmán y María Feldman*



Desde Stalin hasta la construcción del socialismo –¿capitalismo?-  con características chinas, el marxismo guion leninismo ha sido un dogma no muy atractivo para la clase trabajadora y sí para la burocracia.


¿Qué utilidad podría tener acordarse de Stalin? No escribió libros con títulos interesantes y ordenó paralizar a la Revolución mundial, no solo desde las ejecuciones físicas y los gulags, sino también desde la teoría, específicamente con un instrumento conocido como marxismo-leninismo. 

Estas palabras son muy poco agradables, no solo para los que aún son seguidores de aquel Napoleón del Kremlin, sino también para otros comunistas quienes, aún y desmarcándose de Stalin, consideran contrarrevolucionaria toda exposición pública de los errores y horrores nacidos de una teoría simplificada en dos palabras y un signo de puntuación: marxismo-leninismo.  


A los comunistas que prefieren evadir el tema, es preciso decirles que un antirrevolucionario como lo fue Stalin, no debe escapar de ser enjuiciado, no desde el panfleto, como mismo él lo hiciera con otros, sino desde la exposición de los hechos y las ideas que él representa. Por esto, acordarse de Stalin puede ser muy útil. Sirve para concientizar lo que fue y es: un estorbo en la construcción del comunismo.




Más allá de las consignas

Aunque es un instrumento peligroso, en ocasiones, las consignas funcionan entre la clase trabajadora más rápido que la teoría. Además, en la década de los años sesenta del pasado siglo, era un poco trabajoso distanciarse del término marxismo-leninismo cuando desde las trincheras vietnamitas se luchaba en su nombre y contra el imperialismo yanqui.

Más que atacar al término, se trataba entonces de liberar al marxismo-leninismo de todo dogma. Fidel Castro, tanto en la fundación del Partido Comunista de Cuba en 1965, como en el Congreso de Cultura de La Habana de 1968, momentos claves en el enfrentamiento a la hegemonía soviética, afirmaba que el marxismo-leninismo no era una filosofía religiosa, ni tenía un Vaticano, sino que debía ser revolucionario.

Enfocados en esta línea, algunas organizaciones marxistas, libres de todo dogma, como lo fue el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile, seguían enarbolando en sus consignas el término marxismo-leninismo.
Según avanzaba la Guerra Fría, el término fue siendo más descriptivo de determinados discursos políticos, los cuales eran fáciles de identificar. Incluso, algunos agregaron al marxismo-leninismo otras creaciones propias, no por eso antidogmáticas.

Tras la ruptura entre la URSS  y China, Mao llamó a constituir los Partidos Comunistas Marxistas-Leninistas (PCML) –quienes casi siempre venían acompañados de una guerrilla llamada Ejército Popular de Liberación: el mismo nombre del ejército de Mao-. De modo que, en América Latina, a los maoístas los terminaron llamando los emele.

Desde Pekín se lanzó entonces una teoría “superior”: el marxismo-leninismo-Pensamiento Mao Tsé-Tung. Más tarde, Enver Hoxha, el líder supremo de la Albania socialista, se proclamaría el único representante del marxismo-leninismo, al punto que, negaría a Mao.



Por si fuera poco, apoyado en esta idea, años más tarde, en Perú nacería algo llamado marxismo-leninismo-maoísmo-Pensamiento Gonzalo: un discurso que sintetizaba la ideología de la guerrilla Sendero Luminoso. Por lo general, estas deformaciones han terminado reduciéndose a pequeños grupos de seguidores, organizaciones las cuales realizan periódicas purgas tratando de alcanzar la pureza del marxismo guion leninismo guion algún otro adjetivo.

Pero a estas locuras rojas les dedicaremos otra publicación.


El marxismo-leninismo como teoría

El llamado “marxismo-leninismo” es el producto de la vulgarización pedagogicista del marxismo, bajo la forma de manuales. Fue ampliamente divulgado durante todo un período de estancamiento teórico que se continúa desarrollando en la URSS “desestalinizada”, en todo el bloque del Este y, como hemos visto, con otras peculiaridades, en la China maoísta y procesos similares.




Esto no quiere decir que toda la obra de los filósofos formados en las escuelas soviéticas, o bajo su influencia, sean meros disparates. Tirar por la borda todo lo que se ha producido bajo la bandera del marxismo-leninismo sería una posición tan dogmática como la que criticamos. En ciertas ocasiones, al estar falta de una sólida teoría crítica, esta negación absoluta de la URSS, termina desembocando en el más puro anticomunismo. Uno de los casos más conocidos lo tenemos en Eudogio Ravines, líder del Partido Comunista peruano quien terminó escribiendo pura propaganda antisoviética; que recomendamos leer.

En Cuba, por ejemplo, uno de los casos más burdos fue el de Rolando Masferrer, quien pasó de ser miembro del partido comunista y combatiente en la Guerra Civil Española, a perseguir revolucionarios en La Habana con una banda paramilitar amparada por el dictador Fulgencio Batista. 
Lo cierto es que, el marxismo-leninismo estableció una visión rígida y esquemática del cuerpo teórico del marxismo. Uno de sus engendros más divulgados fue la división de la filosofía marxista-leninista -retirada previamente del sistema de ideas- en dos partes: el Diamat (materialismo dialéctico) y el Histmat (materialismo histórico). La difusión, si no el origen, de esta división, como si de cuerpos teóricos diferentes se tratara, se debe ante todo a Stalin y su obra Sobre el materialismo histórico y elmaterialismo dialéctico:


“El materialismo dialéctico es la concepción filosófica del partido marxista-leninista. Llámese materialismo dialéctico porque su modo de abordar los fenómenos de la naturaleza, su método de estudiar estos fenómenos y concebirlos, es dialéctico y su interpretación de los fenómenos de la naturaleza, su modo de enfocarlos, su teoría, materialista.

El materialismo histórico es la aplicación de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social. A los fenómenos de la vida en sociedad, al estudio de esta y de su historia”.


Esta división es arbitraria y constituye otra versión de la contraposición entre naturaleza y sociedad presente en la filosofía pre-marxista. En realidad, ambos son momentos necesarios e interconectados de una única síntesis teórica. Hablar de materialismo histórico como aplicación del método dialéctico-materialista a la sociedad es completamente redundante. El método dialéctico mismo se desprende del análisis objetivo del desenvolvimiento de los fenómenos de la realidad en su totalidad concreta, tanto en la naturaleza como en la sociedad, ya que esta es parte, surge y se desarrolla de la primera, transformándola en el proceso.



Téngase en cuenta lo que plantea la filósofa cubana Natasha Gómez Velásquez:

Para la inmensa mayoría de los marxistas, el "marxismo-leninismo" no es marxismo ni leninismo, pues: divide arbitrariamente en segmentos económicos, políticos, y filosóficos -también fragmentados en su interior-, el pensamiento unitario de los fundadores del marxismo -irreductible a esos campos, y siempre integrado alrededor de la teoría de la revolución-; descontextualiza, cambiando el significado, las tesis de Marx; Engels; y Lenin; convierte el marxismo en fórmulas abstractas y especulativas a memorizar, y estériles para la transformación revolucionaria; establece un listado arbitrario de citas, pasajes, y obras, deslegitimando al resto; convierte al marxismo en teoría positiva y no crítica; es determinista y economicista; tiene una actitud de sectarismo, dogmatismo, censura, y exclusiones -negación a reconocer y estudiar otro tipo de marxismo o teoría no marxista, pues se autodeclara como "única" interpretación "científica"-; subvalora los temas sociales, que constituyeron el centro del marxismo y el leninismo originarios -las estrategias revolucionarias fueron desplazadas por la atención a teorías y conceptos especulativos, siempre rechazados por Marx-; modificó arbitrariamente para su publicación, ciertos textos de Marx, Engels, y Lenin; etc.



A medida que la línea política del Partido Comunista de la Unión Soviética iba presentando nuevas necesidades para su conservación, Stalin, amparado en el “marxismo-leninismo” y su tendencia a la parcelación de la teoría y el análisis unilateral de los fenómenos, iba incorporando nuevos “aportes”, verdaderamente antidialécticos, a su teoría. En el Balance de la XIV Conferencia del partido, Stalin señala:




“Nuestro país nos muestra dos grupos de contradicciones. Uno de ellos lo forman las contradicciones interiores, entre el proletariado y el campesinado. El otro, las contradicciones exteriores, entre nuestro país, como país del socialismo, y todos los demás países, como países del capitalismo”.




Aquí se toman nuevamente dos “grupos de contradicciones” aisladas para desarrollarlas por separado, planteando tesis y tareas excluyentes de consecuencias nefastas. Según él, la salvaguarda de la alianza del proletariado con el campesinado, o sea la resolución de las contradicciones internas, permitiría edificar en la URSS “la sociedad socialista completa”.




De esta aberración, nació la teoría de la emulación pacífica entre el socialismo y el capitalismo: uno de los “desarrollos” de la instrumentalización de la lucha internacional de la clase obrera que representó la teoría del socialismo en un solo país.

Una de las causas del impacto de Marx en la ciencia y en la historia en general, ha sido el tratamiento múltiple y simultáneo de la pluralidad de lo real en sus teorías. Como afirma Natasha Gómez Velásquez, hay un inmenso abismo entre Marx y Stalin, entre la calidad del primero y los balidos del segundo. Uno puede ser signo de la vida, el otro signo de la muerte. Los restos del estalinismo en la teoría y en la práctica actuales deben ser investigados y superados en la teoría y en la práctica porque este no genera relaciones sociales que transformen la realidad hacia el comunismo, ni genera pensamiento crítico.



Más allá de las consignas y más allá de la academia

Aunque hoy nos parezca increíble, la teoría del socialismo en un solo país fue presentada inicialmente por Stalin como la continuidad de la revolución. Ante el retraso de la tan esperada revolución alemana –y después la China-, esta teoría aparecía como la “adecuada” para comprender las condiciones prácticas del desarrollo del socialismo en la Unión Soviética.

Pero ya sabemos que constituyó un intento de encajar la realidad en un modelo funcional a los intereses de la burocracia soviética. De dos momentos contradictorios sobre los que se levanta la revolución proletaria -el contenido de la revolución como movimiento internacional y la forma de desenvolverse a través de revoluciones nacionales-, Stalin acentuaba abiertamente el segundo.

La Unión Soviética pasó de ser la base de apoyo de la revolución mundial, a subordinar a la revolución mundial a sus propios intereses; tratándola –y frenándola- como un proceso solamente funcional a la conservación de la misma URSS. Mediante dicha teoría se dio amparo a la actitud hegemónica de la URSS dentro del campo socialista, y al extendido chovinismo ruso dentro de la sociedad soviética.

Se terminó planteando entonces que, con la desaparición de los kulaks mediante la colectivización forzada del campesinado soviético y con el aniquilamiento de la “contrarrevolución trotskista”, la única amenaza de restauración capitalista posible era la de origen externo.



Por tanto, rechazando militarmente la intervención extranjera y prohibiendo toda “peligrosa propaganda ideológica de occidente”, quedaba eliminado el peligro de restauración capitalista, y, por tanto, en la URSS se podría contar con el “triunfo definitivo del socialismo”. Con esto se rompió el vínculo entre el carácter internacional de la lucha de clases y el carácter nacional de la revolución rusa.

La “aplicación” del Diamat –y no del marxismo- a los fenómenos socioeconómicos y políticos de la URSS, terminó siendo el instrumento teórico que justificaba la hegemonía del sistema burocrático soviético.




De manera que, los Gorbachov y compañía, no encontraron dificultades para dar un sostén teórico al proceso que precipitó la restauración del capitalismo en la URSS: únicamente tenían que “desarrollar” a su conveniencia el marxismo-leninismo.

El Diamat de los viejos representantes de la burocracia soviética terminó siendo incapaz de prever de dónde provenía el verdadero peligro; en buena medida porque sus autores eran los originales procreadores y hospederos de la restauración capitalista.

Desgraciadamente, todo lo antes dicho, es interpretado por no pocos revolucionarios como algo que solo se limita a tener una importancia meramente académica. Algo que abunda entre quienes pretenden sobreponer la militancia cotidiana por encima de la teoría: otro rasgo heredado del marxismo-leninismo. Un grave error el cual, reproducen, incluso, algunos que asumen posturas de crítica radical para con el estalinismo.

Es llamativo que, esos mismos revolucionarios quienes creen más importante la práctica que la teoría, tienen como práctica la imposición de un marxismo rígido, reducido a unos pocos libros que muchas veces no son de Marx, sino de lejanos intérpretes de Marx. Establecen entonces nuevos manuales con los cuales pretenden dar respuesta a cualquier interrogante posible.

Para estos revolucionarios que entienden la crítica al marxismo guion leninismo y al Socialismo en un solo país como un divertimento para filósofos o un hobbie de trotskistas, les presentamos un caso más actual: el socialismo de mercado.

La restauración del capitalismo en China se construyó sobre las ruinas del marxismo-leninismo-Pensamiento Mao Tsé-Tung: una teoría que nunca ha sido expulsado de la propaganda de Beijing.

Todo lo contrario: el marxismo-leninismo-Pensamiento Mao Tsé-Tung es la herramienta teórica con la cual el Partido Comunista Chino enfrenta “los riesgos del pensamiento occidental que atentan contra la armonía de la construcción del socialismo con características chinas”. 
Claro, no faltan quienes que, como nunca se desprendieron del marxismo guion leninismo, son incapaces de discernir la realidad y alaban hoy a China, entendiéndola como una victoriosa potencia socialista. El dogma los ha incapacitado de ver algo tan obvio como es la explotación a la que las transnacionales extranjeras y la nueva burguesía china, someten hoy a la clase trabajadora del gigante asiático.

Por si fuera poco, estos cautivos del marxismo guion leninismo, creen que la Rusia de Putin es la heredera directa de la gloria de la Unión Soviética, dejándose engañar por un discurso nacionalista que ha sabido esterilizar y diluir la propaganda soviética dentro de los intereses chovinistas del Kremlin.

El marxismo guion leninismo creado por Stalin no solo embruteció a grandes mayorías, sino que además, sirvió para frenar la revolución mundial, imponer el Socialismo en un solo país, ayudar a la disolución de la Unión Soviética y ser hoy en China el escudo ideológico del socialismo de mercado. 

En tanto, en la clase trabajadora, el marxismo guion leninismo quedó como el mal recuerdo de la asignatura rusa que solo servía para suspender los exámenes.    







* Yunier Mena: filólogo y poeta cubano, forma parte del grupo literario La Estrella en Germen; Marcos Guzmán: activista ecologista mexicano-peruano, realiza una  pasantía de agronomía en Cuba; María Feldman, estudiante argentina, cursa una especialidad de ingeniería civil en la región oriental de Cuba. Los tres son miembros del Comité Editorial de Comunistas.